El Madrid agradece el parón
El equipo de Ancelotti cierra el capítulo premundialista con una victoria sosa ante el Cádiz. Militao y Kroos marcaron los goles blancos y Lucas Pérez mantuvo la emoción tras un error de Courtois.
Como una cosa suele llevar a la otra, si se pierde en Vallecas no hay cansancio que valga de excusa ante el Cádiz, porque lo importante para el Madrid, ante un pinchazo inesperado, era hacerse perdonar pronto e irse a los casi dos meses de excedencia del campeonato a no más de dos pasitos del Barça a la espera de que amaine el temporal que azota su juego y sus ganas. Por eso Ancelotti vació su caja de caudales en un partido presuntamente sencillo que no lo ha sido en los últimos dos años: el once hipertitular menos Carvajal, muy quebrantado en Vallecas, para limpiar la conciencia y las cuentas.
Fue ante un Cádiz más abierto de lo que se presumía. Le había ido bien en los últimos partidos saliendo más de la madriguera y eso intentó de salida en el Bernabéu. Su redefinición, con un 4-4-1-1, ofreció una igualdad imprevista. De hecho, del equipo de Sergio fue la primera gran ocasión, un latigazo de Espino desde 33 metros que fue volviéndose peligroso hasta columpiarse en la parte superior del larguero.
De bronca en bronca
La respuesta del Madrid fue el cada vez más frecuente dominio sordo, por inapreciable, y mudo, por su incapacidad para expresarse en el remate. Un equipo con poca gracia, con la cabeza en otro sitio, en el que una mayoría estaba embobada con el Mundial antes de lo que toca. Qatar ha sido un saco de plomo para el equipo y una buena parte de la plantilla ha desatendido lo urgente por ir a lo importante.
El Madrid pasaba el rato con remates lejanos (de Modric, de Rodrygo, de Valverde), esa flauta que ha sonado bien este año (diez tantos ya), pero que no debe considerarse la ruta principal hacia el gol. Y Vinicius perdía fuerza con esa versión pendenciera que se ha acentuado del derbi del Metropolitano a nuestros días. Ahí aprendieron a buscarle y, lo que es peor, a encontrarle.
A los 45 segundos ya le había mandado al suelo Iván Alejo, que repitió poco después. Y como es de mecha corta, tomó el partido por el lado equivocado. Le pegan mucho, con la condescendencia de demasiados árbitros, y reacciona mal. En eso sigue siendo un juvenil. Se ganó la amarilla pronto por sentirse justiciero tras un mamporro de Fali a Rodrygo que el VAR se perdonó y perdió demasiada energía calentándole la oreja a un árbitro de brazos caídos.
Aquel bloqueo se rompió de la única manera posible, una jugada sin apenas elaboración. Kroos mandó una pelota al área y Militao, que seguía allí acampado después del córner inmediatamente anterior, metió un cabezazo inapelable a la red. Un gol en medio de la nada de un Madrid inapetente y un Cádiz muy duro que se había defendido bien sin ir más allá. De bronca en bronca, el equipo de Ancelotti ganó el descanso un premio tan pobre como su fútbol.
Apuros finales
El gol, en cualquier caso, devolvió el partido a lo que decían los pronósticos: un Madrid con posesión aplastante aunque no provechosa y un Cádiz muy encogido, reducido a su medio campo, sin otro objetivo que resistir. Y aun así tuvo el empate, en un mano a mano que no supo resolver Rubén Sobrino ante Courtois, jugada en la que quedó siempre desubicado Alaba. La respuesta del Madrid fue la contra mejor armada del partido, una combinación Modric-Vinicius-Lucas-Valverde con remate final del uruguayo que mereció el tanto. Lo evitó Iza Carcelen. Toda la creación del Madrid, que no era mucha, se perdía por falta de remate. Rodrygo no es un ariete converso y quién sabe si llegará a serlo alguna vez.
Mediado el segundo tiempo entendió Sergio que aquello aún tenía remedio. Metió a Bongonda y Ocampo, dos del héroes de la victoria ante el Atlético. Antes de que intentaran el improbable volantazo, el partido estaba casi acabado. La sentencia llegó en una volea tremenda de Kroos desde fuera del área que Ledesma vio tarde.
A partir de ahí el Madrid jugó a placer y, por fin, sembró el partido de ocasiones. La más clara, una de Modric, que perdonó un gol a puerta vacía, tras pase de la muerte de Vinicius. El Bernabéu, con el partido amarrado, coreó el nombre del croata, cuya carrera merece mil perdones. Fue antes de que otro héroe, Courtois, rechazara defectuosamente un remate sencillo de Bongonda. Lucas Pérez lo aprovechó para darle al partido una emoción que no había tenido. Espino, incluso, tuvo el empate en su cabeza. Eso ha sido el Madrid del último mes. Hasta los mejores han sufrido desmayos. Ancelotti espera que el Mundial se los devuelva con más apetito del que tenían cuando se fueron.