Davos y el cambio climático
Para las nuevas generaciones no se es creíble si se actúa con hipocresía y doble estándar, lo que se extiende también a lideres políticos y comunicacionales
El Foro Económico Mundial volvió a Davos después de una breve ausencia como también a su fecha habitual, y entre el 16 y el 20 de enero se hicieron presentes 2700 lideres mundiales procedentes de 130 países. Para esta y otras actividades, incluyendo sus oficinas regionales en Beijing y Nueva York, recibe contribuciones de unas mil empresas miembros, típicamente una de carácter global y que factura alrededor de 5000 millones de dólares.
Es este poder el que asegura un gran impacto a sus deliberaciones y una tribuna a quienes asisten, y por cierto se presta para mucha teoría conspirativa, repitiéndose el rol que jugaran el Club de Paris y después, la Tricontinental en el último cuarto del siglo pasado.
Habitualmente sus temas tienen que ver con el escenario económico mundial, a lo cual se agregó la pandemia a partir del 2020 y la guerra de Ucrania después de la invasión rusa. Hace algunos años se incorporaron las guerras culturales, y desde hace casi una década es cada vez más importante el cambio climático.
Y de este importante tema que quiero hablar en esta columna, toda vez que este Foro me ayuda a entender que, si hay tanta difusión sobre el cambio climático y tan poco resultado, algo debe estar pasando con la forma en que se le ha estado exponiendo. Si hay tantos lideres comprometidos, tanto recurso detrás de la narrativa, llegándose incluso a la cancelación de quienes extreman una visión alternativa, lo que ocurre en Davos ayuda a entender este desfase y por qué se avanza tan poco en un tema que se supone urgente.
Me cuento entre quienes están convencidos que al igual que en otras etapas de la historia humana y aun antes que apareciera el homo sapiens, se presencia un indudable cambio climático. Sin embargo, les comparto mi escepticismo de que, por ello, estemos presenciando el fin del mundo. Me he abierto a la posibilidad, pero simplemente no encuentro suficiente evidencia.
Más aún, a pesar de los nombres involucrados y de los recursos detrás de ello, me parece que en las exageraciones se encuentra parte de la razón, por la cual hay poco avance en enfrentar en serio el cambio climático.
A lo dicho hay que agregar por cierto el fracaso de varias de las 26 reuniones cumbres de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, a pesar de las palabras y propuestas. Por cierto, mención aparte tendrían las promesas incumplidas que son muchas, partiendo por la rápidamente olvidada del traspaso de 100.000 millones de dólares anuales para los países más pobres.
Coincide además con un notorio cambio de las prioridades mundiales, ya que la invasión rusa a Ucrania y una guerra que parece estancada y que va a ser larga, han modificado los énfasis del debate público, ya que el protagonismo adquirido por el tema de la energía ha logrado que el gas y el petróleo recuperaran importancia para el proceso de toma de decisiones.
Como consecuencia, ha reaparecido la olvidada geopolítica, que parecía ausente de la globalización que se vive, equivocadamente limitada solo a lo económico. Paralelamente, se ha entendido que el tránsito hacia nuevas tecnologías requiere un periodo de ajuste que va a ser más largo de lo que se suponía, lo que ha hecho disminuir el optimismo original. Ejemplo de ello es la revisión que hace Alemania, tanto de su dependencia del gas ruso como de haberse alejado de la energía nuclear o del hoy al parecer olvidado discurso en contra del petróleo de la administración Biden en EEUU, y el cambio de actitud hacia gobiernos como los de Arabia Saudita y Venezuela.
Entre los puntos a destacar, lo primero es que parece haber hecho daño el discurso catastrofista y los argumentos casi religiosos de dividir al mundo entre buenos y malos, descalificando en la práctica a quienes proponen mayor gradualismo. Hoy, parece aceptarse la necesidad de sumar y no restar, toda vez que fijar fechas que no se cumplen para el inicio de la tragedia como lo hiciera alguna vez Al Gore, genera más dudas que certidumbres en sectores cuyo apoyo es necesario.
