La Real manda en el derbi

El equipo txuri-urdin mostró sus galones ante un Athletic desdibujado. Un penalti y expulsión a Yeray sobre Kubo en una acción dudosa decantó la balanza.

Alfonso Herrán
As
La Real Sociedad es en la era actual un equipo más distinguido que el Athletic por razones que a nadie escapan: es frecuente verlo por Europa, se ha anotado una Copa del Rey, precisamente ante el vecino, y tiene jugadores como Brais, Kubo y Silva que manejan un fútbol de seda. El cuadro txuri-urdin sacó sus galones para llevarse el derbi en un partido vibrante durante una hora, hasta que una jugada fatídica de los rojiblancos descartó a estos de la pelea por los puntos. Un error de principiante de Nico Williams, alguien que no arrastra por los campos esa huella porque ha estado en un Mundial y tiene ya un recorrido en Primera, sirvió en bandeja un balón a Kubo en el mano a mano con Simón. Yeray logró ponerse a su altura y en el cuerpo a cuerpo puso la mano en la cintura del japonés, que al notar el mínimo contacto, se fue al suelo. Cuadra Fernández apreció en ese leve toque un penalti y expulsó al central. Un castigo excesivo. Y el VAR diría ‘sigan, sigan’, porque no puede debatir sobre un roce que un juez aprecia a pocos metros. Oyarzabal, el gran amigo del punto fatídico, anotó la pena máxima y se acabó lo que se daba: 3-1. Los donostiarras se mantienen en la pelea por la Champions, mantienen este paisaje idílico tras el Mundial, y a los bilbaínos Europa les vuelve a dar la espalda momentáneamente. Un tres en uno con la expulsión, penalti y gol.

Una lástima que el partido que concitó a más espectadores que nunca a Anoeta se definiera por una jugada tan gris, tan difícil de apreciar si era blanca o negra, es decir, blanquiazul o rojiblanca. La media hora final fue una fiesta de la grada, sí, pero se lo arrebataron al césped. De todos modos, los árboles de esa discutible interpretación del colegiado no pueden impedir ver un bosque de espesura en la pizarra de Valverde, que estuvo desacertado desde el once de salida. Poner a Vesga y Dani García de tapones en medio campo ante una legión de ‘jugones’ es ir por detrás de una orquesta melódica. Cuando el pulso aún estaba abierto, metió a acertadamente Berenguer por Guruzeta, pero estuvo muy conservador toda la noche, y luego sacó a Sancet, el único que parecía tener algo de fantasía en una velada en una fábrica metalúrgica para los en apariencia robots rojiblancos.

La Real abrió camino castigando los fallos de los rojiblancos. Un centro a Sorloth en el área pilló saliendo a De Marcos, que venía de defender a Zubimendi y rompió el fuera de juego. El espigado central maniobró con solvencia ante los centrales y Yuri, y marcó un tanto estupendo, Poco después, Vesga se durmió saliendo desde atrás y le robó la cartera un Silva implicadísimo a la hora de remangarse. Se la pasó a Kubo, que hizo un caño a Vivian, demasiado acelerado en esa acción en vez de encender la computadora y entender que el nipón suele buscar esa burla, y marcó un golazo. Se sacó la camiseta y se fue a celebrar el tanto a la grada, un doble pecado que por suerte para él sólo le reportó una amarilla.

A ese rombo que tan buenos resultados le está a Imanol se le ataca por fuera. Y no lo entendió en ningún instante el Athletic. Solo en un fogonazo al final del primer tiempo Nico y Yuri se aliaron para provocar un lío a Elustondo y Brais. Montaron una incursión para que le llegara un balón claro a Sancet, que la controló con la derecha, se le fue un poco alta y esa elevación afortunada fue un cuarto de gol. El otro 75 por ciento llevó de un fantástico zurdazo ante el que Remiro, que tocó la pelota, pudo hacer algo más.

El derbi andaba más equilibrado y abierto de lo que dictaba el 2-0 en el tramo inicial. Y sí, los tres tantos del descanso parecían dibujar un derbi ofensivo, pero por las áreas hubo muy poco tránsito. Los dos principales equipos vascos centraban su esfuerzo en presiona alto para buscar robos cerca de la portería contraria. De esta estrategia sacó más provecho la Real, que acechó a Simón por encima de los rojiblancos. Estos se pasaron un buen rato persiguiendo contrarios, estaban desubicados, incómodos en ataque.

El Athletic era incapaz de abrir el campo para hacer dudar a Merino y Brais sobre la ayuda a los laterales. Y mira que tuvo el ejemplo de Nico con un balón al segundo palo sobre Iñaki en el primer remate de cierto peligro de los visitantes. Valverde pidió transitar por dentro, pero no tenía herramientas para hacerlo. Vesga y Dani García no son especialistas en el juego posicional. Cada robo de la Real metía en apuros a la zaga bilbaína. El pulso vasco tenía intensidad y mucha continuidad, pero se jugaba más a lo que quiere Imanol, porque el Athletic le daba gasolina para ser fuerte en esa presión y robo. Sancet vivía muy ‘bajo’, parecía un peón defensivo, una situación incómoda para un talento como él.

El segundo tiempo nació con accidente. Vivian pisó a Sorloth y el gigante noruego empezó a dolerse. Salió Oyarzabal, varió por completo el perfil ofensivo del equipo de Imanol, por todo lo que condiciona Sorloth. Era una incógnita cómo se comportaría Oyarzabal, un jugador emblemático en Anoeta pero que en Almería en el regreso tras la larga lesión se mostró lento, por detrás de sus compañeros y guardándose al final. La puesta en escena no pudo ser mejor: anotó el gol tras el penalti dudoso sobre Kubo. Marcó diez meses después.

Nadie sabe qué habría pasado si esa expulsión se transforma en una jugada más de pelea entre un delantero y un central. Tras el 3-1, estuvo a punto de clavar aún más profunda la espada Brais. No hubo más huellas del derbi hasta el final, sólo la algarabía de la grada. Zubimendi tuvo tiempo para limpiarse de tarjetas en el descuento, con una faltita que le llevará a ser castigado ante el Rayo y jugar contra el Madrid. La Real no quiso ahondar en la herida, no fue agresiva y evitó hacer más daño. Suyo es el gobierno en los derbis últimamente. Es nueve puntos mejor que el Athletic. Y pocos lo discuten.

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