Investigadores
de la Universidad de Pensilvania estudiaron a la proteína ORF8 del
SARS-CoV-2 y el impacto que tiene en la estructura del organismo. Los
detalles
Los científicos han descubierto
que el coronavirus interfiere con el empaquetamiento del ADN, lo que
impide que la célula lea correctamente los genes inmunitarios.
Definiéndolas sencillamente, las infecciones son batallas entre los
virus y las reacciones de las células atacadas. Estas deben lidiar de
manera veloz y eficiente para evitar que los virus se propaguen. Estos,
por su parte, evolucionan para garantizarse la supervivencia en las
células huéspedes que los acogen. El virus que produce el
COVID-19 no es una excepción. Según este estudio, el coronavirus interrumpe un cambio químico en las
proteínas estructurales del
ADN.
Estas son las conclusiones de un equipo dirigido por Erica Korb
del
Departamento de Genética de la Facultad de Medicina Perelman de la
Universidad de Pensilvania en Filadelfia, Estados Unidos. Sus hallazgos
se basan en un análisis detallado de la proteína ORF8 del virus. Según
la publicación que aparece en la revista especializada
Nature,
esta proteína contiene un segmento que corresponde a parte de la
proteína histona H3 unida al ADN. Al hacerlo, intercepta un cambio
químico que se supone que está ocurriendo en H3. Si falta este cambio,
el ADN modifica su estructura de modo que ya no se pueden leer los genes
inmunitarios importantes.
Las histonas son complejos proteicos donde se enrolla la cadena de ADN y juegan un papel importante en la epigenética (Getty) Las
histonas son complejos proteicos alrededor de los cuales se enrolla la
cadena de ADN y juegan un papel importante en la epigenética. Se
aseguran de que la larga hebra de material genético se encuentre
ordenadamente en la célula y no se enrede. También determinan qué
secciones de ADN son accesibles abiertamente para que se puedan leer sus
genes. Para que un segmento de gen sea accesible, se debe unir un grupo
químico específico a H3, entre otras cosas; esto lo hace la proteína
KAT2A. El equipo de Korb ahora sospechaba que la similitud entre ORF8 y
H3 significa que la reacción química tiene lugar en la proteína viral en
lugar de donde realmente debería tener lugar.
De
hecho, resulta que ese es el caso, y más. Cuando ORF8 aparece en la
célula, la concentración de KAT2A cae significativamente. Aparentemente,
la proteína viral no solo interfiere con la reacción química en sí,
sino que también asegura que la proteína requerida para ello se
descomponga. Al mismo tiempo, aumentaron los cambios químicos en las
histonas que impiden que se lean los genes; por lo tanto, el grupo de
trabajo cree que es posible que ORF8 también influya en otras señales
epigenéticas. El resultado es que el ADN se empaqueta más densamente y
los genes antivirales importantes se transcriben con menos frecuencia.
Las
conclusiones fueron llevadas a cabo por el equipo dirigido por Erica
Korb del Departamento de Genética de la Facultad de Medicina Perelman de
la Universidad de Pensilvania El hallazgo también plantea preguntas sobre la evolución
de los coronavirus en su conjunto. Porque en esta familia de virus,
ORF8 es muy variable. Como han demostrado los estudios, la proteína del
primer virus Sars que apareció en 2003 no interfería con la
regulación de H3 porque no tenía la misma sección de proteínas. Sin
embargo, sí aparece en algunos parientes evolutivos del Sars que pueden
identificarse entre los murciélagos. “Esto podría indicar que la
capacidad del SARS-CoV-2 para intervenir en la epigenética a
través de las histonas es una innovación evolutiva”, señalan los
especialistas Lisa Thomann y Volker Thiel, de la Universidad de Berna,
en un artículo que comenta la nueva investigación, también publicado en
Nature.
“Nuestra
reciente investigación ha logrado describir un particular caso de
mimetismo de células específicas durante la infección por SARS-CoV-2, lo
que, además, define un mecanismo a través del cual el virus actúa para
interrumpir la regulación de la cromatina de la célula huésped. Un
proceso que da inicio a una serie de consecuencias que dificultan a la
célula huésped reconocer el ataque del virus y combatirlo”, concluye
Korb.