Racing tocó los extremos en dos semanas: de ser defenestrado a ganar el Trofeo de Campeones ante un Boca desquiciado
Obtuvo la copa al vencer por 2-1 en el suplementario; dos domingos atrás había sufrido un golpe durísimo en la última fecha de la Liga Profesional al perder contra River
Hace dos semanas, la Academia quedaba hundida en la agonía ante River y el domingo se levantó con el último aliento. El fútbol y su universo de imprevistos, capítulo mil. Inagotables. Un equipo que había quedado bajo el escarnio de sus propios hinchas se reivindicó ante el rival que en la primera mitad del año lo había eliminado en la Copa Liga y le había ganado la Liga Profesional en el fotofinish. Una revancha a la carta.
Racing, cuyo carácter estaba bajo sospecha, se cargó sobre las espaldas dos partidos -el miércoles frente a Tigre- de 120 minutos en cuatro días. “Nos lastimaron mucho por dentro, nos hicieron comer mierda por no poder haber alcanzado esa estrella que tanto buscábamos Pero bueno, el esfuerzo al final tuvo premio”, expresó un emocionado Gabriel Arias. Racing hizo una demostración de rebeldía, no exenta de la cuota de fútbol que siempre intenta imprimirle Fernando Gago. Una mixtura para golpearse el pecho.
Un título oficial con nombre pomposo tuvo más gancho para los dos equipos que la saturación que impone el calendario a esta altura de la temporada. A Boca y a Racing los llamaron a jugar una final de 100 metros después de someter los cuerpos a una maratón durante varias semanas. Y en cuanto a esfuerzo y desgaste, no esquivaron el bulto. Las condiciones climáticas, con los 32 grados en el estadio puntano de La Pedrera, tampoco favorecían al despliegue que se entregaron sin renunciamientos.
Tras el buen rendimiento en el encuentro eliminatorio ante Tigre. Jonathan Gómez se ganó la titularidad, por delante del intempestivo Alcaraz. Boca daba un hándicap ofensivo con Benedetto y Langoni en el banco de suplentes, ambos por no estar en las mejores condiciones físicas. Ibarra los reservó para el último tramo del segundo tiempo.
Desde el comienzo, Racing intentó un juego más asociado, mientras que Boca se mostró más directo. Acusada de ser descuidada en la contención, la Academia asignó a Gómez para tapar a Pol Fernández y a Rojas para impedir la salida limpia de Varela. De todas maneras, el capitán de Boca fue muy inteligente para desmarcarse y atacar por sorpresa el área. En más de una ocasión quedó en situación de definición.
Briasco, en el 1-0 para Boca
El encuentro, que no tenía llegadas profundas, se descargó con dos goles en tres minutos. Una dosis de efectividad que le vino muy bien a un desarrollo que se estaba acartonando. Boca volvió a sacar provecho de las escaladas de Fabra, de zurda prodigiosa para intentar el desborde o lanzar la asistencia. Esta vez buscó con un pase cruzado a Briasco, beneficiado por una cortina de Pol Fernández para encontrar el espacio y definir de zurda. Delantero con poca continuidad a causa de las lesiones, Briasco tenía premio a su ímpetu.
No tuvo tiempo Boca de administrar la ventaja ni Racing de angustiarse por un partido que ponía ponérsele cuesta arriba. El paraguayo Rojas posee un muy buen remate de media distancia de zurda, que esta vez se hizo más certero por el mal cálculo y la floja resistencia de Rossi. El arquero se autocensuró con gestos porque pudo despejar el disparo.
Rojas empató para Racing
Los goles liberaron ataduras, fueron un impulso para ambos. Boca insinuaba ser más peligroso, pudo aumentar con Villa y Pol Fernández. Racing, siendo menos punzante, preocupó a Boca con un cabezazo de Hauche.
Para el segundo tiempo, Gago hizo un retoque táctico: 4-4-2, con Hauche de media-punta en posiciones más centrada. Le costó unos minutos a Boca descifrar esa disposición y sufrió con un par de llegadas de Hauche. Sández había entrado en la zaga por el lesionado Zambrano. La fatiga acumulada empezaba a pasar factura.
Con el cotejo equilibrado entre quienes eran titulares, los entrenadores buscaron inclinarlo con los cambios. Alcaraz, Miranda, Insúa y Pillud entraron en Racing, que plantó una línea de tres zagueros, con Pillud y Mena de carrileros; Langoni, Benedetto -a 17 días de haberse desgarrado contra Gimnasia-, Romero y Medina, en Boca. Uno de los reemplazados fue Vázquez, que sigue desencontrado con el delantero goleador y agresivo que supo ser cuando despuntó en primera división.
Las expulsiones de Villa y Carbonero
Las piernas podían hacer la diferencia en dos formaciones funcionando ya con el tanque de reserva. La fortuna ayudó a Boca en un remate de Alcaraz en el palo. El agotamiento se hacía cada vez más evidente, los dos jugaban más con el corazón que con los pulmones. Mentes menos lúcidas, como las de Carbonero y Villa, quienes se entreveraron entre empujones y manotazos. El árbitro Tello también estaba cansado y se dejó llevar por dos tarjetas rojas que tranquilamente podrían haber sido amarillas para castigar unos excesos que no fueron tan graves. Diez contra diez -y con Boca sin Ibarra en el banco porque se fue expulsado por protestar-, se llegó al alargue.
En el suplementario, más incidentes que juego: la seria lesión que habría sufrido Leonel Miranda en la rodilla izquierda tras un cruce con Figal y la expulsión de Alan Varela, que llegó un segundo tarde a un remate y lanzó un patada que terminó impactando en Moreno. Medina, un interior ofensivo, se ubicó de volante central. Remiendos para una situación de emergencia.
Lo más destacado de la final
Racing jugó diez contra nueve durante 20 minutos. Hasta Piovi, Insúa y Sigali llegaban con pelota dominada a las inmediaciones del área rival. Racing hacía correr la pelota buscando espacios con el pase extra. La paciente búsqueda encontró recompensa con el centro desde la izquierda de Piovi y la llegada desde atrás para cruzar el cabezazo de Alcaraz. Era 2-1 para Racing y el descontrol copó la escena a partir del festejo de Alcaraz ante la tribuna de Boca. Los jugadores de Boca perdieron los estribos. Entre titulares y los que estaban en el banco, tuvo siete expulsados. Una locura, insana. Racing también perdía la cabeza, pero de felicidad. Dos semanas después de no poder levantar los pies del piso tras perder con River, se sintió tocando el cielo con las manos.