Marruecos es el orgullo de África

Un gol de En Nesyri mete por primera vez a una selección del continente en semifinales de un Mundial. La revolución de Regragui también tumba a Portugal.

Jorge García Hernández
As
Walid Regragui ha necesitado menos de cuatro meses para cambiar para siempre la historia del fútbol africano y hacer que el nombre de Marruecos resuene en lo más alto de este Mundial. Es el estratega que ha conseguido colocar por primera vez a una selección del continente en unas semifinales, esta vez llevándose por delante a la pléyade de estrellas que gestiona Fernando Santos. En Nesyri, la gran apuesta, del técnico marroquí, le pagó con creces ese cariño.

Portugal salió a sofocar con posesión la llama que los miles de marroquíes que copaban al Thumama había prendido en su equipo y, rápidamente, encontró un cabezazo de João Félix. Pero Bono no estaba dispuesto a que tan pronto se quebrara la atmósfera que una marabunta rugiente había generado en el estadio de Doha. Regragui se había encontrado con la baja de última hora de Mazraoui, equilibrándola con un lateral zurdo puro como Attiyat Allah, que más tarde le daría su premio. Santos respondió al atronador recibimiento inicial de la afición africana intentando ahogar la salida de Marruecos, pero el equipo de Regragui cambiaba sin problema de registro en posesión, desnudando esa presión con un buen manejo para lanzar esas transiciones que tanto daño le hicieron a España. Mientras, por turnos, Bernardo y Otávio probaban el fuego de Amrabat. Con Bruno y el del City sin nitidez en los pasillos interiores, lo mejor de Portugal eran las apariciones de João Félix.

Mediado el primer acto, Ziyech reclamó protagonismo con un par de diagonales que volvieron a acelerar el nervio de la grada. Marruecos percibía las dudas lusas e iba soltando andanadas cada vez más certeras. Amallah, primero, y después Boufal presentaban ya un panorama muy preocupante para una Portugal que acusaba un centro totalmente inconsistente, donde Neves ni atinaba a romper líneas ni era capaz de controlar las acometidas de un Ounahi vertical. Y así encontró el gol Marruecos. El medio que sorprendió a Luis Enrique se la hizo también a Santos. Condujo, ganó un rebote y cedió a Attiyat Allah. El lateral soltó una comba al punto de penalti, donde En Nesyri se elevó majestuoso para retratar a Rúben Dias y a Diogo Costa. Al Thumama ardía y Cristiano soltaba una mueca mezcla de incredulidad y de sonrojo. Ni siquiera el balón mordido que Bruno Fernandes estrelló en el larguero enmascaraba la sensación al descanso. Se seguía el guion que había impuesto Regragui.

Marruecos volvió donde lo había dejado, con Ziyech hurgando en la herida. Santos ya no aguantó más. Ni cinco minutos habían pasado y se jugó la carta de Cristiano. Cancelo le acompañó. Con Bernardo Silva en la base del juego y Bruno Fernandes afilándolo, Santos esperaba que Cristiano reciclara su fuego interno para que lo pagara Marruecos. Los cambios resumían una batalla desigual. Mientras Regragui buscaba auxilio poniendo únicamente piernas frescas en la refriega, el seleccionador portugués abría el portón para ir soltando todo su arsenal. Después de Cristiano y de Cancelo, la colección sobre el césped la completaban Vitinha y Leão. No iba más. La mirada se volvía hacia Bono. Y estaba. Otra vez le negó el gol a João Félix descolgando de la escuadra su zurdazo, antes de frenar la única intentona de Cristiano. El portero encontró apoyo en El Yamiq. Con Aguerd fuera y Saïss retirado en camilla, el central del Valladolid lideró la resistencia final con su dominio del espacio aéreo. La expulsión de Cheddira tiñó de épica el tiempo añadido, pero a Amrabat aún le quedaban pulmones y a Marruecos le sobraba coraje.



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