El único grande es River
Hizo lo que pocos esperaban, sobre todo los de la contra... El Muñeco es tan grande que se va sacando campeón hasta a Boca. Enseñó hasta el último día.
Ni siquiera podemos procesar, en tan corto tiempo, todo lo que pasó, todo lo que nos enseñó en un último partido oficial que será recordado por muchos años. Incluso hay muchos hinchas de River con un sentimiento contradictorio, pues nadie de River quiere a Boca campeón.
Ahora bien, si decidimos vivir y jugar con grandeza realmente esta actuación de River despeja todas las dudas y aclara el camino por los siglos de los siglos. Esto es River. No todos pueden decir lo mismo. River juega en serio, siempre respetando la camiseta, juega a ganar aunque eso implique favorecer al rival de toda la vida. Muerto en Madrid pero rival al fin de cuentas. Ellos no pueden decir lo mismo.
Mirá qué distintos somos dice la canción y esta vez, como un maestro cinematográfico, el Muñeco se guardó la última escena para la estocada final. Hundió un mensaje en el corazón de Boca. Un mensaje de integridad de una altura que no es para que todos comprendan.
Todos estos años de supremacía riverplatense ningunearon al Muñeco, no aceptaron que simplemente éramos mejores y pusieron una excusa detrás de otra. Infamias, calumnias, mentiras de patas muy cortas que se disiparon a la primera brisa como el humo.
El Muñeco volvió a demostrar que su compromiso con el fútbol y con River está más allá de cualquier adversario. River es River, vive y juega con grandeza, bien o mal, pero sin agachadas. Marca el camino, enseña y se destaca de una jungla que presume de victorias mediocres para maquillar carencias y malas artes.
Obviamente el que gana un campeonato siempre estará contento. Es lógico. El análisis viene después de la vuelta olímpica y la realidad que permite sacar las mejores conclusiones es algo que siempre está sobre la mesa, pero muchos prefieren esconder debajo cuando no favorece a sus intereses.
Hoy el hincha de River vive en esa sensación dual. Por un lado, orgullo por los valores de su equipo. Por otro, tristeza por haber favorecido al máximo rival.
Puede parecer contradictorio, pero los dos sentimientos pueden convivir. Cuando Armani atajó el penal no me puso triste. Tampoco sentí el alivio de cuando hizo la atajada sobre la hora a Benedetto en la final de ida de la Copa Libertadores más importante de todos los tiempos. Digamos que mi sentimiento del momento fue un tema irrelevante ante la enseñanza posterior, explicadas con precisión por nuestro líder máximo de todos los tiempos, con las breves palabras que pronunció luego de la nueva gesta del Cilindro. Cuando tengamos alguna duda, pensemos qué haría el Muñeco y ahí vamos a encontrar el camino correcto.
Esa enseñanza que da este River es mucho más que una victoria circunstancial en un partido de fútbol, que gane un campeonato local Boca (los que antes no festejaba o quitaba valor) o que se lo lleve a Racing.
River hizo lo que tenía que hacer un equipo grande. Otros volvieron a fallar en su casa. No sólo Racing.