El Barça más líder ante un Atleti sin tino

El Barcelona ganó en el Metropolitano ante un Atleti que despertó tras el 0-1 sin tino. Araujó evitó el gol de Grizi en la línea. Rojas a Savic y Ferrán.

Patricia Cazón
As
El Barça abre hueco en LaLiga tras dejar al Atleti en la lona en el Metropolitano. Había salido Xavi al partido con un 3-4-3 bajo ese principio. “Lo que funciona mejor no tocarlo”, que se diría a sí mismo viendo vídeos del febrero pasado y ese 4-2 con el que barrió a Simeone la primera vez que lo tuvo enfrente en los banquillos. Pedri como cuarto centrocampista y una ambición: defender fiero y atacar decidido. Cuando Dembélé sacó del centro del campo la primera pelota, esperaba el Atleti valiente desde la alineación, el chaval Barrios, João y Grizi arriba. Triángulo mágico pero sin músculo en el centro. Koke por delante de Kondogbia. Si el Cholo imaginó el duelo con sus hombres presionando la salida del Barça para robar rápido y correr como el mundo se acabara manaña, poco le duró. Pronto el partido les llenó de ácido láctico las carreras. Le apretaba demasiado su propio corsé.

Si Barrios daba el primer zarpazo con un disparo desde la frontal que se fue manso a Ter Stegen, Giménez había hecho ya una primera aparición estelar: un no despeje suyo fue un regalo para Ansu en ese caminar de la defensa rojiblanca en el alambre que se ha convertido en peligrosa constante. Aquí taponó Savic pero el Barcelona había descorchado ya el camino hacia Oblak. Y no dejaría de recorrerlo una y otra vez, con todos los terremotos del mundo concentrados en sus botas.

Dominaba el Barcelona desde las sensaciones, desde la presión y el balón. De Jong y Pedri lo movían con velocidad por cada rincón. El Atleti, mientras, se iba ovillando. A Griezmann se le llenaba la linterna de barro, desfondado en defensa, João estaba pero como si no: si pensaba hacer de este partido un highlights para el currículum nada más lejos; acumuló más paseos que carreras. La lluvia fina de la noche en Madrid comenzaba a colarse por la cúpula del Metropolitano como un aviso del agua por caer sobre Oblak. Fue Dembélé quien terminó lanzando el cubo que antes Pedri le había llenado: solo tuvo que soplarse las botas para arrancarse una genialidad, otra, ante un Nahuel llamado a sujetarle pero invisible. Agarró una pelota para detener el tiempo mientras la conducía hacía Oblak, dejando a cada paso un rojiblanco vencido. Cinco fueron en total antes de que recibiera Gavi y Dembélé empalara a la red. Fue entonces cuando el Atleti despertó.

El Metropolitano comenzó a cantar alto, con voz Calderón. Atleeeti, Atleeeti, empujando las piernas de sus jugadores a recorrer los metros que le había dejado tan libres al Barça. Un Barça que pudo hacer más grande la herida enseguida ante otro regalo de Giménez. Pero Pedri perdonó cuando tocaba fusilar y el Atleti fue convirtiéndo el campo en un tobogán, con el partido resbalando hacia la portería de Ter Stegen peligrosamente. Sería el propio Giménez, mejor mirando portería ajena que propia, quien acariciaría primero el empate con un cabezazo que se marchó fuera a un dedo del palo y sonó a gong. Otro partido había comenzado. El Atlético lo afrontaría con bravura y energía.

Ganaba metros, se reconciliaba con el balón: lo quería y lo robaba en campo culé. Reclamaría una mano de Araújo que el VAR ni revisó por considerar que llevaba el brazo pegado al cuerpo, que ayer la norma era así. Llenarían los rojiblancos todos los minutos siguientes sin resquicio para el Barça. Con Ansu demasiado rodeado, demasiado nada en un estar sin estar, en el primer partido de los tres sin Lewandowski: Xavi solo podía fiarse a los guantes de Ter Stegen. Y esos guantes le negarían el gol a Grizi cuando el descanso asomaba. Xavi se lanzó al túnel como el sediento en el desierto sobre un vaso de agua.

Araújo evita el empate al final

Cuando el partido volvió, el Atlético seguía mandando. La pelota llevaba su nombre en el tobogán hacia Ter Stegen, lanzado al empate. Llorente había adivinado como escapar de las trampas de Balde y le pintaba la espalda en cada carrera, verticalísimo. João asomaba al fin, algo, buscando a Grizi y a Barrios, arrebatándole la sagrada posesión al Barça. A los rojiblancos solo les faltaba puntería. Entonces sonaría otro gong.

Xavi daba un golpe de pizarra e introducía Kessié y a Ferrán por Ansu y De Jong. Dembélé lo celebró estrellando un balón en largo de Araújo en el palo de Oblak tras una carrera y una posesión largas que el Barça parecía haber olvidado. Pero es que Pedri había dado un paso al centro para alzar el periscopio y llenar la hierba con una particular masterclass. Llevaba las manijas en sus botas. Detenía el tiempo. Lo aceleraba. Enfriaba al Atleti como solo él sabe: desatándole las botas a todos los demas. Sobre todo cuando combina con ese que ya las lleva siempre sueltas, Gavi. Volvieron a encontrarse los dos chavales de Xavi mientras el del Cholo (Barrios) se iba al banquillo para que el Barça terminara el partido como lo comenzó: mandando también en el césped.

El árbitro anularía un gol de Ferrán por fuera de juego antes de que llegaran refuerzos. Ora Morata, ora Correa, ora Lemar. Ora Raphina. El final se acercaba. El aire se llenaba de chispas. Savic y Ferrán se iban a la ducha por lucha grecoromana, mientras el Atleti encallaba a los pies de Ter Stegen. Y ni con este vencido como en esa última ocasión de Grizi: desbarató el pie en la línea. Era el día que no. Morían los rojiblancos en la orilla, fuera de Champions, mientras el Barça daba el paso adelante en LaLiga. Líder en solitario, aprovechando el resbalón del Madrid.

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