Racing: ¿Y ahora? De la decepción por la victoria de Boca a un nuevo estímulo para la definición
La idea de Fernando Gago no cambia: más allá del resultado del jueves en el Bosque, ganarle a River siempre fue el compromiso interno; qué cambió en la intimidad el triunfo xeneize
Lógica pura: en Racing se tomó el triunfo de Boca sobre Gimnasia por 2 a 1 con una tremenda desilusión. La serie de ocho partidos invicto (solo un empate, un 3-3 con Defensa y Justicia) lo mantiene vivo y sabe que, pasara lo que pasara en el Bosque, debe superar a River, una bestia negra, en el Cilindro, este domingo, desde las 17. Siguió con expectación el desarrollo del encuentro, Fernando Gago y sus soldados, y la decepción se adueñó de la escena. Pero esa sensación duró un suspiro.
Tiene una última oportunidad, ya no depende de sí mismo (Boca tiene un punto más) y el adversario del gigante es Independiente, el histórico enemigo íntimo. Sin embargo, en la más genuina intimidad, hay una carta ganadora, que surgió de golpe, detrás de la victoria xeneize. Una carta que se ofrece como un símbolo, que tiene un sentido.
Racing sufrió varios golpes en el trayecto hasta esta oportunidad dorada. Cuando perdió con Estudiantes por 1 a 0, el punto cumbre de esta serie triunfal, había quedado a cuatro puntos de la cúspide y un mar de dudas a su alrededor. También quedó en el camino de la Copa Sudamericana, y de la Copa Argentina. Siempre se levantó, con el estilo Gago: disciplina sin excesos (de ningún tipo, no solo sobre la balanza) y juego audaz. En todos los encuentros atacó mucho (a veces, muy bien) y los rivales le encontraron heridas en el fondo (muchas acabaron en la red, sí). Solo en una ocasión sintió el vértigo de las alturas: el último encuentro, ante Lanús, en el Sur, un tímido 1-0 resuelto por el goleador Enzo Copetti, ya sin fútbol inteligente por la seria lesión de Emiliano Vecchio.
Ganó, es cierto, pero no tuvo ni una de todas las virtudes que lo acompañaron en la travesía. Le costó absorber la presión del contexto: ganar era convertirse en puntero y esa sensación lo pulverizó en casi todo el desarrollo. Se impuso, es cierto, por un detalle. Una salida en falso de Guillermo de Amores simplificó la ecuación. Ahora, sin la hipótesis de ser el líder (un escenario que hubiese preferido, desde ya) va a jugar frente a River con la certeza de que toda la presión es de Boca. De que Boca es el candidato y, también, claro, debe ganar.
Mientras, el plantel sigue a todo ritmo. El entrenador tiene una duda en la zona del mediocampo para definir el once inicial que buscará el milagro el próximo domingo en el Cilindro, por la última fecha de la Liga Profesional de Fútbol. Gago tiene que definir si mantendrá a Carlos Alcaraz como armador de juego o si le dará la titularidad a Jonathan Gómez. Alcaraz, surgido de las inferiores del club, fue el elegido para ocupar el lugar del lesionado Emiliano Vecchio en la victoria por 1-0 ante Lanús, el último martes.
Gómez ingresó al inicio de la segunda etapa del choque ante el Granate por el juvenil, que no tuvo un buen desempeño a lo largo de la primera mitad. El DT tendrá dos días para terminar de armar el equipo de mitad de cancha hacia adelante en el partido. El resto del equipo sería el mismo que consiguió la valiosa victoria ante Lanús: Gabriel Arias; Iván Pillud, Leonardo Sigali, Gonzalo Piovi y Eugenio Mena; Leonel Miranda, Aníbal Moreno, Alcaraz o Gómez; Matías Rojas; Enzo Copetti y Johan Carbonero.
El entrenador suele mandar mensajes. Hacia adentro y hacia afuera. “Estos son momentos decisivos del campeonato y tenemos que estar a la altura. A los hinchas de Racing les pido que sigan apoyándonos como hasta ahora, porque el equipo va a dejar todo para intentar lograr el objetivo”, declaró, en las últimas horas. El ambiente es otro asunto: la ansiedad del público muchas veces afectó el rendimiento colectivo. Más que nunca, Racing va a jugar con el clima, con River. Y contra sí mismo.
Tal vez sin ese agobio en la cabeza, corriendo desde atrás (como más le gusta), pueda recuperar el juego ofensivo y la serenidad en un contexto incómodo, porque no depende de sí mismo. Sin embargo, más allá de la decepción por lo que ocurrió en el Bosque, tiene una carta en la mano. Que todo el peso de la presión juegue en las tribunas de la Bombonera.