La noche de las tres cartitas

El Sevilla sufre pero golea al Copenhague y estará al menos en la Europa League. Papu e Isco, discutidos durante minutos, pusieron la luz con dos chispazos de calidad.

José A. Espina
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A falta de que lo que ocurra en el Borussia Dortmund-Manchester City, donde hace falta que ganen los ingleses para tener alguna opción de seguir en Champions, el Sevilla jugará como mínimo en los dieciseisavos de su competición fetiche, la Europa League. Y que tiemble el Continente, porque los astros parecen haberse vuelto alinear con el equipo nervionense, capaz de lograr su primera victoria en la actual edición solamente porque el rival, el Copenhague, es uno de esos equipos que juegan en la máxima competición continental porque tiene que haber de todo. Los daneses, de hecho, no han conseguido anotar todavía un gol... Y eso que en Nervión tuvieron ocasiones clarísimas para ello.

Que no engañe el 3-0. El Sevilla sufrió durante muchos minutos. El Sevilla se arrastró durante otra primera parte más propia de partido homenaje que de fútbol de alta competición. Pero los chispazos de Papu e Isco, dos futbolistas que durante muchos minutos trotaron más que corrieron, desatascaron el marcador para darle una alegría a su gente, al menos a aquella a la que le importa más el resultado (normal) y los optimistas que piensan, éste que escribe también, que sobre las victorias se construye mucho mejor que sobre ninguna derrota. Sean como sean esas victorias.

Tan mal pinta la cosa que ni siquiera se escuchan ya muchos pitos en el Sánchez-Pizjuán, que en otra época se hubiera puesto de uñas con su equipo después de tragarse la lamentable primera mitad que perpetraron sus futbolistas. Ante un rival menor, repleto de bajas además (seis presumibles titulares no habían viajado en el Copenhague), el equipo de Sampaoli volvió a mostrarse como una banda sin profundidad, ni ritmo, al trote cochinero que marcaban Isco, Papu, Suso y Dolberg. Cuando están bien o medio bien se les llama “artistas”. Para sus estados y actitudes actuales, en Sevilla existe una denominación muy expresiva: jugador que está “a las tres cartitas”. En el caso del gaditano, para ni una cartita da.

Cualquiera sabe por qué Sampaoli insiste en alinear a tanto jugador de este calibre, sobre todo cuando juega en casa. Lo arregló o intentó arreglar tras el descanso, como ante el Valencia, quitando al delantero danés, al que en la previa acusó con razón de no relacionarse con sus compañeros. Esta vez no se relacionó ni con el balón, así que en su lugar entró En-Nesyri, que parecía haber caído en desgracia para el nuevo entrenador. Pero al que le pasaron un montón de cosas, buenas y malas, en poco más de 20 minutos.

Antes de eso avisó el Copenhague, a base de bien. Haraldsson se estrelló contra Dmitrovic primero y contra su propia incapacidad después, en dos manos a mano. Y luego Clem mandó al palo el balón tras una mala salida del portero serbio, que había sustituido a un tocado Bono. Es ley de fútbol: el que falla tanto, lo paga. Así que Papu, en uno de sus pocos momentos de lucidez, la tocó con seda por encima de la defensa para que En-Nesyri madrugara a Grabara e hiciera el 1-0 (61′). No había mejorado el juego del Sevilla, tampoco cuando el delantero marroquí se vio obligado a irse del campo con una lesión muscular que, ojo, puede hacerle peligrar para el Mundial.

Rozó el Copenhague el gol en otro córner mal defendido, con remate de Diks al larguero, pero entre la maleza y el nerviosismo surgió el talento de Isco para en una jugada Made In el fantasista malagueño, con recorte y disparo a la escuadra desde el pico del área (2-0, 88′), quedara el partido sentenciado. Es el primer gol que el de Arroyo de la Miel consigue con el Sevilla. Montiel, al aprovechar un de Grabara, redondeó un 3-0 (92′) que pocos minutos casi nadie esperaba y que la afición sevillista celebró como una de esas noches grandes que, hasta no hace mucho se había acostumbrado a celebrar. A falta de buen fútbol, de sobriedad o de equilibrio, Nervión se pone en manos de las tres cartitas.

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