Agridulce final de trayecto

Ferran Torres marca dos goles en un partido irregular que demuestra que el Barçamerece irse a la Europa League. Kessie se lesionó y Pablo Torre se estrenó como goleador.

Santi Giménez
As
Despedirse de la Champions League para bajar de categoría y disputar a partir de febrero la Europa Legue es un trámite complicado para cualquier equipo. Que el rival sea un bizcochito como el Viktoria Plzen ayuda. El campeón checo es un equipo espantoso al que el Barcelona pudo derrotar por 2-4 en un duelo que sirve para tratar de recuperar jugadores como Ferran Torres, para ver que hay otros como Iñaki Peña Álvaro Sanz que prometen, pero también para ver como hay muchas cosas que siguen siendo preocupantes en el seno del vestuario culé. Y que si quieren ganar la Europa League, deberán mejorar mucho los chicos de Xavi. En el debe del Barça se destaca la lesión de Kessie, las dudas que genera Ansu y la fragilidad defensiva de un equipo que sigue llorando las bajas de Koundé y Araújo.

Llegaba el Barça a la estación de destino en la Champions League con dudas, sentimiento que compartía con el Viktoria Plzen. Para los blaugrana la despedida del duelo de la élite europea para afrontar a partir de febrero la Europa League era un trámite que se debatía entre defender un prestigio cuestionado y un bolsillo vacío.

Hubiera sido indefendible un descenso a la B del fútbol europeo tras perder en el campo de uno de los peores equipos que ha jugado la Champions en muchos años como ha acreditado ser el Viktoria. Los checos, por su parte, a diferencia del Barcelona eran perfectamente conscientes de su papel en esta competición desde el día del sorteo. El término ‘bohemio’ a menudo se vincula a aquellos que se apartan de las normas establecidas y convenciones sociales, pero a veces, los que parecen tener la cabeza en la Luna de Valencia son los más lúcidos y por eso los de Plzen, corazón de Bohemia, tenían muy claro que iban a una fiesta de despedida de una aventura efímera en la Champions que les ha llevado a recibir esta temporada en su pequeño estadio al Bayern, al Inter y al Barça.

Se han llevado un saco de goles, pero a cambio no se han jugado el prestigio ni el presupuesto.

La situación en el Barcelona era absolutamente diferente. Con el prestigio comprometido por segundo año consecutivo, era urgente salir de la sala noble del fútbol europeo con la cabeza alta y con el bolsillo lleno.

Los 2,7 millones de premio por ganar el partido no son una bagatela para una entidad como el Barça que va mirando la cartilla cada fin de mes. Por eso, el partido se dividía en tres planos muy definidos.

Por un lado, estaban las pruebas de confianza que afectaban principalmente a Kessie, Ferran Torres y Ansu. Se puede decir que los dos primeros sacaron con nota el desafío, mientras que Ansu seguía instalado en un limbo preocupante. Mientras Kessie podía hacer de Busquets ante un equipo contra el que de Badia jugaría con una pierna y el delantero de Foios marcaba dos goles que tapaban otros errores, Ansu se estrellaba una y otra vez contra su falta de aceleración en los metros decisivos.

El segundo reto era el de los nuevos. Y ahí Pablo Torre vivió de todo. Una primera parte insulsa, un gran gol en la segunda y una lesión. Quedaba por ver la tercera pata, que afectaba a los supuestos consagrados y ahí ni Marcos Alonso como central, ni Piqué dieron síntomas de seguridad. Y Alba cumplió burocráticamente. Más o menos como un Barça que cumplió un expediente incómodo en una situación extraña en la que volvió a exhibir una debilidad defensiva que no se le conoce en el campeonato doméstico. Un adiós agridulce.

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