Un octubre clave para el futuro de Brasil y lleno de retos para Lula y Bolsonaro
Ambos candidatos tendrán por delante un mes para lograr revertir los puntos débiles de sus campañas
Si es elegido, Lula se enfrentará a grandes desafíos. En primer lugar, la lucha contra el desempleo, la pérdida de ingresos reales del trabajador y la miseria no pueden esperar. Las alianzas realizadas en esta elección son un claro reflejo del desgaste del PT con sus bases y principales cuadros, en un escenario post-mensalão, pero sobre todo debido a la caída de la actividad económica en conjunción con el desmantelamiento de la base de apoyo material y de proyección internacional tras el fortalecimiento del Lava-Jato.
Frente a estos desafíos, será necesaria una política exterior pragmática, una reinserción en los mecanismos de gobernanza multilateral, retomando la reputación ganada por la diplomacia de Celso Amorim y Lula. Sin embargo, hemos visto que una expansión basada en “empresas campeãs” financiadas a bajos tipos de interés y en la estimulación exclusiva del consumo no es sostenible a largo plazo. Para ocupar su lugar en el mundo, es necesaria una política industrial sólida, anclada en una meticulosa priorización sectorial de la CTI (ciencia, tecnología e innovación), un reto que no ha afrontado con éxito ningún gobierno desde la redemocratización. Esta política es innegociable si el país quiere salir de más de una década de casi estancamiento. Por ello, se sabe que es obligatorio optar por aumentar la tasa de inversión, y especialmente en los sectores vinculados a la logística y las infraestructuras.
Otra cuestión pendiente para el PT que hay que destacar es la de las relaciones cívico-militares. Las negociaciones serán duras, habrá que hacer concesiones, pero es una condición para gobernar. El deterioro de estas relaciones, con el aumento significativo del uso de la GLO (Garantía de la Ley y el Orden) y el desprecio por el artículo 142 de la Constitución -que asigna a los militares el papel exclusivo de la defensa contra las amenazas externas-, además del progresivo ascenso de oficiales a los altos cargos desde 2015, con el general Braga Neto como principal ejemplo de arribismo, es preocupante. Sin embargo, con el sentido común y el compromiso del gobierno de reequipar a las Fuerzas Armadas para su papel constitucional en la orquestación con una política exterior pragmática y una política industrial sólida, se puede dar un paso adelante. Sin las políticas que he mencionado en los dos últimos párrafos, la oposición seguirá fortaleciéndose.
Bolsonaro, si es elegido, tendrá retos similares pero mayores. Hasta ahora su política exterior carece de coherencia y la reputación de Brasil se ha visto seriamente dañada. En la economía, algunas oleadas de euforia han dado un cierto impulso al presidente, empujadas por la desregulación medioambiental, las concesiones y las subvenciones, que han supuesto un alivio para las cuentas públicas este año. Entre sus partidarios, una parte del mercado está interesada en una profundización de la agenda de privatizaciones y concesiones (que podría ser problemática para Lula) y de las reformas, especialmente la fiscal. Sin embargo, una gran parte de los inversores ya no tolera las manifestaciones racistas, homófobas y la degradación del medio ambiente, y, de hecho, la rentabilidad se pierde por estar ligada al medievalismo. En política de defensa, el capitán ha fracasado. No hay nuevos proyectos significativos, sólo aumentos en el gasto discrecional. Empero, fueron elegidos sus aliados militares. Lo que le da una ventaja en la estabilidad de la gobernanza.
Volviendo a Lula, el candidato tendrá que mostrar una buena articulación con un Congreso que seguirá siendo conservador. Además, ante un escenario económico preocupante, calmar al mercado ante su posible intervencionismo, pero sin decepcionar a sus bases, es un desafío importante.
* El autor es Investigador y Consultor de D&D Strategic and Political Risk Analysis and Training. Senior Research Fellow ISAPE.