Punto de sangre
Un Madrid sin alma salva un punto en el descuento gracias a un remate de valor de Rüdiger, que tuvo que marcharse con la cara partida. Hazard volvió a fracasar. Los blancos ya están en octavos.
Fue de Champions el coraje del Shakhtar, con un comportamiento extraordinario mientras llovían misiles rusos sobre ciudades ucranianas. Porque si ya resulta difícil creerse en casa a 1.500 kilómetros de casa, parece casi imposible pasar hora y media concentrado en el fútbol cuando las bombas rozan a familiares y amigos. El Shakhtar ha llegado a esta Champions vaciado deportiva y anímicamente y, sin embargo, ha hecho de tripas corazón. Jovicevic no tiene mucho donde elegir y puso a diez de los que perdieron en el Bernabéu. Todos simbolizaron bien la resistencia a la adversidad de todo un país.
Ancelotti se había atrevido con todo hasta ahora menos a salir sin Vinicius. Tal adicción al brasileño estaba justificada. Más si faltaba Benzema. Pero firmado el pacto de Varsovia (el francés paró ante el Getafe para estar ante el Shakhtar y en el Clásico), el italiano le echó valor, sentó a su jugador principal, cambió a seis, se llevó a Rodrygo a la izquierda y puso de inicio a Hazard, que en LaLiga no ha completado temporadas, sino cameos. En la decisión pudo apreciarse la larga carrera diplomática del técnico.
Hazard, en paradero desconocido
Otro Madrid, con dos mediocentros (Tchouameni y Kroos), Valverde en la derecha y Hazard de mediapunta, para que la posición no le sirviera de excusa. Y también otro Shakhtar, porque con los mismos fue mucho más cauteloso que en el Bernabéu: presionó mejor, juntó más las líneas y no permitió esa verbena ofensiva de un rival que hace una semana le cosió a tiros, la mayoría al aire.
El Madrid pierde gracia sin Vinicius y su visión volcánica del juego, porque Rodrygo es más complementario que sucedáneo. Va al grano, sin adornarse, pero le falta el duende de su compatriota. Y como Modric estaba en el banquillo y Benzema buscando todavía su golpe de pedal, el equipo blanco volvió a completar un inicio de bajas pulsaciones. Lleva ya media docena de partidos ganando por medio cuerpo y sestear se ha hecho costumbre.
Así, entre la falta de recursos de los ucranianos, justificada, y la falta de codicia de los madrileños, por justificar, hubo que recurrir al microscopio para encontrar algo interesante en la primera mitad: algún pase profundo de Sudakov, media docena de esprints de Mudryk que no fueron a más, un taconazo de fantasía de Benzema, dos disparos sin ángulo del francés y de Rodrygo que no pillaron en un renuncio a Trubin, un trallazo lejanísimo de Valverde... Todo a bajísimo ritmo, sin incidencia de verdad en las áreas. Del Madrid pudo decirse, hasta el descanso, que solo lucieron sus centrales. En cierto modo quedó la impresión de que también se sentía concernido por el estadio anímico de los jugadores ucranianos... y de Hazard. Partidos así deben sacar de la depresión futbolística al belga, pero siguen pasando de largo. Incluso pareció mezclar mal con Benzema, el único brote verde que se había apreciado en años anteriores. Definitivamente se le ha tragado la tierra.
El valor de Rüdiger
Aquel tostón acabó al minuto de la reanudación, con el gol del Shakhtar, que castigó la pereza extrema del Madrid. Arrancó Mudryk sin que nadie reparara en él, abrió a la izquierda a Mikhaylichenko y el centro de este se lo tragó Mendy y lo cabeceó Zubkov, que también marcó en el Bernabéu.
Sonaron las sirenas en el Madrid y llegó la hora de Modric y Vinicius, que vienen a ser medio equipo, y se marchó Hazard, que no ha pasado una sola moción de confianza. Cuando aterrizaron, el Shakhtar ya era un equipo mucho más crecido que al comienzo: una defensiva agresiva, muchas ayudas, pocos espacios para el rival y soltura para la contra. En una de ellas Traoré perdonó dos veces: Lunin le ganó primero el mano a mano y el balón muerto lo estrelló después en el larguero. El meta del Madrid tuvo que sacarle después otra a Zubkov en pleno subidón del Shakhtar.
El susto llegó al banquillo y provocó tres cambios de golpe más: Alaba, Camavinga y Asensio para completar el equipo de primeros auxilios. La remodelación le dio la vuelta al partido. El Madrid mejoró mucho y el Shakhtar, aunque agotado, resistió con cierto orden. La cosa acabó con una larga sucesión de balones colgados al área y en uno de ellos, en el descuento, Rüdiger, autoinvestido delantero centro en ese estado de excepción, metió con valor torero su cabeza a un centro de Kroos y le dio al Madrid un punto bañado en sangre. Todo nervio y corazón, dice el himno. En Varsovia solo lo cantó el alemán.