El viaje de los Reyes Magos, la advertencia que salvó al Niño Jesús y el relicario dorado que guarda sus huesos
El cristianismo celebra la Fiesta de la Epifanía, más conocida como el Día de Reyes. Los Magos de Oriente que siguieron la estrella. El pedido de Herodes que desoyeron y la llegada a Belén. Y el increíble periplo de sus restos hasta llegar a la Catedral de Colonia, en Alemania
Por supuesto, tiene su alimento: la “rosca de Reyes”, que consiste en una confitura de masa dulce, esencia de azahares o limón y recubiera con crema, cereza e higos, con la forma circular de las coronas que usaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Otros atribuyen esa forma al amor de Dios, que no tiene principio ni fin: es eterno. Una tercera hipótesis señala que el origen se remite los festejos del Sol Invicto de los romanos, y por eso es redonda.
Como tantas, la tradición de los Reyes Magos proviene de La Biblia. En el evangelio de Mateo 2. 1-12 se puede leer: “…Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo’. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. ‘En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’. Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: ‘Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje’. Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”
Esta celebración popularmente conocida como “Día de Reyes” en realidad se denomina “Fiesta de la Epifanía”, del griego επιφάνεια que significa “manifestación”. En este caso de Jesús, como Hijo de Dios, a los pueblos paganos representados por los magos de Oriente. Aunque de Jesús tenemos tres epifanías: A los magos de Oriente, a Juan el Bautista y en las Bodas de Caná.
El Evangelio nos relata que son “unos magos”, no que eran reyes, tampoco dice cuántos eran, y agrega que eran de oriente, pero no dice de que país, por tanto no sabemos de su tierra de origen, ni se mencionan sus nombres. Pero el término “magos” no es como se utiliza hoy día, eran sabios que estudiaban los astros, astrólogos y astrónomos que escudriñaban los cielos.
El relato más aceptado sostiene que venían desde Persia, que eran “celosos observadores de la justicia y de la virtud.” Y se añade que son “la clase de sabios y doctores”. Para el “Liber Pontificalis” que es una compilación de reseñas biográficas de los primeros papas, desde san Pedro hasta Esteban V; Melchor (Melichior) es el Rey de Persia, Baltasar (Bithisarea) es el Rey de la India y Gaspar (Gathaspa) es el Rey de Arabia. El evangelio árabe de la infancia de Jesús también los ubica en Persia y seguidores de Zoroastro. Y se fijó el número de tres, por los tres dones que portaban.
El arribo de los Magos a Jerusalén fue diversamente interpretada en la tradición. La opinión más frecuente en los padres de la Iglesia es que fue poco después del nacimiento de Cristo. Sin embargo, la opinión ordinaria es que se pone sobre año y medio después, ya que Herodes da la orden de matar a los niños de “dos años abajo.”
Si seguimos el hilo del relato evangélico podemos leer que cuando ellos llegan “… entran en la casa”. En ningún lado hace referencia a un establo o cueva, ni menciona un pesebre. Por tanto es probable que el Niño Jesús ya no estuviera en el pesebre donde ocurrió el parto, habría pasado algún tiempo, tal vez año y medio del nacimiento, lo natural es que habitaran en una casa. Tampoco sabemos cuánto los magos estuvieron en Belén.
Los misteriosos magos de Oriente que llegaron a Belén para visitar al niño Jesús cautivaron pronto la devoción y la fantasía popular de los cristianos. Ya en el siglo II se les elevó a la categoría de reyes; esto se debió a que el salmo 72 dice: “Los reyes de Tarsis y de Saba le traerán sus regalos; todos los reyes se arrodillarán ante él”; y se creyó que los Magos eran estos reyes que habían venido para cumplir la profecía.
¿Qué fue de la vida de estos magos de Oriente, luego de la epifanía de Belén? Si seguimos estrictamente el método histórico científico, no se sabe nada. Pero la tradición dice que murieron a edades avanzadas. Melchor a los 116 años. Baltasar a los 112 años y Gaspar a los 109 años. Tampoco se dice que hayan vuelto a sus tierras de Oriente, convertidos al judaísmo. Los textos evangélicos solo dicen que: “…volvieron a su casa por otro camino”.
