Griezmann reina en la noche de los cuatro porteros
El francés marcó para la victoria del Atleti en un duelo eléctrico y de ritmo altísimo. Se lesionó Oblak, salió Grbic, Reinildo lo detuvo todo, hasta un balón final de Raúl García.
Dejaba solo Koke a Morata ante Unai Simón con un preciso balón filtrado que cortaba Yeray. Replicaba Iñaki Williams al cabecear alto un centro de Berenguer en ese mal de altura de los del Cholo: cualquier balón colgado viene con música de película de terror. En el Athletic, Vesga comparecía por Dani García. En el Atleti, Simeone perdonaba a De Paul y le daba la titularidad en un centro del campo en el siempre sobresale Kondogbia. Entonces llegó el reloj al diez y algo cambió para siempre.
Nahuel alza la cabeza y atisba el movimiento de Morata entre los centrales. Allá envía el balón, con un pase de 40 metros que Morata interpreta perfecto. Hasta en el bote, altísimo. Un bote en el que Yeray pierde de vista el balón y, al rectificar, se trastabilla y cae mientras Morata se detiene un segundo ante Unai Simón en ese lugar en el que casi nunca hay tiempo para pensar. Pero Morata tuvo paciencia y la pausa. Pensó y, plim, pelota a la red. E incendio. Porque desde el VOR llaman al árbitro para susurrarle que, en la toma por detrás de la caída de Yeray, Morata es quien desestabiliza una pizca. El árbitro va a la pantalla y anula tras una amarilla a Simeone. Eso de que el VAR no iba a meterse en los grises es como la niña de la curva: todo el mundo ha oído hablar de ella pero en realidad no existe.
Desde de ese minuto Morata pasaría un largo rato negando de cabeza. Desde ese minuto, el fútbol seguiría siendo eléctrico pero se borrarían las áreas. El Atleti cómodo en el traje que mejor le sienta, el 4-4-2 más cholista, serio y ordenado, subido a hombros de ese Kondogbia imperial. Porque Kondogbia recuperaba e interceptaba, en todas partes, dueño y señor. Para todo lo demás, Griezmann. En la combinación, el esfuerzo y el trabajo. El león enseñaba colmillo pero sin terminar de morder. Poco de los Williams, apagado por un Reinildo en modo O Rei de la defensa. Poco de Muniain. Los de Valverde empujaban pero sin claridad al final. Cuando llegó el descanso, todos se iban bañados en sudor, tal el desgaste para tan poca ocasión.
El momento Griezmann
El inicio de la segunda parte se demoró para coser el agujero en una portería mientras los jugadores terminaban de recuperar resuello. Y Griezmann inspiraba fuerte. Estaba en San Mamés, ese estadio que siempre convierte en su jardín. El equipo que fuera su puerta de entrada en España, en la prueba para quedarse en la Real, el campo de donde se llevó su primer balón con el Atleti, tras un hat-trick que le licenció en la mili cholista... Y aquí volvería a levantar su puño triunfal, esta noche que siempre suelen ser suyas, las de San Mames. Ayudaron Nahuel y Morata. El primero porque siempre interpretaba los desmarques del segundo. El segundo porque recibe, maniobra y envía allá donde llegaba Grizi desde segunda línea para golpear el cuero a la red con la familiaridad de quien se siente como en casa. Casi al unísono caería Oblak.
Porque cayó el portero sobre hombro y cabeza tras chocar con Berenguer. Intentó seguir pero no pudo. A los diez minutos salió Grbic para demostrar que el Atleti no solo tiene un portero sino dos. O, incluso, tres porque Reinildo se colaría con su detener todo a la noche de Griezmann. El primero en lanzarse sobre Grbic sería Raúl García, de cabeza a por su red. Le frenó el portero. El Athleti ya era balones llovidos o pelota parada buscando morder. Pero Grbic repelía. También ese remate a bocajarro de Iñigo Martínez. El rechace lo pararía O Rei primero con las piernas y luego con la cara, aunque de lo último avisó el VAR al pensar el árbitro que había sido con la mano. Un Reinildo que un segundo después estaba por los suelos para sacar en la línea un balón de Raúl García que gritaba gol. Mientras la Catedral bajaba el telón y João estaba sobre el campo. 15 minutos. 15 minutos con dolor en la cadera, sin apenas poder correr pero sin dejar de hacerlo, en ese ejercicio de derroche que es siempre el Atleti cuando es cholista. También João.