| CROACIA 1 (4) -BRASIL 1 (2) / Croacia baila, Brasil llora
La selección de Dalic repite semifinales después de resistir a Brasil con entereza y un gran portero y tumbarla después en los penaltis
Dalic había puesto a Suiza, una selección aburridamente hermética y atenta, como ejemplo de antagonista a Brasil. Fue una pista falsa. De salida, Croacia no dio por perdida la pelota e impuso el oficio de sus centrocampistas: Modric, casi como mediapunta, y los tragamillas Brozovic y Kovacic. También ganó la mayoría de los duelos, índice principal para medir el grado de compromiso de un equipo. Incluso se acercó al gol en un centro cruzado de Pasalic, la novedad en su once, que no remató bien Perisic.
Manda Modric
Brasil entregaba esta primera batalla colectiva porque su póquer, casi repóquer, de delanteros había perdido la comunicación con Casemiro y los laterales. La canarinha tenía mejores futbolistas, pero peor plan. Aun así, sin continuidad, tuvo alguna llegada de cierto peligro: una pared Vinicius-Richarlison con remate inconcluso del primero, un tirito de Neymar a las manos de Livakovic... Poca cosa para el ataque que más jaleo arma en los últimos treinta metros.
Croacia no devora, pero sí provoca cierta parálisis en sus víctimas. Lo consiguió con Brasil. Dos laterales fuera del gran circuito, Juranovic (Celtic) y Sosa (del Stuttgart), no se vieron desbordados por Raphinha y Vinicius, que andaban en modo avión. Y sus centrales encerraron a Richarlison, otro que comparecía desatado. Tampoco Neymar hizo fortuna entre líneas, entre otras cosas porque esas líneas, muy juntas, le emparedaban. Esa es una de las grandes virtudes de Dalic, conseguir que lo que tiene parezca mejor de lo que es. Un equipo económico que se viene arriba a la hora de la verdad, aunque en ataque tampoco fue gran cosa. Esa es la superficie que más ha erosionado el tiempo. “Donde antes había delanteros de Juventus o Atlético ahora los hay de Dinamo de Zagreb, Hajduk u Osasuna”, se queja a menudo Dalic. Tiene razón. Kramaric fue parte del paisaje.
Cambio de extremos
La segunda mitad resultó otra cosa. En un minuto salvó tres goles Livakovic, del fuego amigo de Gvardiol, de Vinicius y de Neymar, y se chequeó un penalti imaginario de Juranovic, una de esas manos que el VAR tortura hasta hacerlas confesar. No fue el caso. Brasil empezaba a ser Brasil. Croacia había mandado en el adagio y empezaba a sufrir con el vivace.
A Tite le iba el ritmo alto y cuando decreció, cambió de extremos. Antony por Raphinha, Rodrygo por Vinicius. Con Neymar, no se atrevió. Sabía por qué. En la primera que emprendió Rodrygo, Paquetá, favorecido por un rebote, tuvo el gol. Lo evitó Livakovic, que es más que héroe de un día. Repitió después ante Neymar y el propio Paquetá. Croacia, presa de la fatiga, empezaba a colgar de su portero. Eso siempre lo tiene Brasil: su capacidad para emerger entre las tinieblas. Pero la embestida no le libró de la prórroga.
Y ahí asomó Neymar, el hecho diferencial, que tiró dos paredes hasta plantarse ante Livakovic. Escamado por los mano a mano anteriores, le esperó, le amagó, le arrodilló y marcó a puerta vacía. Es la cabeza nuclear de Brasil y contra eso poco se puede hacer. Parecía la última palabra y no lo fue. La capacidad de resistencia de Croacia es infinita y Petkovic, torpón desde su entrada, cazó un tiro en el área que volvió letal un toque en Marquinhos. Así que decidieron los penaltis y ahí el acierto fue croata. La leyenda continúa.