Con la cabeza en el Clásico
Un testarazo de Militao en el minuto 4′ hace dormir primero a un Madrid de servicios mínimos. El VAR anuló justamente un penalti a Vinicius y un gol a Rodrygo.
Ancelotti ha mejorado sus cartas de primavera a otoño. Del a quién poner que le agobiaba a su llegada (recuerden aquella banda derecha por la que desfilaban muchos y no se quedaba nadie y un banquillo lleno de invisibles) ha pasado al a quién quitar, bendito aprieto. Incluso en la situación extrema que se le planteó en Getafe, sin Courtois y sin Benzema. No hay equipo sostenible sin un gran portero y sin un gran goleador, dicen los manuales del éxito. Pues sin lo uno y sin lo otro tuvo que jugar el Madrid, y como su técnico tiene al Getafe por equipo de granito dobló el suplemento muscular: Valverde, Tchouameni y Camavinga para arropar a Modric, que solo coincidirá con Kroos en las grandes ceremonias (el Clásico, para empezar). Un centro del campo vigoroso frente a otro remendado por las ausencias de Arambarri y Maksimovic, las lumbares del equipo de Quique.
El fútbol admite equipos de toda condición. El fuerte del Getafe es ponerse pesado, hacerse el antipático, esperar que el oponente se empache de pelota y encontrar su ocasión. Vive legítimamente del acecho, pero la cosa se pone imposible si entra al partido con un gol en la mochila. Sucedió ante el Madrid. Modric botó un córner al primer palo y Militao metió su cabezazo hasta la cocina sin más oposición que la brisa. Era el minuto 4. Un desajuste fatal entre Mitrovic y Domingos Duarte que obligó al Getafe a jugar a contra estilo frente a un Madrid de alta precisión. El equipo está mudando la piel. Modric sigue siendo su eje de rotación, pero los jóvenes han aceptado la herencia y ya se sienten parte de la tripulación. Algunos, como Vinicius, llevan tiempo incluso al timón. Otros, como Rodrygo, van camino de ello.
Valverde, extremo y lateral
El Madrid vino con el gol bajo el brazo y a él se agarró para dominar los primeros minutos y acercarse al segundo tanto. A Carvajal se le fue alto un remate forzado y a Rodrygo otro más cómodo. Aquello amainó pronto porque el Getafe se recompuso desde el coraje a las órdenes de Milla, uno de esos futbolistas que cambian la suerte de un equipo sin que sea apreciable al ojo humano. Él fue el primer freno del Madrid.
Antes del descanso el Getafe había llevado el partido a su terreno, ese en el que cuanto menos pasa, mejor. El Madrid empezó a alejarse del área y el Getafe a acercarse a ella. Un zurdazo de Angeleri cruzó como un rayo el área pequeña sin encontrar la red ni nadie que le pusiera un pie definitivo. Para entonces Valverde había tenido que bajar el volumen: había empezado de extremo, derivaba en centrocampista y hasta tenía momentos de falso lateral derecho.
El Madrid fue espaciando sus ataques, pero alguno de ellos resultó magnífico, como el que acabó en cabezazo sin colocación de Rodrygo después de una sucesión de combinaciones al primer toque que desarmaron a la defensa del Getafe. También lo hizo una arrancada tremenda de Vinicius que acabó en penalti, invalidado porque en el inicio de la jugada la pelota había superado la línea de banda. Lo detectó el zoom del VAR.
Volvió el VAR
En la segunda mitad el partido se mudó a las áreas, una estupenda noticia. A una triple ocasión del Madrid respondió el Getafe con dos disparos ajustados desde la frontal de Aleña y Domingos Duarte. Con todo, del Madrid eran la iniciativa y el peligro. A Rodrygo le cazó el VAR en fuera de juego después de que celebrara el segundo gol, que fue muy de su estilo: es capaz de encontrar antes que nadie todo lo que se pierde en el área.
El Getafe era incapaz de progresar porque ante sus creadores se alzaba una doble barrera del Madrid: Tchouameni, en primera línea, y Militao, en segunda. Ambos fueron impermeables. Robaron mucho y muy lejos de Lunin, algo que invalidó el trabajo de Mayoral y Ünal, muy desconectados del resto del equipo.
Como el partido iba durmiéndose, Quique le dio una vuelta a su ataque con Munir y Portu, dos agitadores. El Madrid se veía en el mismo escenario que tantas veces esta temporada: tenía aquello bajo control pero no encontraba el gol de la escapada. Y al esprint se puede perder cualquier etapa, asunto de especial gravedad ahora que la Liga vuelve a apuntar a un campeón cercano a los 100 puntos. Con Asensio buscó Ancelotti un último impulso, pero tampoco el balear trajo el gol de la tranquilidad a un Madrid que le ha cogido gusto a pasear sobre el alambre.