Mucho mundialista para tan poco gol

El técnico alineó de inicio a seis mundialistas ante el Almazán, cuatro categorías por debajo, con un claro mensaje: no se fía. Ganaron los rojiblancos, con goles de Correa y João, que mostró toda su clase.

Patricia Cazón
As
Simeone no guardó nada y salió con los halcones en Los Pajaritos. No había pitado el árbitro el inicio y todo Almazán, 5.000 habitantes obligados a jugar en Soria porque en casa, La Arboleda, no se podía por logística, miraba atónita la hierba. El Atleti delante era el de siempre en la tele, con los buenos y no chavales para enfrentarse a un rival cuatro categorías por debajo. Seis mundialistas en el once (Nahuel, Koke, Llorente, Witsel, João y Grizi) a ocho días de Qatar. No hubo liberación para esos jugadores han llevado a este Atleti hasta aquí, con esa mochila cargada de piedras, sin Europa y cierto derrumbe en LaLiga. En el pecado lleva la penitencia. No es que la Copa sea el único título posible. Ese que el Atleti se ahoga y necesita este trago para sobrevivir. Una victoria a la que agarrarse los 53 días sin fútbol de clubes. Volver a ganar para escapar de la película de terror en la que vive instalado, donde todo parece de hace once años, de los tiempos de Manzano, con material para hacer casas pero sin albañil. Que la Copa no fuera otro ridículo, este de dimensiones casi insoportables.

La diferencia de categorías marcó desde el inicio. Mundialistas frente a un once con estudiantes (Iñigo, Checa, Víctor), un monitor de piscina (Plaza), un frutero (Albitre), un opositor a Policía (Edipo), un concejal y papelero (Jesu), un empleado en una asesoría (Losi) y un enfermero (Anto). De corto un equipo, una piña, todos a una y en defensa de cinco, ejecutando el mensaje de su entrenador Diego Rojas en la hierba, al dedillo: juntarse a los pies de Alberto en dos líneas espesas hasta formar un dique. En el Atleti, Reinildo se quedaba atrás a cerrar y los demás enraizaban en el área de Alberto, buscando ese gol rápido que espantara los negros, el frío, la maldita ansiedad. Pero, como en la historia interminable, Koke y Llorente se topaban con el larguero en los dos primeros disparos, Checa le rebañaba a João un balón de gol mientras se decidía entre chutar con la zurda o hacer un regate más y Alberto se sacaba de la manopla una parada Zamora ante otra de Llorente. La eliminatoria para el Almazán pasaba por el reloj. La ansiedad rojiblanca corría a su favor. Cada minuto menos les pesaba quilates.

Cada minuto con el 0-0 parpadeando sobre sus cabezas era otra piedra en las botas rojiblancas, ciegas y aceleradas en los caminos al gol. Con un 17% de posesión, el Almazán sólo había logrado dos veces llegar ante Oblak. Una falta y un córner. Las dos, agua. Hasta que asomó Correa. Un Correa fuera del Mundial, envuelto en más caos que suerte los últimos días. Correa en Soria con ese saludo: “Hola, soy el Señor Lobo, soluciono problemas”. Problemón más bien. Alberto no blocó un disparo de João desde la frontal y Correa, siempre el más listo, empaló el rechace a la red y el corazón de las tinieblas. El Atleti se fue al descanso con la mochila aún ahí. Pero pesando una piedra menos.

Otro mundialista más

Cuando el partido regresó, había un mundialista menos (Llorente) pero en realidad uno más. Entraban Giménez, por Savic, y De Paul. El Almazán los recibió con sus mejores minutos. Total, ya perdía. Ahora se arrancaba el corsé bajo ese “¿Por qué no?” y se plantaba ante Oblak ululándole al oído fantasmas. Alguno en Los Pajaritos de cuerpo presente: esa defensa que una vez tuvo consistencia de acero y hoy es blandiblú. En un córner del Almazán sin rojiblanco alguno cubriendo el segundo palo, por ejemplo, allá donde aguardaba Edipo salivando. Pero es el Almazán y no el Brujas, Leverkusen, Oporto, Cádiz, Espanyol o Mallorca. Reinildo corrigió y, dos jugadas después, João arrancaría la música de Psicosis a cada escapada del Almazán hacia Oblak. Pared con De Paul y definición cirujana. Y Correa también por ahí, dejando pasar el balón sin moverse, por cierto.

Un gol que detuvo el cambio que ya preparaba el Cholo: Carlos Martín por João. Se quedaría el portugués demostrándole al mundo y a su técnico que es la imaginación, la música si se quiere la fiesta, obligado como los demás mundialistas a esa penitencia en forma de trago hasta el final: los 90′ en Soria. Solo tras la victoria fueron libres para Qatar. Sin un cisma detrás, otro desastre en la maleta. Con ese hilito de vida, esta Copa, del que tirar para levantarse, por fin, y andar de verdad.

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