Boca tiró la Copa
Con un equipo suplente, perdió por penales frente a Patronato y se quedó en semifinales. En otro momento sería un escándalo, pero igual: no hay derecho a regalar prestigio.
Seguramente, en otra situación -por ejemplo, cuando la necesitaba como pasaporte a la Libertadores- la habría jugado a muerte, con todos. Y el presente es muy distinto: Boca está dulce, fue campeón del torneo local hace unos días, fue campeón en la primera mitad del año, fue campeón de la Copa Argentina pasada. Pero da bronca regalar una copa de este modo, tan livianamente.
Ibarra, o quien haya tomado la decisión de poner este equipo -parece una determinación demasiado pesada para alguien que lleva tres meses y medio en el cargo, aunque haya salido campeón-, pensó en un equipo fresco. En algunos casos demasiado fresco (Payero). Se entiende el cansancio: Boca llegó fusilado al final del campeonato. Pero no vale para todos los casos. El arquero, por ejemplo. No es que García haya sido responsable de la derrota, pero no es Rossi. Y Rossi no tiene el mismo desgaste que el resto de sus compañeros. No es que García sea malo, pero cuando un delantero rival lo enfrenta (Estigarribia, digamos), no siente lo mismo que contra Rossi. Mucho menos en los penales. El arco con Javi mide lo de siempre, siete metros y pico de ancho. Con Rossi, tres o cuatro menos. Y el hecho de que García haya atajado en las fases anteriores tampoco justifica su inclusión; esto no es un partido amateur donde todos tienen que jugar para irse contentos a casa. Javi no es un pibe: habría entendido que pusieran en su lugar a la gran figura del campeón, un tipo preseleccionado para el Mundial -aunque no vaya-, uno de los mimados de los hinchas, que se rompen las manos cada vez que sale a hacer un calentamiento.
¿Les podía haber pasado esto a los titulares? Definitivamente sí, pero había menos chances. Boca no es una maquinita aceitada de funcionamiento, depende de lo individual. Y cuando cambia los nombres, se resiente. A ver: que Roncaglia no está a la altura, ya lo demostró unas cuantas veces durante el campeonato. Por algo jugaba -y poco- en Chipre. Orsini nunca fue una solución y acá no hace falta compararlo con Benedetto ni con Vázquez. No fue solución como alguna vez sí lo fue el pibe Morales (no esta vez). Orsini cabecea mal, no anticipa, no llega a los desbordes, no se saca un tipo de encima, no está nunca donde va la pelota. ¿Cómo va a hacer un gol así? ¿Por qué le siguen dando oportunidades? Rolón es un correcto suplente, pero no es Varela. Ni Briasco tiene el sentido de la oportunidad de Langoni, un chico al que no le pesa ni ir a patear un penal después de que un compañero erró el primero. Increíblemente, los tres que erraron son titulares (Romero, Varela, Villa), pero Boca no debió llegar a esa definición. Un ratito de los titulares puso al intenso Patronato del primer tiempo a pegar patadas como único método para frenarlos.
Ya está. No es para hacer un drama, pero es feo lo que pasó. Para repensarlo un buen rato. Para darse cuenta de que no son todos iguales, y que tal vez en algunos puestos habrá que reforzarse seriamente, no con la mesa de saldos. Porque la camiseta no cambia, hay que respetarla e ir a ganar a todos lados, siempre. ¿Se puede perder? Sí, pero no de este modo, tirando una copa. Eso no se hace, muchachos. No somos cualquier equipo. Somos Boca.