Será la emperatriz Helena que en el año 300, presuntamente, dé con sus restos. De Jerusalén, donde estaban sepultados, serán trasportados a Constantinopla. En el año 347 san Eustorgio, arzobispo de Milán acudirá a Constantinopla y el emperador Constantino I le obsequiará las reliquias de los magos. La idea del arzobispo era de llevarla a la iglesia de santa Tecla en Milán y depositarlas allí, pero los bueyes en las cuales las llevaban se pararon antes de traspasar las murallas, por tanto fue interpretado como una señal divina y en ese lugar se construyó un templo para custodiar las sagradas reliquias y del lado derecho, a la altura del altar mayor se construyó el sepulcro-relicario con estas inscripción: “Sepulcrum Trium Magorum”. Hoy este templo está dedicado a san Eustorgio.
Cuando el emperador Federico Barbarroja logró conquistar Milán, tomó los restos de los magos en el año 1164 los llevó a la catedral de Colonia y se los entregó al arzobispo Reinaldo de Dassel donde hizo construir un suntuoso relicario para albergarlos. Pero el templo original eran muy pequeño y se planeó construir un templo más grande, el que hoy podemos admirar. La obra comenzó en el año 1248 y tardaron 632 años en terminarla. Lo interesante de esta magnífica construcción es que en la aguja central de la catedral no posee una cruz sino una estrella, simbolizando la estrella de Belén.
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Durante siglos, el magnífico relicario permaneció cerrado hasta que se abrió el 20 de julio de 1864. Esto relata un testigo de ese evento:
“En un compartimiento especial del relicario que ahora se ve —junto con lo que queda de antiguas, viejas y podridas vendas, probablemente de biso, y con restos de resinas aromáticas y sustancias semejantes— numerosos huesos de tres personas, que bajo la guía de varios expertos presentes se podrían reunir en cuerpos casi completos: uno en su juventud temprana, el segundo en su virilidad temprana, el tercero más bien envejecido. Dos monedas, bracteates argentinos acuñados sólo por una cara, acompañaban lo anterior; uno, probablemente de los días de Philipp von Heinsberg, mostraba una iglesia, el otro mostraba una cruz, acompañado de la espada de mando a un lado, y del báculo obispal al otro.” Una vez realizados los estudios y demás cuestiones, los huesos se envolvieron en seda blanca y fueron devueltos al relicario.
En 1903 gracias a la intervención del cardenal Andrea Carlo Ferrari; Milán pudo recuperar parte de las reliquias de los magos que habían sido saqueadas por Federico Barbaroja. Serían fragmento de huesos de los tres cuerpos que se hallan en el relicario de la catedral de Colonia. Hoy se vuelven a venerar en la iglesia de san Eustorgio.
Algunas iglesias ortodoxas que siguen sus liturgias de acuerdo al calendario Juliano, como ser la rusa, celebran hoy la víspera de Navidad, que será el 7 de enero.
Y aunque en todas las iglesias católicas y de la reforma se celebra la fiesta litúrgica de la Epifanía, no ocurre lo mismo popularmente. No en todos los países llegan los “reyes Magos”. Como dijimos el comienzo, esta es una tradición española, transportada a Hispanoamérica. En Italia, en cambio, llega “la Befana”.
La Befana es una bruja buena. Según la leyenda, en su camino a Belén los magos se perdieron y le pidieron ayuda a una anciana que muy amablemente les indicó la ruta y les dio dulces y regalos para que le lleven al Niño Jesús. Sin embargo, cuando éstos la invitaron a sumarse al viaje, la señora se negó. Al poco tiempo se arrepintió y salió de su casa intentando encontrar a los magos para unirse al periplo. Al no encontrarlos, comenzó a parar en cada hogar, regalándoles caramelos a los niños con la esperanza de que alguno de ellos fuera el niño Jesús. Desde entonces, La Befana viaja por el mundo haciendo regalos a todos los chicos. Y así como a los reyes se le deja pastito y agua para los camellos, los niños deben dejarle una naranja o mandarina, y un vaso de vino y alguna galleta a la Befana para que recupere fuerzas para poder seguir su camino. Si le hacemos caso a la leyenda, los magos se perdieron y bastante, porque si de Persia llegaron hasta la actual Italia se desviaron unos miles de kilómetros…
Algunos historiadores asocian esta celebración con el culto a la diosa Ceres protectora de la agricultura y los ciclos estacionales que llevaban a cabo los antiguos romanos siguiendo con las celebraciones por el solsticio de invierno. En realidad “la Befana” es una anciana con una escoba, antiguo símbolo de la purificación de las casas y también de las almas; aunque hoy día es representada con el estereotipo de bruja. Hoy se canta los famosos versos: “La Befana vien di notte, con le scarpe tutte rotte. Col vestito da romana, viva, viva La Befana!” (La Befana viene de noche, con los zapatos todos rotos. Con el sombrero a la romana, ¡viva, viva La Befana!).