Hugo Ibarra sigue en Boca: pros y contras de una decisión que puede marcar el pulso político de Riquelme en 2023
El entrenador tendrá la difícil misión de armar un equipo competitivo para intentar ganar la Copa Libertadores; buscará el salto de calidad luego de mostrar supremacía desde los resultados en la Liga Profesional
Si la situación se analiza desde el costado estrictamente de los resultados, que el formoseño siga al frente del plantel no debería sorprender. Le tocó asumir en medio de la tormenta por el despido de Sebastián Battaglia, no había arrancado bien pero terminó siendo campeón en la Liga Profesional. De los 25 partidos que dirigió Ibarra, Boca ganó 15, empató 5 y perdió 5; el equipo marcó 29 goles y recibió 22.
En el debe estuvo la eliminación con Patronato en las semifinales de la Copa Argentina y la final perdida con Racing por el Trofeo de Campeones. Esa fue la última foto competitiva xeneize, que no sólo empañó lo realizado en el año por la derrota sobre el final, sino por el escándalo generado en San Luis por las 8 expulsiones, entre ellas las de Ibarra.
¿Qué pros y contras tiene para Boca el anuncio de la continuidad de Ibarra para 2023? A favor, por empezar, está la buena relación que supo reconstruir con los jugadores. El DT que hasta recién era interino no había arrancado bien por la decisión que tomó con Carlos Izquierdoz en la derrota ante San Lorenzo por 2-1, en el Nuevo Gasómetro, el 9 de julio pasado. Esa tarde, el capitán desplazado (Izquierdoz) recibió el saludo por el gol de quien había heredado la cinta (Marcos Rojo). En la tumultuosa semana que vivía Boca por la eliminación en la Copa Libertadores ante Corinthians, cada gesto y palabra tuvo mayor repercusión. Fue lo que ocurrió con el gol de Boca a los 28 minutos del primer tiempo, tras un tiro libre de Villa que Rojo tocó a la red. El central zurdo fue corriendo hasta el banco y abrazó a Izquierdoz. Esa dedicatoria del gol fue un claro mensaje al Consejo de Fútbol, mostrándoles el desacuerdo de los jugadores porque Cali no jugara ese clásico.
El Cali, que el lunes anterior había encabezado, junto con Rojo, Darío Benedetto y Frank Fabra, una reunión con el Consejo de Fútbol por premios adeudados tras la obtención de la Copa Argentina y los que correspondían por la Copa Libertadores, terminó desplazado. Y a los pocos días se fue a Sporting de Gijón. Desde el plantel miraron de reojo a Ibarra por intuir que esa decisión había llegado desde más arriba. Encima, vinieron los partidos ante Patronato en Paraná y Argentinos que dejaron una imagen muy desdibujada, aplastada.
Sin embargo, el mapa interno se fue modificando de tal forma que el propio Marcos Rojo, el 10 de noviembre, tras ser campeón, señaló: “Hicimos las cosas muy bien, Hugo dio calma y tranquilidad, conoce mucho el club y creo que la forma en que competimos le puede dar un plus a la hora de seguir. Entró en un momento difícil. Se ve cómo es en los partidos y lo mismo pasa en el día a día”. Y había agregado en declaraciones a ESPN: “Eso nos trajo mucha tranquilidad a nosotros. Hugo agarró con el torneo comenzado, ahora tenemos una pretemporada que va a venir muy bien para trabajar y tomar la idea. Después otra vez va a ser un año muy largo”.
El grupo pasó a creerle a Ibarra por decisiones que el DT iba tomando durante los partidos en un trabajo conjunto con Leandro Gracián y Roberto Pompei, los ayudantes de su cuerpo técnico: cambios que le aportaban soluciones ofensivas y defensivas al equipo, lectura de juego para modificar nombres o sistemas tácticos, pedidos específicos a futbolistas en el campo de juego que luego les servía para destrabar partidos o generar situaciones de riesgo, recursos que estaban más difusos durante el ciclo Battaglia. Incluso ha ganado partidos que Boca empataba y tomando decisiones fuertes, como sacar a los dos capitanes, Darío Benedetto y Pol Fernández. El triunfo ante River en la Bombonera fue uno de sus puntos fuertes, desde la estrategia y la presencia que mostró su equipo.
