Boca campeón. Estilo Juan Román Riquelme: mate y asado, y decisiones fuertes e irreversibles
El vicepresidente segundo de Boca disfruta de un presente ideal después de lograr una nueva estrella, al tiempo que se ilusiona con un futuro prometedor
Hoy, casi tres años después y con el ídolo devenido dirigente, la CD que preside Jorge Ameal estableció un nuevo hito: ninguna otra dirigencia del club de la Ribera ganó tantos títulos en sus primeros tres años de gestión.
Hasta el momento son cinco vueltas olímpicas las que dio Boca desde que Riquelme se bajó de la estatua y metió los pies en el barro político, con todos los enormes riesgos que implica tener éxito deportivo sin ya poder tomar decisiones dentro del campo de juego. Superliga 19/20, Copa Diego Maradona 2020, Copa Argentina 2020, Copa de la Liga 2022 y Liga Profesional 2022. Y el número todavía puede crecer.
En un escenario ideal, Boca también puede coronarse en la Copa Argentina (juega una de las semifinales este miércoles en San Juan, ante Patronato) y en el Trofeo de Campeones, que se disputará el domingo 6 de noviembre, en una sede a confirmar. Será contra el vencedor del cruce entre Tigre (su subcampeón en la Copa de la Liga) y Racing, que terminó escoltándolo en la Liga, tras la dramática definición del domingo.
El estilo de conducción de Riquelme es acorde a su forma de pensar. El hombre se nutre de gente de su confianza y con ese círculo íntimo va hacia adelante. Esa receta genera roces y chispazos, como ocurrió con protagonistas de cualquier otra dirigencia. Pero el brillo que genera su apellido en la marquesina siempre encendida del mundo Boca hace que la lupa sobre sus actos sea más grande y las críticas, despiadadas.
Pero Riquelme avanza, sin importarle lo que se diga en relación a la conformación del núcleo que lo rodea. Su hermano Cristian es un granadero constante a su lado. A él le dio el primer abrazo como nuevo campeón del fútbol argentino. Fue, sin dudas, el único momento donde el exvolante se permitió expresar en público y ante las cámaras un dejo de emoción. Casi toda la procesión va siempre por dentro.
Bostero, como se declara, en un ejercicio casi imposible logra dominar el hecho de contener la sonrisa, el grito de gol o los cánticos contagiosos que emana cada domingo de la garganta de los que hacen de la Bombonera un lugar admirado en el mundo, cada vez que juega el equipo. Apuntado todo el tiempo por alguna cámara, de TV o de celular, en su palco sólo gesticula para hablar de las acciones del partido con alguno de los que lo acompañan, o para tomar mate.
El termo lo acompaña a toda hora. Parece una extensión de su antebrazo izquierdo. Y rompiendo todos los libros de nutrición para la alta competencia, la dieta del Boca campeón se basó en… asados.
“Ahora se le da mucha atención al nutricionista por el cereal. El jueves a la noche comimos asado con los técnicos de Inferiores. El viernes comimos asado con todo el plantel. El sábado tuvimos que comer asado por la visita de Óscar Córdoba. Y hoy se está preparando el asado porque teníamos la seguridad de que íbamos a ganar. Los muchachos disfrutan de pasar un rato juntos”, declaró después del triunfo ante River en la Bombonera.
Más allá de que eso haya sido exactamente así, fue la respuesta en clave de chicana a Marcelo Gallardo, que días antes había dicho: “Román tiene tiempo para comer asado y hablar de fútbol. Yo tengo que preparar los partidos que se vienen”.
El camino de Riquelme en estos tres años fue de un enorme aprendizaje. No sabía de dirigencia de fútbol y debió ir incorporando conocimientos sobre la marcha. Y si bien no es ideal aprender a manejar subiéndose a una Ferrari en movimiento, también es cierto que hasta el momento no existe en la Argentina una escuela de la que se egrese como dirigente de un club de primera línea. Todo es ensayo y error, y lo importante es tener la apertura mental para ir corrigiendo situaciones a fin de no tropezar dos veces con la misma piedra.
