Un final Hermoso y de Griezmann
El francés hace el gol de la victoria en un descuento que tuvo el otro gol del Atleti, Hermoso, y el del Oporto, un penalti por mano del central. Oblak, titular.
La última pelota fue un córner. Lo botó Lemar, lo peinó Witsel, lo cabeceó a la red Antoine para estallarle a Conceição esa segunda taza que ya alzaba ante los ojos del Cholo. Porque fue al final cuando pasó todo. La euforia, el miedo desatado, la bendita locura que sólo sabe hacer el Atleti. Un descanso que cerró Griezmann pero que había inaugurado Hermoso, del cielo (goleador) al infierno (mano en el área, penalti en contra) en dos minutos. El duelo abocado a un empate que era para el Cholo lo que para Bill Murray la canción de Sonny y Cher en El Día de la Marmota. Una penitencia de la que no se podía escapar. Las dos tazas. La titularidad de Oblak iba atada a ese miedo: no torcer la Champions ante quien la había torcido hace un año. Este Oporto.
El inicio del Atleti también. Con las líneas altísimas y una presión tras pérdida apabullante. Y João haciéndole su propio homenaje a un Futre en la grada desde la hierba: tunelándola cada vez que arrancaba con la pelota al área contraria. El Atleti crecía alrededor de su juego. En el 10 arrancaba una falta que Carrasco enviaba alta astillando la madera. En el 10 sólo había un equipo en la hierba. El Atleti. El del Cholo. Atrás sostenía el triple candado: el muro Reinildo, la fiabilidad Witsel, el comandante Giménez, la pierna de Oblak, además, en los saques en largo.
El Oporto, guarecido en el oficio del veterano Pepe, comenzó a crecer tras esa falta alta de Carrasco. Fiuuu. El mayor peligro del Atleti en la primera parte acababa de pasar sobre la cabeza de Diogo Costa. El Oporto podía asomar al fin al partido. Apagaron las arrancadas rojiblancas con juego colectivo, sólido y compacto, convirtiendo aquello que al principio parecía tan bien en lo mismo de siempre: un Atleti sin claridad al final y sin centro del campo. Llorente, Koke y Saúl eran como el sábado De Paul, Koke y Saúl, la nada. Una planicie, el cuerpo sin sangre. Y peor las bandas. Desastroso Carrasco, ruina Nahuel: su espalda convertida en grieta gigante hacia Oblak. Y por ella se introducía Galeno una y otra vez. El descanso llegó con el Oporto llamando a la puerta de Oblak. Llegadas al área, disparos desde la frontal, un balón de Taremi que se paseó por la línea sin encontrar remate. De la caseta el Atleti regresó sin Carrasco y Nahuel. Obvio.
Todo para el descuento
Obligados Saúl y Llorente a ese viaje al carril que tan poco les gusta, les hacía Simeone sitio a De Paul y Lemar para recuperar color. El primero llenaba de balones los pasillos interiores, el segundo ejercía de pegamento entre líneas. A los cinco minutos, Koke colaba un balón en la portería de Diogo Costa. El capitán resbalaba en la hierba. El estadio exhalaba a la vez. Se le arrancaba al partido ese tono del último Atleti-Oporto... Pero fue un espejismo. Pero De Paul estaba en fuera de juego. Todo volvía al 0-0 dejando el corazón rojiblanco en un puño de nervios.
Si el tiempo de Griezmann llegó en el 60:01, esa cláusula convertida en maldita madrastra, el de João se acabó en el 71′ (silbado el Cholo) y el reloj se aceleró perdido Simeone en sus cambios de esquema y el Oporto de nuevo asomando por el área de Oblak. Lo intentaron Uribe y Eustaquio desde la frontal, lo acarició João Mario, de volea, todos topados en Jan. Entonces llegó la lesión y camilla (Otavio), la roja (Taremi) y un descanso de nueve minutos que fueron once con tres goles, la locura. Lo inauguró Hermoso, con un gol nada más comenzar. Un Hermoso también protagonista en la mitad, mano en el área, penalti, para dejarle toda la épica a Griezmann. Esa última pelota. El gol. El francés corriendo la banda como Futre lo hacía hace 35 años, volando. Besándose el escudo sobre su carroza y todas las flautas sonando a la vez, sin pitos. Goool, goool, goool. Y Simeone corriendo también. De corazón, a abrazarle. Él no podía perderse esa foto.