Este Atleti es la ruina

Los del Cholo llegan al parón del Mundial fuera de la Champions tras un nuevo fracaso. Derrota ante un serio Mallorca donde Muriqi impuso su ley.

Patricia Cazón
As
La noche se cierne sobre el Atleti. Oscura y negra, con tentáculos fríos que se agarran al cuello como esa corbata del Cholo que cada vez deja pasar menos aire. Allá donde se mire hay vacío, la nada, un derrumbe sin fin. El Atleti regresa de Mallorca con otro puñado de sal en esa pesadilla que desangra, otra derrota y solo una cosa a la que agarrarse: queda un día menos para que llegue el Mundial, un día menos para que llegue al parón y se frene, de momento, esta tortura. A los rojiblancos los encontrará fuera de los puestos de Champions. Sin tono, pulso, ni fútbol. Sin ideas y en la UCI. Estos futbolistas ya no son aquellos que una vez emocionaban. Son sus primos lejanos. Todos exfutbolistas.

No corren, no presionan. El suyo es un monstruo con varias cabezas. Ya sea Brujas, Leverkusen, Cádiz, Oporto, Espanyol o Mallorca. O, sobre todo, esa: la suya propia. Cegada, rota. Un pozo de fútbol, un agujero negro que va creciendo en círculos concéntricos, hasta tragárselo todo. Hasta el portero. Hasta por momentos a Griezmann. Ayer ninguno compareció. O, mejor dicho, cuando lo hizo el francés movido a la banda izquierda, ya era demasiado tarde. Fue llamativa la salida al campo rojiblanca, con Felipe frente a Muriqi por la sanción de Giménez. Ja. El chiste se cuenta solo. Salieron los rojiblancos, además, a ver el partido pasar, como si no llevaran cuatro partidos sin victoria ya, sin presionar y esperando a un Mallorca que espejaba: balones en largo de los centrales a los laterales buscando espaldas. Y eso que cuando el partido empezó ya estaban fuera de Champions. En esa clasificación que quedará en piedra los 53 días de parón.

Aguirre, desde su cabina, aún sancionado, no soltaba el teléfono. En su plan, un nombre, el de ese lateral que llegó al Atleti en verano en lugar de Maffeo que seguiría en Mallorca. Se llama Nahuel y es sospechoso habitual, esa puerta que siempre cruzan los rivales para llegar más rápido y pronto a Oblak. Un Oblak sin apenas ya milagros en los guantes. Y sin defensas delante. Reinildo, Savic y Felipe dieron otro día de espectáculo circense saltando en su área sin oposición, todos a por el mismo balón. Mientras caían como bolos le abrían la puerta al Mallorca. Antonio Sánchez disparaba de lejos, Oblak no blocaba: el balón quedaba a disposición local. A placer. Hasta tres futbolistas bermellones lo tuvieron en sus pies para buscar el gol, que llegó, claro, cómo no. Tocó primero Raillo atrás, Jaume Costa recibió y Muriqi empalmó. Red, premio. En la primera llegada. Mientras Muriqi se tapaba un ojo a lo pirata para celebrar, Savic alzaba los brazos con desesperación. Esa es la foto de este Atleti ya partido a partido. La de la angustia, la del equipo al suelo al primer arañazo. Morata pudo igualar a los cinco minutos pero no. La tecnología bajó sus puños en alto: vive en permanente fuera de juego.

A los 30′, el Cholo daba un volantazo a su plan. Nahuel a la ducha (tenía amarilla) y Correa dentro para sumar balas mientras Llorente se iba al lateral. El Atleti siguió siendo un ejercicio estéril de fútbol. Solo balones en largo hacia ningún lugar, como desesperadas bengalas de un náufrago perdido en la inmensidad de un océano que será cementerio. Sin juego entre líneas. Un sumidero que se tragaba cada pelota, ninguna en zona de peligro. Al Mallorca con el orden le valía. Generaba sin necesidad de correr. Y la amenaza de Muriqi, que siempre sabe donde estar. Afilando las botas.

La segunda parte comenzó igual, sólo De Paul, quizá por la cercanía del Mundial, parecía un futbolista. O medio. Pero eso en el desierto es gota de agua. Entró Lemar. A continuación, Koke. Debutaba Reguilón. Cuando estos se acomodaron, el Atleti despertó y se vio en medio de un partido, jugándose el orgullo, si es que aún le queda. Pero los balones de Lemar no encontraron rematador, pero Grizi llegó demasiado tarde a la banda izquierda y sus centros sólo hallaron desesperación. Se estamparía el Atleti en ese frontón que también es constante últimamente: cada portero enfrente es un candidato a Zamora. Esta vez se llamaba Rajkovic.

Detuvo dos a Morata. Primero en la línea, posando sus guantes sobre un balón a centímetros de traspasarla. Después, con un hombro, en una parada para guardar en un currículum: a bocajarro, violenta, entre pólvora. Los centros, por cierto, desde la bota de Griezmann. Morata, al menos, jugando sin pensar en Mundial, jugando de verdad, con la cabeza en Mallorca y no en Qatar, pero negado, terriblemente negado. Oblak había atado la posibilidad de empate con un pie milagro ante Amath pero la última chilena de Witsel se estampaba en la cabeza de Battaglia como último puñetazo al aire en medio de esta noche oscura. El desastre de Europa ya está en LaLiga. El Atleti se descompone. Ruina a ruina. Hasta el Almazán en la Copa que viene, la última de verdad antes del Mundial, aterroriza.

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