Por ejemplo, aquellos innecesarios chispazos iniciales con varios de los futbolistas que debían renegociar sus nuevos contratos con el club fueron bajando en intensidad. Román fue aprendiendo que para conjugar el verbo “negociar” hay que poner sobre la mesa los planteos de ambos lados.
El caso más emblemático es el de Agustín Rossi. El arquero concluye su vínculo con Boca el 30 de junio del año próximo. Y desde el 1º de enero podrá negociar con cualquier club del mundo como agente libre. Hace dos meses fue el propio Riquelme el que dejó trascender a través de sus voceros del Consejo de Fútbol, que el club daba por concluidas esas charlas, al tiempo que incorporaba a Sergio Romero. Sin embargo, en declaraciones a ESPN del jueves pasado volvió a abrir la puerta para reiniciar las negociaciones.
Lo mismo ocurre con el vínculo con el plantel. Esa tirantez inicial en la que casi no dialogaban se fue aflojando, a fuerza de charlas de fútbol de momentos extra futbolísticos compartidos. Por ejemplo, con los tan mentados asados.
Dos personas valoraron el acompañamiento de Riquelme en momentos complicados de sus vidas personales. El primero fue Guillermo Pol Fernández, que se emocionó al compartir una intimidad: “Riquelme me llamó hoy a las 2 de la tarde para hablar de fútbol y para decirme que iba a hacer un gol. Me hace sentir importante y trato de devolvérselo en la cancha. Es el primero que confió en nosotros. Por eso fui a gritarlo donde estaba él. El gol fue para Román, me lo había anticipado”, dijo el volante ante las cámaras de TNT Sports.
Y agregó: “Él habla mucho y siempre lo escucho. Aprendo mucho todos los días, es una persona que está un paso adelante de todos. Sabe lo que quiere, está trabajando en el club de gran manera”, agregó con admiración.
El gol de Pol Fernández, dedicado a Riquelme
El otro fue Juan Ramírez, que compartió un tema personal que lo afectó en los últimos tiempos, que seguramente repercutió en su nivel futbolístico y ante el cual tuvo el apoyo de Riquelme: “Mi mamá está enferma, se operó hace poco. Fueron meses difíciles para la familia. Verla que se le cae el pelo no se lo deseo a nadie. Te hace mal, vas a entrenar sin ganas, pensando en cómo está. Pero Román y todo el club se portaron de maravillas conmigo”, dijo conmovido en ESPN.
Posiblemente esté arrepentido de las fuertes decisiones que tomó en su momento, como sucedió, por ejemplo, con las desvinculaciones de los entrenadores Miguel Russo y Sebastián Battaglia. Pero una vez que optó por dar ese volantazo, ya no mira más por el espejo retrovisor. No deja seducirse por el contrafáctico “qué hubiera pasado si…”.
Boca es hoy el campeón vigente de la Copa de la Liga, de la Liga y de la Copa Argentina, competencia en la que está a dos escalones de coronarse bicampeón. El presente es ideal. Pero, además, se evidencia un gran futuro. Porque ganó los últimos dos títulos en Reserva, y a comienzos de este mes se coronó también en la cuarta división. Esos chicos saben que pronto tendrán sus respectivas oportunidades para lucir la casaca azul y oro en primera división.
Porque si bien estas generaciones llegaron al club durante la dirigencia anterior, la decisión política de apostar por ellos fue de Riquelme. Una apuesta fuerte, que salió muy bien. A punto tal de que absolutamente todos los futbolistas que jugaron en Boca desde enero de 2020 a la actualidad dieron al menos una vuelta olímpica. Y lo mismo pasó con los entrenadores. Boca fue campeón con Russo, también con Battaglia y ahora con Hugo Ibarra.
Y a todo eso se suma el éxito del fútbol femenino, campeón vigente del fútbol argentino y protagonista en la Libertadores, donde este martes disputará una de las semifinales ante Deportivo Cali.
A puro mate y asado, pero también con horas y horas de trabajo y dedicación en su oficina del predio de Ezeiza, Juan Román Riquelme infla el pecho y se siente satisfecho con todo lo que ha logrado en casi tres años. Aunque sabe que -siempre- Boca está obligado a ir por más gloria.