Dentro de los aspectos positivos está también que ya conoce un plantel que supo potenciar y agrandar por las variantes de juveniles que fue sumando ante las lesiones de Sebastián Villa, Exequiel Zeballos y Marcos Rojo, como las apariciones de Gonzalo Morales, Luca Langoni y Gabriel Aranda. Ibarra trató de poner siempre a los que mejor estaban desde lo físico y futbolístico, generando un despliegue de intensidad para no dar ventajas en ningún partido.
El plus anímico también le jugó a favor, desde las respuestas para ofrecer competencia en todos los frentes y ganar partidos en los minutos finales. Como contrapartida, los deslices en la derrota: porque el Boca de Ibarra perdió poco pero -cuando trastabilló ante Racing- terminó en escándalo. Ese tipo de comportamientos ya le trajeron un dolor de cabeza mayúsculo a esta misma conducción de Boca en la Copa Libertadores 2021, tras quedar eliminado ante Atlético Mineiro, aunque el entrenador era Miguel Ángel Russo.
Ese anclaje sirve como disparador para analizar los puntos suspensivos sobre la continuidad de Ibarra, lo que no aparece tan claro qué podría suceder. ¿Tendrá Ibarra las herramientas para potenciar a Boca también en el plano internacional? ¿Podrá, desde su capacidad, ofrecerles a los gigantes de Brasil lucha como la diferencia en los resultados que logró marcar en el fútbol argentino? Porque en un año eleccionario, la Copa Libertadores en Boca toma más peso todavía. Quizás no sea necesario ganarla sí o sí (según las evaluaciones que puedan hacer los propios hinchas) pero sí se pondrá la lupa en el recorrido y en las formas. Será la última de la primera gestión de Román y siempre dijo el ex10 que pretendía quedarse en el poder por varios años. ¿El hincha le valorará todo lo hecho hasta ahora o –desde ambos lados- sienten que para volver a triunfar en las urnas deberían ganar la séptima, ese ansiado trofeo que se presenta esquivo desde 2007?
Con respecto de los nombres de incorporaciones, entre Ibarra y el Consejo habían charlado la posibilidad de incorporar dos defensores centrales y un centrodelantero que compita con Bendetto. Para la zaga hubo conversaciones con Lucas Merolla (Huracán) y William Tesillo (León de México).
Hasta el momento, la única incorporación fue el regreso de Equi Fernández, el volante que estaba a préstamo en Tigre. Pero sí se sumó, a pedido de Ibarra, Pablo Santella (hijo de Julio, el histórico ayudante de Carlos Bianchi) como preparador físico principal de la primera división. Alejandro Blasco seguirá como segundo preparador físico. A quien sí tendrá como refuerzo el DT es a Exequiel Zeballos, recuperado de su lesión y trabajando a la par del resto del la pretemporada.
Todas estas situaciones dieron vuelta por la cabeza de Riquelme en estos días. El tercer técnico de su gestión, tras las experiencias de Miguel Angel Russo y Sebastián Battaglia, tendrá su importancia deportiva y política al mismo tiempo. Por algo en un momento pensó en Ricardo Gareca, un DT de sobrada trayectoria no sólo a la hora de armar equipos competitivos y ganadores, sino también con un buen liderazgo hacia sus dirigidos. Por algo había preguntado por Diego Martínez, ya que sí le gustaba como juega Tigre. Román lo analizó desde esta situación, y además porque –en el fondo- nunca le terminó de llenar el juego que tuvo Boca con Ibarra. Pasó algo similar con el ciclo Battaglia, pero el presidente del Consejo de Fútbol creyó que con refuerzos la situación podría mejorar. No sucedió y terminó despidiendo a su excompañero en el ciclo más ganador de Bianchi en Boca.
Con Ibarra sucedió algo diferente: le reconoció Riquelme decisiones que ayudaron el equipo a ganar sus partidos, pero nunca logró ver un rendimiento colectivo sostenido, durante varios partidos, como a él le gustaría que juegue Boca. Quizás ahora, con una pretemporada completa y refuerzos puntuales, se dé el salto de calidad que soñó Riquelme desde que volvió a poner un pie en Boca para ganar la Copa Libertadores y quedarse varios años más en la Bombonera, “el patio de su casa”.