Djokovic resiste ante Dimitrov para meterse en octavos

Entre frecuentes gestos de dolor, el serbio gana al búlgaro Dimitrov y se enfrentará el lunes en octavos al australiano De Miñaur.

Nacho Albarrán
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A trancas y barrancas, con gestos de dolor y estiramientos en el muslo izquierdo, incluso sin correr a por la pelota en algunos puntos, Novak Djokovic se las arregló para sobrevivir una ronda más en el Open de Australia. Ya está en la de octavos, por 15ª vez en su carrera, las mismas que Nadal, tras vencer en tres sets (7-6 (7), 6-3 y 6-4 en 3h07) a un Grigor Dimitrov calamitoso, que no fue capaz de hacerle más duro el partido a un rival lesionado. El serbio se enfrentará el lunes a Alex de Miñaur, que contará con el apoyo ¿masivo? del público local. “Es uno de los chicos más rápidos, ha mejorado mucho, tiene a Lleyton (Hewitt), ganador de múltiples Slams. No sé cuántos espectadores estarán de mi lado”, dijo entre risas sobre su cita con el australiano, que se deshizo con comodidad del francés Benjamín Bonzi, verdugo de Pablo Carreño (7-6 (0), 6-2 y 6-1). “Logré sobrevivir y salir adelante. Iré partido a partido. No sé lo que me espera, pero tengo fe en que sea lo mejor”, deseó Nole.

Habrá quien ponga en duda los problemas de Djokovic en el torneo, por su historial, pero lo cierto es que la expresión corporal y los movimientos del balcánico en la pista delatan que no está bien. Pero es tan bueno y tiene tanta experiencia, que le sobran recursos y conocimiento del juego para hacer casi siempre lo que más le conviene. Contra un rival ansioso, como Dimitrov, que no fue capaz de atenerse a poner la bola en el otro lado de la pista (50 errores no forzados), el ganador de 21 Grand Slams sacó bien, minimizó los errores sin abusar de golpes de riesgo y espero que Dimitrov los cometiera uno tras otro.

No obstante, Novak lo pasó mal en una primera manga larga (77 minutos), que se le complicó cuando parecía tenerla controlada primero con un quiebre y más tarde con tres puntos de set en el noveno juego. Después salvó dos del búlgaro el duodécimo, antes de liarse un poco en el desempate, cuando perdió una ventaja de 5-2 y tuvo que encarar otra ocasión de oro de su oponente. Pasado ese trance, con un último gesto en el que se hizo daño cayendo al suelo, y tras ponerse en manos por primera vez del fisio del torneo, Djokovic se entonó, empezó a dirigir el encuentro como a él le gusta y barrió al bueno de Grigor, un tenista que desde que ganó las ATP Finals en 2017 ha ido en permanente cuesta abajo.

Inteligencia

En el tercer parcial hubo alternativas, varios breaks y algunos juegos largos. Djokovic, que fue atendido de nuevo en el banquillo con cierto secretismo (tapada la pierna por una toalla, no se veía dónde le tocaban), supo salir airoso de los vaivenes, aunque volvió a irse a la lona, dolorido. “Siempre comienza bien en los últimos partidos, incluido este, y luego ocurre algún movimiento y luego empeora. Las pastillas hacen efecto, un poco de crema caliente y esas cosas. Eso funciona un poco, luego no, después sí... Es realmente una montaña rusa. Requiere mucha energía que se gasta mental y físicamente al lidiar con el partido, con mi oponente y también con un estado físico no ideal”, explica, dispuesto a continuar con su lucha por prevalecer en un torneo que ha ganado nueve veces, el ansia viva por ser el mejor de la historia que lo reconcome.

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