El Atleti se funde a negro

El Porto destrozó a los cinco minutos la esperanza de Europa League que le quedaba al Atleti, derrotado, sin alma. De no ser por Oblak, hubiera sido goleada.

Patricia Cazón
As
Hace frío en Porto. Cae la noche. El Atleti ha dejado de ser ese equipo que llegaba con el corazón donde las piernas no para convertirse en el Atlético del ya no. Porque ya no será Europa de ninguna manera. Ya no serán los martes.. Ni los miércoles. Pero tampoco los jueves. Ya no será ni la Europa League. La afonía entre semana, la cena del bocadillo entre albal en la grada. La luz persigue al hombre de negro en su camino al túnel cuando todo ha terminado. Con un empate hubiera bastado, un mísero 0-0. Pero ni eso. Eso tampoco. Su traje, antaño negro lustroso, se ve gris y agujereado. La celebración de O Dragao, primero el Porto de este grupo en el que el Atleti fue último, suena a triste, tristísimo, The End.

Cinco minutos pareció tener color, pulso, algo en las venas cercano a la vida el Atleti. Si no ya por ellos, por los 1.400 que forraban de rojiblanco, con el cuerpo y la voz, uno de los quesitos de la grada alta de O Dragao. Cinco minutos al menos de pie, con João, con Griezmann, con Correa titulares y ese orden, 4-4-2. Cinco minutos de puro espejismo. Cinco minutos solo.

Porque en realidad el único brillo en la noche fue el reflejo de la luz de los focos sobre esos futbolistas que una vez fueron fieros, la mejor fotografía de ese verso cholista, “el a morir los míos mueren”, y hoy son de vidrio. Tan fácil romperlos. Crash se escuchó en O Dragao cuando Evanilson recibió ese balón filtrado y caía con estrépito todo rojiblanco. Giménez no llegó, Savic no marcó... Y el Atleti tejió una alfombra roja hacia Oblak que Taremi estrenó al recibir el balón. Plin y plaf. Bofetón de realidad. El Atleti a la lona. Viejo, cansado, impotente. Con el hígado reventado y la boca llena de sangre.

Pero es que su presión es de mentira. Pero es que parece que no hay plan, solo que Griezmann y Koke corran por todos. Pero ayer Koke no estaba. Pero ayer Griezmann se desesperaba en un Atleti que no deja de recordar a todos aquellos de antes del Cholo. Los de las Intertotos y las eliminaciones en Copa ante Segundas B. Los delanteros desgajados, como islas solas, sin un triste balón que llevarse a las botas. Los centrocampistas sin dar dos pases seguidos. La defensa, un chiste. Pero de los malos. Savic, la foto. Lento, roto, caricatura de sí mismo. Siempre tarde, ahogado. Pero podía serla Saúl. O Witsel. O Reinildo. O cualquiera de esos, salvo Griezmann y Oblak, que llevan el escudo del Atleti al pecho pero son solo un trampantojo.

Era el 11:01 cuando Pepê caía y Simeone llamaba a todos sus jugadores para recrear un tiempo muerto. De nada valió, sin embargo. El rostro de muerto no habría grito ni carrera que se lo arrancara en la noche. Como uno de esos zombies que la anterior llenaban las calles de Porto por Halloween deambulaban. Pero con sangre de verdad en la ropa. Y propia. Trastabillado y sin alma, ni un ápice de alma. Oblak salvó con su mano milagro antes (Galeno) y después (Otavio) de que el Porto aprovechara la alfombra roja para aullarle fuerte al Cholo su cuento de miedo al oído. Galeno, ahora, haría de Evanilson, atravesar rojiblancos como si fuesen transparentes; Eustaquio, de Taremi, acuchillando. Los del Cholo volverían a hacer de sí mismos. Ya no les sale otro papel que el de vencido. Todo brazos en jarra, caídos, colapsados.

Ni la radio y sus ecos, el 0-0 entre Leverkusen y Brujas empujaba. Todo era un abismo, un naufragio, un desastre. De otros será Europa. De otros el vivirla, el lucharla, castigado el Atleti a seguirla en noviembre por la tele. El Porto parecía correr, jugar. Pero ni eso. Al Porto le bastaba con estar de pie. La segunda parte se jugó porque los futbolistas salieron de los vestuarios. Pero en realidad no. No hubo rabia, no hubo reacción, no hubo nada. Un gol de Grizi que se anuló y los minutos de Barrios entre la más pura desolación.

El Porto bailaba. El Atleti le perseguía mientras Oblak paraba golpes. Sus compañeros perdidos en los laberintos del miedo en su propia cabeza, Munch pintando su Grito. Como si Europa no importara. Como si once años de éxitos hubieran llenado unos estómagos que se han olvidado de cuánta hambre da el fútbol cuando da hambre. Con el crédito del hombre que en los años más duros se invocaba con ese ole, ole, ole cada vez más débil, cuestionado. El empate final en Alemania coincidió en Portugal con un gol de Marcano en propia meta. 2-1. Así acabó. Todo brilla en un fulgor antes de desaparecer aunque el Atleti haya elegido otro camino: el de ir desvaneciéndose poco a poco. La grada de O Dragao celebraba su primer puesto mientras el Atleti se fundía a negro como en esa canción de The Doors. This is the eeend. Qué triste todo.


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