Sadiq se luce, el árbitro desquicia
Estreno con gol del fichaje de la Real. Empató el primero de Morata. Al español le anularon otro por mano previa, similar a la que sí se validó en el 1-1 txuri-urdin.
Y eso que, al inicio, la tarde no podía sonreírle más. Saltaba el Atleti con el negro de la segunda equipación que pronto hizo etiqueta. Carrasco ajustando la pajarita en su bota cuando, a los cuatro minutos, se dirigía al córner para botar un balón. Su zapatazo acarició el gol olímpico, estampándose en la cepa del poste. Un vuelo perfecto de la pelota que pareció gritar a todos los txuri-urin a la vez, en el área de Remiro: “Estatua”. Y, mientras ellos miraban, Morata ejecutó. La pelota quedó muerta en el corazón del área. Sacó la zurda y cazó, agujero a Imanol. Cuando los txuri-urdin quisieron volver a moverse ya perdían 0-1.
Mientras Sadiq esperaba turno en el banquillo, como Griezmann pero por nuevo, no por un Excel, Simeone había dado la titularidad a Carrasco en el carril zurdo pero manteniendo a Saúl. Como si el partido fuese de una época prepandemia, cuando Anoeta aún tenía pista de atletismo y Saúl era su muro de carga. Un Saúl en su sitio, en un centro del campo con Koke y De Paul que resultó inoperante, casi invisible. Ni tenía el balón ni parecía quererlo, en realidad. Más después del gol de Morata, que azuzó a la Real, repicando constante en el área de Oblak. Con transiciones rápidas, el trabajo de Zubimendi y el radar de Silva, la Real llenaba cada acción de jabón. Pero una vez los guantes de Oblak (Brais), otra la madera y, si no, Reinildo, ninguna ocasión vasca se hizo gotera. Todo ocasiones sin gol. Y al Cholo, subido en su muro, parecía conformarle. El entrenador capaz de reconocer en los futbolistas lo que a los demás se les escapa se ha inventado un faro: Witsel de libero. Todo sobriedad, colocación e inteligencia.
El Atlético pisaba poco cerca de Remiro pero cuando lo hacía sus carreras eran tamborradas. Percutía con fuerza un Morata al que, si respetan los fuera de juego, está de 30 goles. Su segundo en la tarde detuvo el ímpetu realista, aunque lució poco. El VAR lo anuló porque, en la jugada previa, João había bajado el balón con la mano. Subido Llorente en su moto, en idas y venidas a la línea de fondo, rascó Giménez con un zapatazo que sacó Remiro con la punta del guante, en una parada imposible, antes del descanso. La Real se iba estampada al final de cada carrera. Ya en Oblak, ya en Rei, ya en Witsel, que cerró una primera parte para estudiar en las escuelas.
Estreno de Sadiq, los buenos minutos de Griezmann
En la caseta hubo cambio de cromos. Si Simeone se dejaba en la dicha a un Saúl con amarilla para compactar el medio con Kondogbia, Imanol le quitaba el envoltorio a Sadiq. A los nueve minutos, su cántico (Ole, ole, ole, Sadiq, Sadiq) llenaba Anoeta. Cho, toda la tarde un problema, envolvía en papel de regalo un centro para que el nuevo cabeceara como si llevara una vida en Donosti. Su gol sí quedó en el marcador, por cierto, aunque la foto final fuera muy similar a la anterior de João. La pelota fue de la cabeza al brazo y del brazo a la red. Pero esta vez sí valió.
Esperaba Grizi en la banda cuando el reloj llegaba al 63′, comenzaba su tiempo en un Anoeta que siempre será casa y que le ovacionó. El Atleti mejoró con él en el campo, siempre lo hace. Buscó a un João toda la tarde anodino, chutó, se echó el equipo en las piernas. Pero la Real seguía teniendo el dominio. Y, si no, las faltas. Mientras los cromos de Imanol refrescaban, Sadiq marcaba en fuera de juego y Oblak se rompía. Había chocado con el muro Reinildo, pedía el cambio. Debutaba Grbic en Liga aunque no se le vio, volcado ya el Atleti sobre Remiro. Pero primero Correa, a bocajarro, le disparaba al cuerpo. Pero, después, João veía como le sacaba una mano por bajo para desbaratarle un balón con perfume de gol y amarrar el empate que a los rojiblancos de la cabeza aleja. A cinco puntos del líder tras cuatro jornadas. Sin centro del campo. Y la Champions ya ahí...