PAÍSES BAJOS-ARGENTINA Messi sobrevive a Mateu

Argentina se clasificó en los penaltis y se medirá a Croacia. Dibu Martínez detuvo dos. Países Bajos había neutralizado un 2-0 en el minuto 101. Arbitraje polémico.

Aritz Gabilondo
As
Una prórroga agónica y un desenlace trepidante en los penaltis condujeron a Argentina a las semifinales del Mundial cuando más le había hecho sufrir Van Gaal, cuando todo se había puesto en su contra a pesar de que tuvo la clasificación mucho antes en el bolsillo. Murió de pie Países Bajos, que reaccionó a tiempo y a base de colgar balones. Comprimió un partido del que salieron vivos como pudieron Argentina y Messi, víctimas también, en realidad todos, de un arbitraje nefasto de Mateu. No habrá Clásico en semifinales, pero sí estará la Argentina de Messi con su versión camaleónica. Modric le espera.

La Albiceleste fue mejor desde la alineación. Scaloni calcó el dibujo de Van Gaal. Plantó un espejo sobre el campo para obligar a mirarse en él a los neerlandeses y que comprobaran que quizá no eran tan guapos con su esquema habitual. El plagio neutralizó los dos carrileros de Van Gaal y descubrió mas huecos para Messi de los que hubiera tenido con un socio más al lado. A veces lo mejor con los genios es dejarlos libres, que se sientan lobos solitarios. Messi lo fue. Cada vez que participó del juego elevó el partido.

En su primer truco de escapismo lanzó alto desde la frontal. Se flageló como si desde ahí estuviera obligado al gol. Dice mucho de él. Si no aparecía Messi, el encuentra era terrenal. Hubo un tramo en el que Países Bajos llegó a sentirse cómoda y ofició ataques que comprometieron a los tres centrales argentinos.


Estaba muy pareja la situación hasta que Messi convirtió el agua en vino. Una recepción en el centro del campo inició todo. Con el control dejó seco a De Jong y con la asistencia rompió las leyes del fútbol. Un pase invisible, un trazo de genialidad absoluta, que Nahuel Molina aprovechó para batir a Noppert. El partido inexistente, el de Messi, surgía una vez más.

Para entonces Mateu ya se había hecho enemigo de todos y amigo de sí mismo. Lo previsible. En un encuentro de esta altura lo mejor para un árbitro es pasar desapercibido, algo que no va con él. Van Gaal quiso emprender la remontada y renunció al equilibrio. Se fue De Roon y entró Berghuis. El centro del campo neerlandés desapareció.

Con espacios, cualquier opción a la contra era un caramelo para Messi. Apareció en varias, pero el que logró encender la luz fue Acuña. Tras una internada por la izquierda, la enésima, provocó un penalti torpe de Dumfries que Messi resolvió con soltura. Argentina se vio cerca de la semifinal, pero a Van Gaal le quedaba una última bala en el banquillo. Introdujo a las dos torres, Luuk de Jong y Weghorst, y cambió el partido a base de colgar balones.

Cambio de rumbo

Así fue empequeñeciendo a la defensa argentina y la sacó de quicio. Así acortó distancias Weghorst de cabeza y convirtió el final en un drama absoluto, una pelea entre los centímetros y el oficio, entre el empuje y la ansiedad. Hubo tanganas, nervios, bronca. Hubo de todo. Y en la última jugada, tras una falta que era para el lado contrario a lo que pitó Mateu, empató Weghorst tras hacer buen uso de la estrategia de Van Gaal. Se desató la locura de Países Bajos y el enfado de Argentina. Vuelta a empezar.

En plena ebullición, con los argentinos más pendientes del árbitro que del juego, la prórroga fue un sanatorio para reparar heridas. Van Gaal no tenía equipo pero sí referencias arriba, mientras que Argentina fue recuperándose de la emoción a base de controlar el juego. Dos mundos paralelos. En un final de infarto, Lautaro pudo marcar dos veces y también Enzo Fernández, que se topó con el palo. El desenlace se fue a los penaltis. Ahí apareció el Dibu Martínez para salvar los dos primeros tiros y mandar a la lona a un equipo neerlandés casi irrompible. Un grande, Van Gaal, se va; otro, uno aún mayor, se queda: Messi.



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