Talleres acertó más en los penales y alargó la maldición de Independiente en la Copa Argentina
El equipo de Julio César Falcioni apenas amenazó el área del conjunto cordobés, y tras un apático empate sin goles perdió en la tanda por 4-2; Insaurralde y Vallejo malograron sus intentos; la T se enfrentará a Banfield por un lugar en la final
Distinta a cualquier otra, esta Copa invita a la improvisación. Los jugadores deben acostumbrarse a escenarios poco y nada conocidos y a circunstancias climáticas diferentes a las habituales casi sobre la marcha. Resistencia es una de esas plazas que los clubes de Primera visitan poco y nada, y el estadio Centenario, una de esas canchas que no figuran en el mapa mental del fútbol grande. Si a eso se le agrega un viento fuerte, constante y de dirección impredecible, un partido exige, antes que nada, una ardua y rápida tarea de adaptación.
Desde el arranque el aire adoptó un papel protagónico. Al minuto nomás bajó de golpe un derechazo de tiro libre de Leandro Fernández que Alan Aguerre acabó desviando con las piernas y a los 10 fue frenando un largo pelotazo de Gastón Benavídez a Matías Godoy, la salida de Milton Álvarez quedó a medio camino y salvó Sergio Barreto. Pero sobre todo, el viento le puso incertidumbre a cada acción y complicó los cálculos a la hora de pases, controles, remates o atajadas, llevando de acá para allá el ritmo y el mando del juego.
En el primer tiempo hubo 5 minutos iniciales teñidos de rojo; 20 posteriores donde dominó Talleres a partir de la conducción de la muy interesante zurda de Rodrigo Garro y un ratito posterior en el que lograron hacer pie Iván Marcone y Lucas González en el medio para tejer un par de posesiones largas y bien manejadas por los de Avellaneda. Todo enmarcado en un alto nivel de imprecisiones, choques e interrupciones.
Dentro de semejante panorama, el conjunto cordobés estuvo un poco más cerca. Juan Manuel Insaurralde estuvo a punto del gol en contra tras un centro bajo de Garro a los 15; Matías Godoy remató afuera un centro que había bajado de cabeza Enzo Díaz a los 34; y Álvarez rechazó con esfuerzo otro disparo de Garro a los 41.
Enfrente hubo poco y nada. Sin su capitán Lucas Romero (no se recuperó de una sobrecarga en el gemelo) y con su goleador Leandro Fernández físicamente disminuido, a Independiente le costaron horrores las misiones básicas del juego: recuperación, elaboración y llegada. El aspecto defensivo lo dejó a expensas de la eficacia de Barreto e Insaurralde como último frontón; el de la creatividad, en manos de las intermitencias de Tomás Pozzo o las apariciones en el área rival de Saltita González. La más clara, a los 42, derivó en un remate pifiado de Damián Batallini desde la media luna.
La segunda mitad fue más de lo mismo, pero aún peor. Ya sea porque a medida que pasaran los minutos el temor a la derrota fue atenazando las piernas o porque el cansancio iba tapando las ideas, el fútbol prácticamente hizo mutis por el foro.
Tampoco cambió la mínima distancia de juego a favor de los cordobeses. Pese a sus errores, Talleres fue algo más con la pelota y generó las mejores ocasiones: un disparo ancho de Rodrigo Villagra con el arco de frente a los 18 y un derechazo de Godoy que motivó una gran estirada de Álvarez a los 36. Aguerre, en cambio, solo vio pasar cerca una palomita de Leandro Benegas a los 17.
La falta de goles durante los 90 minutos fue la consecuencia lógica de la escasez de fútbol y le dejó paso a la emoción de los penales, que en este caso hizo justicia. Falló por partida doble el Rojo -Aguerre le tapó uno a Insaurralde y el pibe Nicolás Vallejo desvió el suyo- para certificar su maldición en esta Copa. Se equivocó una sola vez Talleres (Garro al palo), para reafirmar que había sido el menos malo en el juego y que el techo de su levantada del último mes todavía se puede estirar un poco más. También para hacer que el fútbol de Córdoba continúe de festejo en festejo.