Griezmann hace bueno el cholismo
Doblete del francés para colocar al Atlético tercero en LaLiga. Recortó Fekir. Álex Moreno estampó un balón en el travesaño.
El rechinar de las pizarras llenó la hierba en cuanto el árbitro pitó el inicio. Pellegrini adelantaba a Carvalho por la falta de Canales. El Cholo le daba las alas a Correa y Saúl. Pero sin volar. Oblak regresaba a la portería en un Atleti alzado sobre su traje más cholista, el 4-4-2, el resistir como único juego. Enseguida el Betis se abalanzó sobre ello, rascando arriba y tatuando su nombre en el cuero, combinando y jugando a lo que Guido quisiera jugar. Los rojiblancos, abigarrados en su territorio, apretaban las líneas como los dientes en bruxismo. En ataque no existían. Para qué. Su primera parte fue solo un sobrevivir sin balón.
Porque mientras el Betis movía y movía buscando una grieta en el balance defensivo cholista, los del Cholo se convertían en diez reinildos, impertérritos al amago de baile andaluz, que sin Fekir (banco) y Canales venía sin chispa, trastabillándose, sin hallar resquicio. Era el 18′ cuando Pellegrini daba una patada al aire en su banquillo. A su plan acababa de salirle una grieta: Luiz Felipe caía lesionado. Víctor Ruiz, en frío, ocupó su sitio atrás. Pero salvo las travesuras que Griezmann intentaba, nada inquietaba el Atleti. Ninguno de sus compañeros le seguía.
Fue sobre los hombros del francés, cómo no, que los rojiblancos trataron de acercarse a Rui Silva. Griezmann bajaba, subía, buscaba y le arrancaba a Pellegrini la pista de baile que intentaba plantar. Sin arañar, eso sí. Las ocasiones eran como cometas Halley en la tarde, que sobrevolaban las porterías de mucho en mucho. Y casi como pidiendo perdón. Todos disparos fuera, casi todos sobre la cabeza de Oblak. Pero eso es cholismo. Aguantar. Y robar, correr y matar cuando toque. El Betis trataba de escapar a la somnolencia que el Atleti instauraba cuando adelantaba sus líneas de presión para acercarse a Oblak. Pero una vez se escapó Iglesias y el portero atrapó en dos tiempos. Pero cuando lo hicieron todos los demás fueron solo balas de fogueo. Y lo escrito: al aire. O demasiado cruzadas. Como esa volea de Grizi después de que Rui Silva le regalara un balón en el saque justo cuando el descanso llegó.
La hora de Griezmann
Cuando empezó la segunda parte, el Atleti se decidió a sudar. No le quedó otra tampoco: Reinildo fallaba un control incomprensible y el balón quedaba para la carrera de Borja Iglesias en una contra que Luiz Henrique llevó a la red. Pero El Panda estaba en fuera de juego. Anulado. La contestación rojiblanca fue un gol olímpico de Griezmann.
Porque el empeño del Cholo este verano, contra todo y todos, se veía recompensado otra tarde más cuando observaba volar un córner lanzado por el francés fuerte y cerrado hacia Rui Silva. Porque la confianza en Grizi siempre tiene premio. La pelota botó por dos veces antes de colarse en la portería sin oposición alguna. El Cholo apretaba los puños en su banco. A Pellegrini no le daba el cuello de la camisa otro partido más ante Simeone, y son nueve ya sin victoria. Pero el cholismo también es esto: aguantar hasta que aparezca Griezmann. Por cierto, es octubre y ya lleva un gol más que en LaLiga pasada. O, mejor dicho, dos.
Porque una combinación de Cunha y Correa en la frontal acabó con Griezmann colándole el balón a Rui Silva entre las piernas. El Betis regresaría al partido cuando Fekir pisó la hierba. Primera pelota, ocasión. Segunda, gol: agujereó la red rojiblanca con un libre directo teledirigido al palo de un Oblak que pudo hacer más. El Betis se lanzó como un alud sobre el cholismo, sobre un Atleti ya sin Grizi. Álex Moreno estampaba un balón en el larguero. Pero el primer principio cholista es saber sufrir. Además de Griezmann, claro.