Marruecos es el orgullo de África
Un gol de En Nesyri mete por primera vez a una selección del continente en semifinales de un Mundial. La revolución de Regragui también tumba a Portugal.
Mediado el primer acto, Ziyech reclamó protagonismo con un par de diagonales que volvieron a acelerar el nervio de la grada. Marruecos percibía las dudas lusas e iba soltando andanadas cada vez más certeras. Amallah, primero, y después Boufal presentaban ya un panorama muy preocupante para una Portugal que acusaba un centro totalmente inconsistente, donde Neves ni atinaba a romper líneas ni era capaz de controlar las acometidas de un Ounahi vertical. Y así encontró el gol Marruecos. El medio que sorprendió a Luis Enrique se la hizo también a Santos. Condujo, ganó un rebote y cedió a Attiyat Allah. El lateral soltó una comba al punto de penalti, donde En Nesyri se elevó majestuoso para retratar a Rúben Dias y a Diogo Costa. Al Thumama ardía y Cristiano soltaba una mueca mezcla de incredulidad y de sonrojo. Ni siquiera el balón mordido que Bruno Fernandes estrelló en el larguero enmascaraba la sensación al descanso. Se seguía el guion que había impuesto Regragui.
Marruecos volvió donde lo había dejado, con Ziyech hurgando en la herida. Santos ya no aguantó más. Ni cinco minutos habían pasado y se jugó la carta de Cristiano. Cancelo le acompañó. Con Bernardo Silva en la base del juego y Bruno Fernandes afilándolo, Santos esperaba que Cristiano reciclara su fuego interno para que lo pagara Marruecos. Los cambios resumían una batalla desigual. Mientras Regragui buscaba auxilio poniendo únicamente piernas frescas en la refriega, el seleccionador portugués abría el portón para ir soltando todo su arsenal. Después de Cristiano y de Cancelo, la colección sobre el césped la completaban Vitinha y Leão. No iba más. La mirada se volvía hacia Bono. Y estaba. Otra vez le negó el gol a João Félix descolgando de la escuadra su zurdazo, antes de frenar la única intentona de Cristiano. El portero encontró apoyo en El Yamiq. Con Aguerd fuera y Saïss retirado en camilla, el central del Valladolid lideró la resistencia final con su dominio del espacio aéreo. La expulsión de Cheddira tiñó de épica el tiempo añadido, pero a Amrabat aún le quedaban pulmones y a Marruecos le sobraba coraje.