El Barça canta, el Madrid baila
El equipo de Ancelotti gana el Clásico con una actuación más inteligente que brillante ante un Barça arruinado por su defensa. Marcaron Benzema, Valverde, Rodrygo y Ferran, Kroos fue el jefe del partido.
Llegado el Clásico y con el sopapo europeo aún caliente, Xavi decidió no mover un músculo. No sacó a Balde de la izquierda, dejó a Sergi Roberto solo ante el peligro (Vinicius), mantuvo a Busquets, bajo investigación tras lo sucedido ante el Inter (hasta las vacas sagradas pueden acabar en el matadero), y prefirió sacrificar a Gavi para meter a De Jong antes que ahorrarse un extremo. A por todas y desde el comienzo fue el mensaje o como vivir o morir envuelto en un estilo. A Ancelotti, con el viento a favor, siempre le queda París. Solo le faltaron Courtois y Casemiro de aquella noche de Champions, que ya es perder, pero ese sigue siendo el traje de luces del Madrid: Kroos y Modric en la misma mesa y Valverde como multiusos. Extremo, centrocampista, lateral o rematador, según vaya la mano.
El inicio del partido vino a confirmar lo que ya se sabía. El Barça presionó arriba con un punto más de moderación de lo habitual porque era consciente de donde andaba y el Madrid alternó el hostigamiento con la espera. El equipo de Ancelotti es capaz de jugar de muchas maneras, incluso en un mismo partido. Una arritmia que desconcierta, pero con desembocadura casi única: Vinicius, futbolista que se ahorra los preámbulos. La cosa andaba en un punto de equilibrio cuando Kroos tomó el balón cerca de la banda izquierda, Busquets blandeó para detenerle y el pase del alemán a Vinicius acabó siendo fatídico. El brasileño salió como un avión de la espalda de Sergi Roberto, su disparo tras un último mal control lo salvó Ter Stegen y el rechace le llegó a Benzema, el peor cliente posible para el Barça. El francés mandó a la red su remate entre tres defensas blaugranas frente al pelotón de fusilamiento.
El misil de Valverde
Hasta entonces había sucedido poco. Un remate de Raphinha a las manos de Lunin y otro de Vinicius que envenenó un roce en el propio Raphinha. El Madrid, eso sí, había escapado con cierta facilidad (para eso tiene a Modric y Kroos; fantástica la primera mitad del alemán) de las emboscadas del Barça alargando mucho a sus laterales y el equipo de Xavi no había encontrado a sus extremos ni a Lewandowski, que vivía en fuera de juego. Así estuvo a punto de marcar (no lo señaló Sánchez Martínez) en soberbio pase de Raphinha. A puerta vacía mandó su remate al fondo deshabitado del Bernabéu. Una rareza. Para entonces el Barça ya había reaccionado a las órdenes de Pedri, que tiene la hoja de ruta del equipo, y el Madrid había retrocedido sin disimulo. Es costumbre en los últimos tiempos que deje las cosas a medias. No está vez. En el peor momento de los blancos, Vinicius se encontró en zona de peligro rodeado de azulgranas y ahí tuvo el temple que le faltó en el inicio de su carrera. Espero a Tchoumeni, este abrió a Mendy y el lateral vio llegar a Valverde al borde del área. Desde ahí metió un misil raso imposible hasta para Ter Stegen. De inmediato tuvo una parecida De Jong, pero en su derecha hay menos pólvora que en la del uruguayo.
Al descanso se fue el Madrid con una doble ventaja, mezcla de su lectura inteligente del partido y de la alarmante falta de contundencia defensiva del Barça, que tuvo más la pelota, pero no supo para qué.
El guerrero Gavi
Del descanso volvió un Barça desanimado y un Madrid más activo, que empezó a protegerse con un manejo preciso del balón y con esporádicas pero explosivas llegadas. En una de ellas le anularon un gran gol a Benzema por fuera de juego. Aun así, los olés del público, a media hora del final, parecieron precipitados.
En plena depresión, metió Xavi tres cambios. A los 30′ segundos de entrar ya andaba Gavi buscando pelea con Mendy. Al minuto había hecho una falta. Era el desfibrilador que buscaba su técnico. Después entró Ansu Fati, otro de los que llegan del futuro. Resultó a medias. El Barça comenzó a encerrar al Madrid sin demasiada convicción, aunque le dio para pedir un penalti por roce de Carvajal a Lewandowski (mitad desmayo, mitad penaltito) y para un gran disparo de Dembélé, la amenaza fantasma del Barça.
El resto de movimientos encalló al borde del área hasta que en una internada de Ansu le puso un balón en el segundo palo a Ferran, que marcó a puerta vacía. Así que el Madrid acabó confinado a su área, como tantas veces, hasta que en una de sus salidas Eric García le hizo un penalti a Rodrygo, ignorado por Sánchez Martínez y detectado por el VAR, que el brasileño, con Benzema sustituido, transformó. Y así el Madrid recuperó el liderato y el Barça se quedó con la depresión.