El final más triste para Lopetegui

Un Sevilla impotente y desquiciado cae con rotundidad ante el Borussia Dortmund durante la despedida del vasco como técnico en Nervión. Sampaoli tomará este jueves las riendas de un equipo roto.

José A. Espina
As
Quien pensó en el Sevilla que sería difícil superar el ridículo de dejar en el banquillo a un entrenador desahuciado, de hacerlo además en Champions y ante uno de los grandes de Europa, comprobó que no: que el sótano del escarnio siempre puede tener varias plantas más. Julen Lopetegui puso el epílogo más triste a la que sin duda puede considerarse, la suya en Nervión, una aventura exitosa. Lo hizo con una derrota abultada ante el Borussia de Dortmund. El Sevilla se desangra a la espera de que este jueves llegue el argentino Jorge Sampaoli y, más allá de comprobar si hay plantilla o no para salir del abismo, costará mucho que la paliza psicológica, anímica y física de este equipo, de este club descompuesto, logre al menos cicatrizar.

Sonaba Take me out (Sácame de aquí), el tan simple como descomunal himno de los escoceses Franz Ferdinand mientras calentaba sobre el césped el que ya se conocerá como último once de Lopetegui en el Sánchez-Pizjuán. Cosas de la casualidad o de algún guasa de la megafonía. Una alineación número 170 repleta de mensajes: jugaban por supuesto los suyos, aquellos fichajes que Julen pidió expresamente. Isco y Suso. Tecatito y Óliver también le pertenecen pero ninguno de los dos (el mexicano se lesionó de gravedad) cabía en la lista de Champions.

Colocar a dos canteranos (Carmona y Kike Salas) en el centro de una defensa de tres sonó a canción-protesta contra el empobrecimiento en esa línea tras la venta de Diego Carlos y Koundé. Aparecía Jordán, el futbolista que cayó al césped del Villamarín en, quizá, el principio del fin del técnico vasco en el Sevilla, pero que ahora mismo no parece ni la sombra de lo que fue. Igual que Suso. Y en punta, En-Nesyri: el delantero que más fielmente cumple con lo que el de Asteasu pide a sus atacantes: lucha, presión, ser el primer defensa. Pero al que la portería se le convierte en agujero de billar. Había fallado ya el marroquí dos o tres goles cantados cuando vio la roja por cortar una contra de los alemanes. El VAR enmendó al italiano Mariani porque, antes, Navas había recibido un pisotón.

Guerreiro aprovechó el primer caos de una zaga que se ha acostumbrado a no saber donde para y colocó muy pronto (6′) en la escuadra el 0-1. El partido se jugaba en el campo y en la grada a 220 pulsaciones por hora, como si se tratara de una final. Porque lo era. El final de Lopetegui en el Sevilla. De tanta excitación sólo podía salir la Puerta Grande o la Enfermería y tras unos minutos de dominio y ocasiones nervionenses, el equipo de Terzic decidió embestir mortalmente a los nervionenses.

El inglés Bellingham descubría con un eslálom semimaradoniano por qué media Europa se anda peleando por él (0-2, 41′) y Adeyemi aprovechó el rebote de la enésima jugada circense en del área del Sevilla para anotar el 0-3 justo antes del descanso. Fue entonces cuando el sevillismo confirmó la total ruptura: cánticos contra el palco (Directiva, dimisión) y a favor de Lopetegui, al que un 99 por ciento de la afición había ya amortizado, hasta que las últimas horas de locura han acabado por victimizar.

En-Nesyri, un futbolista al que Sampaoli tal vez pueda recuperar si logra sentarlo en el diván, le puso algo de suspense a la segunda mitad al acertar, esta vez sí, a la salida de un córner (1-3, 51′). El Sevilla tiró de casta y coraje para apretar al Borussia y encender a su gente en busca de una gesta, un homenaje final a Lopetegui, pero el jovencísimo Moukoko avisaba a la contra y Brandt redondeó su partidazo con el definiivo 1-4 a un cuarto de hora del final. La grada, ya semivacía, dictó sentencia: con o sin Lopetegui, así no, Sevilla.

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