CACEREÑO 0 - REAL MADRID 1 / El Madrid vaguea y pasa

Un gol de Rodrygo le clasifica tras un pésimo partido. El Cacereño, valiente y mucho más intenso, mereció mejor suerte. Hazard volvió a ser invisible

Luis Nieto
As
A regañadientes, vagueando y con un gran gol de Rodrygo, el Madrid sigue en la Copa. Ni en la alineación ni en la actitud guardó las apariencias. La competición está a la cola de sus prioridades y de su interés, empezando por Hazard. Entró en el partido como caso abierto y salió como caso perdido. Esa decadencia parece ya irreparable. El resto no estuvo mucho mejor. Al otro lado, el Cacereño cumplió con los 14.000 hinchas que reunió en torno a una ilusión imposible. Le puso nervio y valentía y exigió al campeón de Europa, pero fue más ladrador que mordedor. Debe darse por satisfecho con su esfuerzo y con la taquilla.

Como la Copa es competición para todos los públicos, resulta relativamente frecuente que un equipo (modesto) ande loco por que llegue un partido y otro (poderoso), loco por que pase. En esa cuestión de perspectiva, el Cacereño se tomó el duelo a la tremenda y el Madrid, como el marrón que tienen que comerse una mayoría de insatisfechos y una minoría de canteranos entre dos partidos de Liga, lo que le da de comer. Asuntos como este suelen suceder en invierno, lo que agrava el problema: un campo con más barro, una noche con más frío, un público local eufóricamente navideño. Todo pensado para acortar el trecho planetario que existe entre cuatro divisiones. Una trampa en la que ya había caído cinco veces el Madrid.

Demasiadas faltas

La coreografía inicial superó las previsiones. El Cacereño se fue a por el Madrid como si fuera de su especie, le presionó arriba, desplegó en campo ajeno a sus laterales y desató todo su ardor guerrero. En el partido no estaba para alegrar a la ciudad ni para quedar bien, sino para pasar la eliminatoria. Un plan que exigía un brutal consumo energético. Lo sabía el Madrid, que aplicó la paciencia como única y aburrida contramedida.

Entre la falta de pericia extremeña y de interés blanco, el partido fue trabándose, con una media cercana a la falta por minuto, y con poquísima actividad cerca de las porterías. En esos minutos iniciales el Madrid solo registró un remate lejano de Ceballos, rechazado sin dificultad por Iván Moreno. Arriba, perdido entre la izquierda y la punta, acampaba Hazard, ese suceso inexplicable que pasó de galáctico a invisible de junio a septiembre hace ya cuatro años. Quién sabe si le fallan las fuerzas o las ganas. Ancelotti le hace la rosca en las ruedas de prensa y le limpia de las alineaciones cargado de razón.

Andriy Lunin despeja un centro lateral ante la oposición de Manolo Molina.
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Andriy Lunin despeja un centro lateral ante la oposición de Molina.JAVIER GANDULDIARIO AS

Y en la misma línea andaba el resto. Odriozola debutó a banda contraria cuando no había tenido ni un minuto en la suya, una doble zancadilla. Ni siquiera pudo acabar el encuentro. Lesionado, se fue tan en blanco como llegó. Camavinga corre el riesgo de acabar en revulsivo eterno. Asensio sigue sin salir de ese bucle de genio discontinuo, aunque hay que reconocerle que no se borró. Rodrygo se justificaba con algún desmarque improductivo y Tchouameni seguía en Qatar. Solo Ceballos sujetaba la bandera con más voluntad que precisión. El Madrid era incapaz de disimular que el partido no le apetecía. En la biodiversidad de su plantilla no abundan los suplentes ejemplares.

El Cacereño bastante había hecho con quitarse el complejo. Le ponía fuego a cada lance, ganaba abrumadoramente los balones divididos y su entusiasmo le alcanzaba incluso para mandar un par de disparos sin tino, lanzar algún córner que resolvió Lunin y alborotar el gallinero. La calidad del choque no merecía tanta grada supletoria; el entusiasmo del Cacereño, sí.

Rodrygo decide

La cabeza del Madrid no estaba en la Copa. Ni siquiera la de Ancelotti, que cambió dos titulares (Tchouameni y Militao) por otros dos (Rüdiger y Valverde) sin otra pretensión que repartir esfuerzos. No se apreciaba una intención real de pegar un volantazo. También el técnico jugaba ya el partido del Villarreal.

La cosa no mejoraba en la segunda mitad. El Madrid era el mismo, el Cacereño había perdido piernas, el balón saltaba ya como un conejo sobre ese césped maltrecho y el público se buscaba un entretenimiento con la ola, por hacer que pasaba algo en la grada ya que nada sucedía en la hierba. El consuelo de los aburridos. La única agitación fue una media vuelta de Asensio al centro de la portería que rechazó Iván Moreno.

0-1. Rodrygo se preprara para lanzar a la portería de Iván Moreno.
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Con este remate decidió la eliminatoria Rodrygo.JAVIER GANDULDIARIO AS

Ancelotti pasó entonces al plan C: los canteranos. Al partido llegó Álvaro Rodríguez y lo dejó Hazard, ausente eterno. Y entonces Rodrygo hizo una acción de otro partido. Tomó la pelota el vértice izquierdo del área, se cambió de pie el balón para dejar atrás a Luis Aguado y Clausí y colocar el balón con su derecha muy lejos de los guantes de Iván Moreno. El único detalle de que en el Príncipe Felipe había un grande.

El Cacereño parecía ya físicamente vacío para un segundo impulso. Julio Cobos, su técnico, quiso invertir la tendencia con un carrusel de cambios, pero el Madrid andaba ya atento atrás para ahorrarse la prórroga, que hubiese resultado un castigo adicional aunque posiblemente lo mereciera. Parece difícil que los que salieron en Cáceres encuentren una salida a su justificadísima suplencia.


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