Por qué la destrucción del puente de Crimea supone otro fuerte golpe para Putin
Inaugurado en 2018 por el propio presidente ruso, la estructura de 19 kilómetros de longitud es clave para el transporte de personas y mercancías, pero también para el aprovisionamiento de las tropas rusas. La caída de un símbolo
Fue inaugurado en 2018 por el líder ruso Vladimir Putin y es un símbolo de la anexión ilegal de la península ucraniana. Para su construcción, el mandatario confío en Arkady Rotenberg, uno de sus oligarcas más próximos y fundador de Stroygazmontazh, una constructora especializada en la creación de sistemas de transporte de petróleo y gas.
El magnate ruso y Putin guardan una estrecha relación. Se conocieron de pequeños, cuando eran compañeros de judo y sambo (un arte marcial ruso). Según Forbes, su fortuna oscila los 2.300 millones de dólares.
Mientras Ucrania celebra los daños, pero sin aclarar en ningún momento una presunta responsabilidad, el Comité de Investigación de Rusia ha abierto un caso penal por un supuesto “delito”.
Rusia anexionó Crimea en 2014 (después de un referéndum en la península no reconocido por Ucrania ni la comunidad internacional) y la única forma de unir ambas zonas sin pasar por territorio ucraniano era a través de un puente por el estrecho de Kerch.
La estructura empezó a construirse en febrero de 2016 y tuvo un coste total de 228.000 millones de rublos (3.000 millones de euros). Mide 19 kilómetros de longitud y se lo considera el más largo de Europa.
El puente, realizado con ingeniería rusa, incluye cuatro carriles para vehículos -dos en cada dirección- y dos vías de tren -una en cada dirección-.
Putin ordenó la construcción del puente para instalar una ruta de conexión directa entre la península ucraniana anexionada en marzo de 2014 y el resto del continente.
El estrecho de Kerch tiene entre 4,5 y 15 kilómetros de ancho y une los mares Negro y Azov.
El 15 de mayo de 2018, el presidente ruso inauguró el puente subido en un camión.
Y el 23 de diciembre de 2019 otra vez Putin fue el encargado de inaugurar, a bordo de un tren, la vía férrea instalada sobre el puente. El jefe del Kremlin se subió al tren en la ciudad de Kerch y se bajó en Tamán (región de Krasnodar), ya en territorio continental.
Putin ese día también calificó de “grandioso” el proyecto. “Este es un acontecimiento muy importante para Crimea, Sebastopol y todo el sur de Rusia, y también para todo nuestro país”, comentó.
Se estimaba entonces que cerca de 14 millones de personas cruzarían el puente al año.
Además, con el tren de larga distancia “Tavria” -antiguo nombre de Crimea- enlaza de manera permanente San Petersburgo y Sebastópol.
El 23 de diciembre de 2019 partió el primer tren. El alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, afirmó entonces que el tramo de ferrocarril que une a Rusia con la anexionada península de Crimea constituye “otra violación de la soberanía e integridad territorial” de Ucrania por parte de Moscú.
Y advirtió de la circunstancia de que el puente que sostiene el enlace ferroviario “limita el paso de barcos” a través del estrecho de Kerch hacia puertos ucranianos en el mar de Azov.
Todo lo que rodea la construcción del puente ha sido condenado tanto por Ucrania como por Occidente, que consideran a la península parte del territorio ucraniano.
La destrucción del puente -aun no se sabe si total o parcial- golpea la logística de Moscú en su invasión, pero también la moral... De símbolo del expansionismo ruso, el puente de Crimea podría transformarse en el símbolo de su fracaso.