En segundo lugar, en un mundo donde hay tantas fuentes alternativas de información, sobre todo en internet, se despliegan noticias que no siempre son ciertas, por lo que se hace necesario fortalecer la transparencia, que ha sido un problema, no solo a nivel político, sino sobre todo por la opacidad de muchas fuentes de financiamiento, partiendo por estudios e investigaciones universitarias y las motivaciones detrás de varias ONGs.
Por lo tanto, la necesidad de transparentar todos los intereses, a favor y en contra, todos, ya que los intereses son muy variados, sobre todo, si se van a necesitar decisiones políticas que involucran recursos públicos en un momento de alta competencia por ellos. Detrás de las posiciones del debate también hay intereses económicos muy grandes: la sola magnitud que se necesita para financiar toda transición explica no solo el cabildeo a favor de las industrias fósiles, sino también de las nuevas que aspiran a reemplazarlas en la billetera fiscal.
No se trata de “buenos” y “malos” sino de intereses, y todos debieran ser visibles, partiendo por aquellos que podrían usufructuar de una inmerecida opacidad.
En tercer lugar, el proceso de toma de decisiones debe mejorarse, aspirando a la mayor seriedad posible, tanto a nivel internacional como nacional. En otras palabras, las decisiones públicas y de autoridades debieran respaldarse con las consecuencias que significa la acción versus la inacción, es decir, trabajar con la construcción de escenarios en base a su probabilidad, en reemplazo de las simples palabras o difusión del miedo no avalado en hechos.
En cuarto lugar, si se habla de “justicia climática”, se necesita la aparición de la ética, ya que, sin ella, es un simple eslogan, partiendo de el hecho que las principales economías también figuran entre los mayores contaminadores, como es el caso de China, pero también de Estados Unidos.
En quinto lugar, la seriedad de las propuestas también debe medirse por la capacidad de incorporar a todos los actores, incluyendo un mundo globalizado que postula un rol importante para el mercado, es decir, tecnología e instrumentos de mercado, ya que tal como se transita hoy, pareciera que los aportes claves solo van a surgir de la política y de las decisiones públicas, lo que es contradictorio con las propias características del periodo histórico que nos ha tocado vivir, globalizado, pero también capitalista, sea de mercado o de estado.
El discurso que predomina en Davos ayuda a entender las dificultades planteadas por un discurso buenista de superioridad moral y a veces hipócrita. Es el caso de quienes hablan de suspender su consumo de carne por el cambio climático, pero son dueños o ejecutivos de empresas que contribuyen al problema.
De ahí el rechazo a quienes hacen exigencias a los demás, pero viajan en aviones privados distancias cortas y compran propiedades frente al mar, en lugares que se asegura su desaparición o inundación, como consecuencia de este cambio. Es decir, sobre todo para las nuevas generaciones, no se es creíble si se actúa con hipocresía y doble estándar, lo que se extiende también a lideres políticos y comunicacionales, sobre todo, cuando se agregan las redes sociales.
En lo positivo, Davos coincidió también con una noticia que puede mostrar el camino para el éxito, ya que en esos días se entregaron noticias estimulantes acerca del mejoramiento en la capa de ozono, que desde 1985 aparecía como un gran problema. Esta sanación quizás muestra un camino para la unión de todos los involucrados, y que quizás el camino a transitar es más gradual, pero más realista.
Hay que convidar a más gente a la mesa, sin descalificaciones previas a quienes tienen otra forma de acercarse a una solución, toda vez que existe evidencia de catástrofes que tuvieron lugar cuando todavía no habían seres humanos como también han existido en el pasado procesos de cambio climático con consecuencias diversas, incluyendo aquel que permitió la supervivencia humana, al ayudar a nuestros antepasados a salir de África para poblar el resto de la tierra.
Algo que tampoco debe ser olvidado en una época donde la victima ha reemplazado al heroísmo como virtud.