‘Xabimanía’ y vendaval

Debut espléndido del técnico español en la máxima élite con el Leverkusen. En 48 horas sus decisiones cambiaron la cara de un equipo en crisis.

Aritz Gabilondo
As
Lo que era un equipo con dudas se convirtió en pura alegría, las caras de frustración de hace unos días tornaron en excitación. Leverkusen es hoy otra ciudad, el Bayer otro equipo, todo gracias a la llegada de Xabi Alonso al banquillo, un líder fuera del campo como lo era dentro. El nuevo técnico cambió todo en apenas 48 horas.

El Schalke pagó los platos rotos y sucumbió ante un rival enfervorecido, imparable. “Más, más”, gritaba Xabi desde el banquillo. Lució camiseta de manga larga y pantalón negros, con zapatillas blancas, y no dejó de dar instrucciones en ningún momento. Con los dedos, con las manos, con los brazos. Su presencia en el banquillo, su porte, recordaron más a Guardiola que a ninguno.

El dibujo y el planteamiento descubrieron un técnico osado, como lo había sido en el filial de la Real Sociedad. En este caso, con un equipo Champions en crisis, no titubeó a la hora de sacar tres centrales y tres delanteros. Los carriles fueron para Frimpong, colosal, y Bakker, más discreto. El equipo tuvo mucho vuelo y no se descosió, una de las obsesiones de Xabi en sus constantes instrucciones. Tiene tarea ahí con Aránguiz y Andrich, que deberán atender si quieren aprender de quien fuera uno de los mejores mediocentros españoles de la historia.

El partido tardó en descifrarse, pero fue el Leverkusen el indiscutible dominador. A Aránguiz ya se le había anulado un gol para cuando el dominio local era abrumador. Así llegaron los tantos, dos antes del descanso. Primero golpeó Diaby y después Frimpong, una pareja que en el debut de Xabi por momentos pareció aquella de Messi y Alves en el Barça.

Por la derecha entraron los dos como diablos y así se gestó también el 3-0, de nuevo anotado por el correoso lateral neerlandés. Aún había tiempo para un cuarto gol en el 90′ obra de Paulinho. El BayArena rugió, casi incrédulo, como también los muchos aficionados del Schalke que no esperaban un Leverkusen tan pulido en apenas dos días como para arrollar a su equipo.

En el primer día de Xabi Alonso como entrenador de renombre mundial, con las cámaras apuntándole a él y a su equipo de estrellas timoratas, la reacción fue colosal, encomiable, la antesala, quién sabe, de una aventura exitosa en Alemania que le conduzca a cota mayores. Argumentos hay como para pensar en ellos. La ‘Xabimanía’ se desata en Leverkusen. Alonso es ya un emblema. Alemania asiste a su irrupción estelar en los banquillos.

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