Djokovic, a un paso de cazar a Nadal y destronar a Alcaraz
El serbio gana a Paul y jugará el domingo contra Tsitsipas la final del Open de Australia con la opción de ganar su 22º Slam y volver a ser número uno.
Pese a esta nueva controversia, Djokovic (34 años) enlaza 27 victorias seguidas en el torneo, 40 en el país oceánico; jugará su 10ª final en el primer major del año, 33ª de Grand Slam, con la que adelanta a Serena Williams en la segunda plaza de la tabla absoluta, por detrás de Chris Evert (34); nunca ha perdido una semifinal ni una final en la Rod Laver Arena; está a un triunfo del empatar con Rafa Nadal a 22 títulos de Grand Slam y ser de nuevo número uno (ahora es cinco) en detrimento de Carlos Alcaraz, y tiene un balance de 11-0 en 2023 y de 10-2 contra Stefanos Tsitsipas, que será su rival el domingo (9:30, Eurosport). El número cuatro del mundo, de 24 años, aprovechó la ventaja anímica que le dio contar con el apoyo masivo de una grada repleta de compatriotas griegos, para vencer en cuatro sets (7-6 (2), 6-4, 6-7 (6) y 6-3 en 3h21) a Karen Khachanov y plantarse en su primera final del Open de Australia, segunda de Slam tras la que perdió en Roland Garros 2021 ante Djokovic. Habrá revancha, con el liderato del ranking en juego, ya que Stef también aspira a él y será el primer heleno que lo consigue si sale campeón.
A toda la rabia acumulada que tenía por lo que le sucedió el año pasado, cuando fue deportado de Australia por no estar vacunado contra el coronavirus (el primer ministro del Gobierno que le levantó la sanción de tres años sin poder entrar en el país, Anthony Albanese, estaba en la grada), y por su lesión en el muslo izquierdo, de la que parece bastante recuperado (”Estoy muy bien”, señaló), se unió la pesadumbre debida a las reacciones suscitadas por el polémico comportamiento de su padre. En el calentamiento (recibió algunos pitidos al ser presentado) y en el primer juego del partido parecía afectado. Poco a poco, intentó transformar la ira en ese tenis letal que ejecuta, sobre todo desde la ronda de octavos.
Reacción estéril
Pero su ventaja en el marcador la debía más a los errores iniciales de Paul (25 años y 35º del mundo), a quien se le iban largos algunos golpes, que a sus aciertos. Y cuando parecía volar hacia la final, se descentró, discutió con el juez de silla por el inicio de la cuenta del tiempo de saque y vio como un cómodo 5-1 se convertía en un inquietante 5-5 ante un rival que fue recuperando el tino. Por suerte para él, el americano lo perdió de nuevo en el peor momento. El balcánico frenó la remontada, hizo un gesto a la grada llevándose la mano al oído derecho y se llevó algunos abucheos.
Con energías renovadas, Djokovic puso el piloto automático, devolvió todas las bolas que le ponía un Paul muy combativo y le hizo otro doble break para ponerse con un 5-0 tranquilizador en la segunda manga. El resultado no hacía justicia a lo visto en la pista, pero cuando Nole juega para hacer historia pasan a menudo cosas así. Y, como quien no quiere la cosa, se puso a un set del partido por el título. Y no desaprovechó la ocasión de ganarlo también y cumplir con su objetivo por la vía más rápida posible.