¿Semana de terror?
Para nadie es un secreto que Vladimir Putin tiene como opción el uso de armas nucleares tácticas
Las razones son varias. Y cada una de ellas se suma a la otra y genera un escenario aterrador pero no de fin del mundo, lo que lo hace más preocupante.
Lo primero es entender qué es un ataque nuclear táctico. El uso del arsenal táctico nuclear hace parte de la estrategia militar rusa. Tienen más de 2.000 bombas de esta naturaleza. Su impacto es limitado y puede estar entre 1.000 y 50 mil kilotones de poder. La bomba de Hiroshima tenía un poder de 15 mil kilotones. Esta arma no genera tanta radiación en términos geográficos y puede llegar a estar entre 2.5 y 5 kilómetros cuadrados, dependiendo del poder.
Su uso no genera ningún tipo de ventaja militar pero sí produce un pánico social, político y económico cuyos costos hoy no se pueden medir. A eso le apuesta Putin pues ya se dio cuenta de que su guerra solo la gana si el costo económico y político de continuarla es demasiado para Occidente. Ya hizo dos pruebas en ese sentido. La primera fue sabotear uno de los gasoductos que lleva esa fuente de energía a Europa. Y la otra, menos clara, es la ruptura de uno de los pocos cables submarinos de conexión de internet. El único barco cercano a ese “accidente” era un barco de investigación ruso.
Putin ya lleva más de una semana pidiendo a los habitantes de Kherson que salgan de la zona. Dice que “los civiles no deben sufrir”. Y ahí comienzan las preguntas. ¿Desde cuándo Putin se volvió humanitario? ¿Debemos olvidar lo que ha hecho a los largo de su dictadura? ¿Debemos olvidar la destrucción casi total de Grozny en Chechenia, el mayor bombardeo a una ciudad desde la Segunda Guerra Mundial con más de 8.000 civiles muertos? ¿O lo que ha hecho en Ucrania donde ataca objetivos civiles sin ningún remordimiento?
Ya el Presidente Joe Biden ha hablado de como no escalar la situación si Rusia utiliza este arsenal táctico. Y su secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, tiene conversaciones privadas dentro del Kremlin con sus pares para evitar que esto suceda. Sin duda Estados Unidos está al tanto de lo que se decide en Moscú. Contaron antes de la guerra cómo se preparaba Rusia para invadir Ucranía y aún así pocos les creyeron, ni siquiera los ucranianos, hasta que los tanques cruzaron la frontera.
Y la última pieza de este ajedrez se dio en la reciente y polémica visita del canciller alemán, Olaf Scholz, al Premier Chino, Xi Jinping, en Pekín. En la declaración conjunta fueron enfáticos en rechazar el uso de armas nucleares tácticas en Ucrania. Es más, se refirieron a Rusia y quedó claro que esa acción sería traspasar una línea roja de la comunidad internacional.
Esta es la única buena noticia en ese sentido. Hoy el socio político más importante que tiene Rusia es China. Y Xi Jinping es el único aliado que Putin no puede perder. Xi ha sido cauteloso en sus declaraciones, pero los medios chinos sí siguen la narrativa rusa de acusar a Occidente de esta invasión. Hay un doble juego político que, además, en el caso del Canciller alemán, le sirvió, pues muchos en su país y en Occidente no estaban de acuerdo con su visita a Pekín. “Solo por esa declaración valió la pena la visita”, dijo Scholz a los medios.
Lo cierto es que desde la crisis de los misiles de Cuba en 1962 no se había dado una amenaza nuclear como hoy la enfrenta el mundo. Putin podrá ser un dictador paranoico pero es sagaz e inteligente. Quizás utiliza este mismo escenario para asustar a Estados Unidos y a Europa, que estoy seguro ya lo tienen planteado y analizado, y así forzar una salida que le beneficie.
Pero no podemos olvidar el ego y el mal cálculo que puede llevar a que Putin tome la decisión equivocada. Los dictadores no tienen consejeros. Se rodean de quienes solo le dicen ‘sí’, algo que también pasa con los Presidentes en las democracias. Y lanzar una bomba táctica como esta en un lugar poco poblado de Ucrania, que incluso ellos hayan reclamado para que no se pueda habitar, está en los cálculos de todos.
Si esto produjera una guerra nuclear sería inconcebible. Pero el mismo Presidente de Estados Unidos ya dejó planteado que no y que eso conllevaría a muchas más sanciones. Lo que está muy bien. Pero también tiene su efecto contrario pues deja abierta la posibilidad de utilizar un instrumento nuclear de este tipo.
Quizás nos hemos acostumbrado a las barbaridades de genocidios como en Africa o guerras brutales como la de Siria, Yemen o hace unos años la antigua Yugoslavia. Pero este paso es una escalada que abre una puerta casi imposible de cerrar. Este análisis, que estoy seguro muchos hacen, debe hacernos entender que hoy vivimos en un mundo mucho más inestable que el de hace nueve meses.
La invasión de Ucrania, que ha demostrado la inutilidad de organizaciones multilaterales como lo hizo la pandemia con la OMS, requiere que Occidente, y me refiero a las democracias liberales, entiendan que o luchamos juntos o perecemos todos. La gran pregunta es: en un Occidente dividido y cada vez más populista, ¿hay quién lidere esta batalla? ¿Hay un líder o una sociedad que se levante y asuma esta responsabilidad? Triste decirlo, pero la respuesta es ‘no’.