San Lorenzo despidió a Sebastián Torrico y Néstor Ortigoza y con su mejor triunfo de 2022 se clasificó para la Copa Sudamericana
En un Nuevo Gasómetro conmovido, el 3-0 le dio el acceso al segundo torneo internacional y cerró la tarde del adiós a dos símbolos de la conquista de la Libertadores 2014
Torri es titular y salva más de una vez el arco del Ciclón, con los pies, con las manos, en el triunfo por 3 a 0 sobre Aldosivi, el equipo de Mar del Plata, caído a la Primera Nacional. Braida y Vombergar (2), fueron los autores de los goles, dos aciertos inesperados de Rubén Darío Insua; ovacionado, también, como técnico y como hincha.
Orti ingresa en el arranque de la segunda etapa, pisa la pelota, levanta la cabeza y descubre un cambio de frente (uno más, otro más) como si fuesen los viejos buenos tiempos. Con Insua, San Lorenzo olvida los contratiempos (los de arriba, los de abajo y los del césped) y hasta consigue el último pase para la próxima Copa Sudamericana, cuando meses atrás había que hacer cuentas para ver si en la próxima temporada no se caía al vacío.
“Ustedes hicieron historia, eso no se compra en ningún lado”, les dice Federico Gattoni, el capitán, hecho en casa, de 23 años. De pronto, surge un espontáneo “vamos, vamos los pibes”, un hit de guerra de algunos meses atrás, convertido en una canción de amor, ahora mismo. Por eso, la despedida de los gladiadores es completa. Un homenaje emotivo, prolijo, con cuadros, la familia y el respeto mayúsculo, para el 12, para el 20. Besos, lágrimas, recuerdos que nadie va a olvidar. El plantel, conmovido, en un costado, sobre el círculo central.
Una tarde de primavera fresca, allí en donde nació el viento. Todos cantan. El estadio repleto, de pie, con lágrimas de felicidad. La canción es por el pasado, por los tiempos que vendrán (que seguramente serán mucho mejores) y, desde ya, por el sentimiento, el ser de San Lorenzo. Un grupo que hizo recordar la mejor versión de los camboyanos, una pequeña dosis de fútbol y una enorme entrega desde los latidos.
Vestido de azulgrana, mientras sus compañeros se pusieron camisetas negras, tapizados de cuervos, Torrico es el último ídolo de San Lorenzo. “La gloria, en tus manos, gracias Torri”, reza una bandera. El mendocino es el hombre bueno, la certeza de que se puede ser un símbolo con la voz baja, con el ejemplo como espejo, todo, pero todo, a partir de un par de partidos. Pablo Migliore tenía severos contratiempos judiciales y el Cóndor llegó para reemplazarlo o, al menos, ocupar un lugar en el banco de los suplentes. Abril de 2013, un préstamo por dos meses. Se quedó toda la vida.
Con cierta malicia, apoyados en algunas salidas en falso y el lógico transcurrir del tiempo, varios entrenadores arrimaron otros arqueros para hacerles sombra. Para quitarlo de encima: no hay que ir demasiado lejos, hasta el querible Gallego se inclina por Augusto Batalla.
Pero es de San Lorenzo, como tantos: sabía que debía despedirse de su gente, con los guantes puestos. El futuro, por resolverse: desde meterse en la política interna, aunque descartó el viaje final en el arco de Barracas Central. Hasta aquí llegó. Mil tapadas y cientos de historias, pero a Torrico hay que recordarlo, como a Ortigoza, por la Copa Libertadores 2014, la que esperó San Lorenzo toda una vida. De ella, el choque decisivo contra Gremio, en el desquite de los octavos de final, en la ebullición de Porto Alegre. El arquero, decisivo, en el 0-1, tapó dos penales (una de sus especialidades), contra Hernán Barco y frente a Maximiliano Rodríguez Maeso. Quién se olvida de Patón Bauza, cuando se fue al túnel, rumbo al vestuario, antes de la eléctrica definición que terminó 4-2. “¿Para qué me voy a quedar, si ya ganamos?”, dijo, antes de Torrico.
Antes y después, bajo la sombra de Pipi Romagnoli, siempre fue el más querido. Jamás un enojo, un desplante, un paso en falso más allá del factor deportivo. En las buenas y en las malas, Torrico. Un héroe del silencio. La contracara, tal vez, de Johny, de Ortigoza, un número 5 contracultural, gigante en los cruces contra Boca y Vélez (los que San Lorenzo más disfruta), pac man del pase y el juego junto a Pichi Mercier en una de las mejores versiones del doble cinco de la historia futbolera reciente y, desde ya, el auténtico especialista de los penales.
No es ídolo, pero casi, casi. Se presentó en febrero de 2011, se fue y volvió. Se fue y volvió, otra vez. Siempre estuvo cerca de Boedo y sus pasiones. Vivió el infierno (uno de los tantos infiernos en la reseña no tan lejana) y la cúspide, como nunca antes. El penal contra Instituto para sostenerse en primera, el penal frente a Nacional, de Asunción, para consagrarse en América, el mejor 1-0 azulgrana de todos los tiempos.
Puso la cara cuando las derrotas y los reproches eran un día habitual, se arremangó las mangas, se bajó las medias, gritó, jugó, transpiró la camiseta desde el primer día. Ese fue el principal valor.
Abrazos para todos. Las camisetas blancas, azules y rojas, con la imagen de ambos, es todo un símbolo.
“Estoy feliz. Hicimos una carrera espectacular, aguantamos los chaparrones, nos despedimos con la gente. Compartimos 10 años, lloré mucho en la concentración, lloramos de felicidad. Nos vamos con el objetivo cumplido, con la clasificación para la Sudamericana. Con un técnico del club, que se hizo cargo de un momento muy especial”, advierte Ortigoza, conmovido.
Compacto de San Lorenzo 3 vs. Aldosivi 0
“Muchas sensaciones, muy emocionado. Hoy se cierra una etapa muy importante en mi vida. Soy un agradecido al club, a la gente. San Lorenzo me hizo un nombre en el fútbol”, cuenta Torrico, que casi no puede hablar. En realidad, no hace falta decir nada más: lo dieron todo. Y se despidieron a lo grande… hasta con dos penales.
Al primero, lo atajó Torrico. Y el otro...