Lionel Messi: el momento en el que levantó la cabeza, miró el reloj y lo detuvo para acabar con el sufrimiento
La selección argentina, guiada por el genio incomparable de su capitán, goleó 3-0 a Croacia y jugará la final del Mundial el próximo domingo
No había corrido en casi todo el segundo tiempo el capitán. Se volcó a la derecha del ataque. Hubo un lateral en la mitad de la cancha que significó un respiro. Rodrigo De Paul perdió algo de tiempo. El árbitro italiano Daniele Orsato levantó los brazos y le mostró el reloj: “Te acabás de ganar un minuto más de tiempo adicional: ¿querés sufrir?”, pareció decirle. El equipo estaba metido muy atrás y De Paul no tenía pase. Arriba, Messi solo. Pegado a él, el cancerbero Josko Gvardiol, defensor de Leipzig. Como si necesitara acrecentar su fama de hombre rudo, lleva una máscara protectora. Casi un verdugo. Hasta este partido, solo una vez lo habían gambeteado en el Mundial, según las estadísticas.
De Paul se la tiró igual. La aguantó Messi. Antes había mirado el reloj. Deberían revisarse los registros, porque pareció que lo detuvo (o tal vez lo hizo correr más lento). Porque él ya no es tan veloz. Necesita que el tiempo transcurra más lento. Ya no puede acelerar, así que balancea el cuerpo. Deja la pelota entre las dos piernas y amaga arrancar para allá o para acá. Ni una ni otra. No la toca. Se queda y espera. Le tienen miedo. Los rivales le temen. Es pánico. Se percibe. Saben que si intentan un anticipo quedarán expuestos a los memes en redes sociales.
Y se le fue. Hasta el fondo. Para qué contar con más detalles lo que ya se comenzó a venerar con repeticiones en videos, en gifs, en redes, en los televisores. Lo que ya es motivo de admiración en todo el mundo. Fue el 3-0 de Julián Álvarez. Ni él lo festejó como propio. Todo fue devoción por Messi.
Después de todo este resumen de una sola jugada, cómo explicarle a esa marea enloquecida por la ilusión del título Mundial que la actuación de Messi, en el partido semifinal ante Croacia, había sido de lo más común hasta ese momento. Buena, pero no genial. Con 35 inviernos, y después de ganar casi todo, ese hombre se desvive por lo único que le falta. Y sabe que si tiene una oportunidad, una sola, la tiene que exprimir al máximo. Sí, ahora tiene que decidirlo todo en las pocas que tenga, mientras las piernas aguanten.
Messi ya es el máximo artillero de la historia argentina en los Mundiales. Tiene 11 goles y con eso superó a Gabriel Batistuta, que quedó detrás con 10. Llamativo es lo de este Mundial, porque tres de los cinco tantos que lo convierten en uno de los goleadores de Qatar 2022 llegaron por esa vía. Más: con 11 goles y 9 asistencias, es el jugador récord en ese doble ítem de la historia de los mundiales: superó a Pelé, Miroslav Klose, Gerd Múller y Ronaldo Nazario. Luego del partido, le dieron -por cuarta vez en el torneo- el premio a mejor jugador del partido. Otro récord: llegó a 25 partidos en Mundiales e igualó el primer lugar de ese listado que hasta esta noche ocupaba solo el alemán Lothar Matthäus. El domingo lo superará.
“Me gustaría patear mejor los penales”, dijo alguna vez Lionel Messi. Se puede decir que fue durante mucho tiempo (y tal vez lo siga siendo), uno de sus puntos débiles. En realidad, si se lo compara con otros futbolistas de su categoría, sus medias son similares, lo que para Messi es una rareza. De él se espera que todo sea extraordinario.
En esta Copa del Mundo le dieron ya cuatro penales a la Argentina. El capitán los pateó todos. No hubo dudas respecto de las sanciones en los partidos con Países Bajos y Croacia. Ambos los convirtió. Y los otros dos, más discutidos, los que le otorgaron contra Arabia Saudita y contra Polonia, ninguno sirvió: uno por la derrota 2-1 en el debut, y el otro se lo atajó Wojciech Szczesny (en el 2-0 contra Polonia).
Pero cuando llegó el penal, volvió a acertar. Ahora con un remate fuerte y elevado. El infalible Dominik Livakovic venía de atajar cuatro penales en las series de definición contra Japón y contra Brasil, que permitieron el acceso de Croacia a esta instancia. Y también acertó el palo en el tiro del argentino, pero fue tan elevado, cerca del travesaño, que no lo alcanzó.
Por primera vez en el Mundial la Argentina no tuvo el control de la pelota en el primer tiempo. Y en esa condición, durante gran parte del juego, la participación de Messi fue apenas posicional. Para cubrir espacios en la salida croata. En esta versión colaborativa de Messi, sus ajustes en el mediocampo, especialmente para cubrir a un De Paul que evidentemente no está al ciento por ciento, permitieron recuperaciones de pelotas que podían representar peligro para la selección. Ayudó en la contención del excelente circuito futbolístico que los europeos desarrollan desde la mitad de la cancha para arriba.
Un detalle: le dio el pase a Julián Álvarez en el segundo tanto argentino. Claro que contar eso como asistencia sería como el derecho de autor que exigió alguna vez Héctor Enrique por el pase con Maradona en el tanto a los ingleses en el 86. Esta vez no hubo belleza y virtudes en el autor. Pero el atacante de Manchester City remontó la misma distancia a los tropezones, entre rebotes y a pura testarudez para meterse en el área chica y definir como si todo el embrollo anterior no hubiera existido.
A los 18 minutos del arranque, se tomó la cara posterior del muslo izquierdo. Se agachó para estirar el músculo. Sintió un dolor, claramente, pero ni miró al banco. No iba a salir. De ninguna manera. No se lo vio bien. No corrió tanto, no participó como ante Australia, por ejemplo. Cómo explicar ahora que este no es el mejor Messi. ¿Quién puede creerle al que lo intente?, ¿quién se anima a someterse a la demanda popular que ya determinó que esto es supremo? Y para qué discutir. Después de esas acciones simbólicas como la que logró ante Gvardiol… Después de eso no se puede decir mucho más. Después de ser artífice del primer partido sin sufrir en este Mundial, cualquiera se siente tentado de decir cosas desmedidas. Pero mejor esperar hasta el domingo próximo para hacerlo. A este Messi le sobra el tiempo.