Selección argentina: un finalista mundial que se recibió de equipo ante Croacia con un Messi mágico y la potencia de Julián Álvarez
Con paciencia, sacrificio e inteligencia, el conjunto nacional escribió un 3-0 que lo puso en la definición de Qatar 2022; el capitán se embarra por los compañeros y generó un gol maravilloso
Tuvo que rendir exámenes en cada uno de sus pasos el seleccionado. Se llenó de miedos, primero, cuando Arabia Saudita le puso los pies sobre la superficie. Después, sintió que le faltaba el aire porque México amenazaba con arrebatarle la ilusión. Aprendió a convivir con la tensión cuando sacó del medio a Polonia. Ofreció aplomo cuando dejó sin argumentos a Australia. Sacó todo su carácter en la batalla con Países Bajos. Y esta noche en Lusail se recibió de equipo, ese título tan difícil de conseguir en el mundo de la pelota. Goleó, no dejó dudas, convenció, resolvió el anagrama con holgura y le envió un mensaje a quien tenga que enfrentarse con en la final.
Había que dejar la piel, saber leer la propuesta de un rival que administra la pelota y no desespera. Y allí cuando era necesario medir de qué esté hecho el conjunto que Lionel Scaloni terminó de edificar en esta Copa del Mundo, se advirtió que está en el punto de madurez exacta. Aunque también mostró la dosis justa de inconsciencia que aporta la sangre nueva, porque sólo así se explica que Julián Álvarez corriera desbocado, que Enzo Fernández persiguiera a cuanto croata se le cruzara por delante y que Nahuel Molina se asociara con Messi con la frescura de una tarde de potrero. No pensar en que se trataba de una semifinal quizás sea. también, sea parte del secreto.
Se apiñó para que Croacia no le hiciera daño, porque ¿qué le importa a este equipo eso de la estética cuando hay tanto en juego? Más allá de las banderas que se despliegan alrededor, también se ofrece utilitario. Sólo hace falta ver cómo Lionel Messi se enchastra por este plantel y pone el cuerpo para colaborar en tareas que no son de su naturaleza.
No sabe de límites este grupo, no conoce la palabra “imposible”. Por eso va contra cualquier oposición, por eso no hay tablero de ajedrez que pueda contra la emoción. Porque en este juego, en el que muchos se empecinan por domesticar, no hay forma de ir en contra del salvaje hambre de gloria de Messi, en contra del desesperante modo en que Julián Álvarez quiere inscribir su nombre en la historia, de la silenciosa entrega de Alexis Mac Allister, del desenfado de Enzo Fernández, de la obediencia de Rodrigo De Paul, de la rigurosidad de Nicolás Otamendi y de Cristian Romero, la disciplina de Nicolás Tagliafico...
Desde esa forma de expresarse, de convencerse, la selección argentina esta noche dejó muy lejos de acción al subcampeón del mundo. Nada de casualidades: paciencia, sacrificio e inteligencia. Cuatro pilares para que este grupo de futbolistas llegara al último escalón de esta cita mundial, porque aprendió a sufrir, supo leer dónde estaban sus errores, entendió sus limitaciones y siempre se sintió seguro de sí.
Todos entienden su rol. No es una tarea sencilla cuando hay tanto ego dando vuelta en una misma cancha. Se encolumnan, respetan la idea, no se corren del libreto, revalidan las palabras de su entrenador y muestran adoración por su dios, el que está aquí, entre los mortales. ¿Y cómo no hacerlo y ofrecerle reverencias? Si Messi reventó la red en su penal, gracias a esa locura divina que tiene Julián Álvarez. No hay otra forma de calificar lo que hace la joya de Manchester City, la que modeló Marcelo Gallardo, porque con esa demencial forma de entender el trabajo de un delantero marcó el primero de sus dos goles, el segundo de la Argentina.
Es dueño de una infinidad de emociones este equipo. Porque conmueve de punta a punta y alcanza su pico máximo en su capitán. Messi le mostró al mundo en la jugada del tercer gol, que él fabricó, que lo que sucedió en la cancha no es más que la obra de una divinidad con una pelota en los pies. Con 35 años, con un isquiotibial que lo tuvo algo incómodo, pintó a Josko Gvardiol, soportó los kilos del amaderado defensor croata y después pateó definitivamente el tablero balcánico que había dispuesto Zlatko Dalic para repetir algo de lo que sucedió en Rusia 2018, pero que aquí no estuvo ni cerca de suceder.
Todos disfrutaron de lo que pasó. No es algo normal a esta altura de la aventura mundialista. Scaloni se dio también ese lujo. Los jugadores se permitieron celebrar con la gente, recibieron las felicitaciones de los croatas. El 13 de diciembre de 2022, sin importar qué suceda más adelante, la selección dejó en claro que definitivamente es mucho más que un montón de talento en una cancha. Simplemente, y especialmente, es un equipo.