River: el karma de 2022 es no poder ganar ninguno de los partidos cruciales del año
La frase de Gallardo tras perder con Boca “faltó rebeldía”, se puede aplicar a otras situaciones que vivió el Millonario, incluso en otros torneos
Boca (0-1) y Tigre (1-2) en la Copa de la Liga del primer semestre, la serie con Vélez (0-1 y 0-0) en los octavos de final de la Copa Libertadores y el superclásico del domingo pasado ante Boca (0-1) en la Bombonera fueron los compromisos cruciales que River no pudo sortear. En ninguno se impuso desde el resultado y únicamente en el primer clásico de marzo pudo ser, por momentos, superior al rival.
A lo largo de todo el 2022 ha sido un equipo más titubeante que convincente en las instancias que obligan a dar un salto de calidad y, cada vez que lo han golpeado, lo ha sufrido en demasía. Tan es así que en toda la Liga Profesional no pudo dar vuelta ninguno de los cinco partidos que comenzó perdiendo: Colón (0-1), Huracán (2-3), Godoy Cruz (0-2), Sarmiento (1-2) y Boca (0-1).
Las decisiones y los volantazos de Gallardo también exponen que no ha podido encastrar con facilidad las piezas de un plantel abundante. Porque más allá de que perdió en julio a dos de sus figuras (Julián Álvarez y Enzo Fernández), también pudo desembolsar alrededor de 25 millones de dólares en los últimos dos libros de pases para contratar a 11 futbolistas y renovar el plantel. Pero la jornada del domingo en la Bombonera mostró un equipo que no supo cómo adaptarse al innovador 3-4-1-2 que eligió el DT, que nunca se encontró en el campo para jugar el partido y que no contó con esas famosas respuestas individuales para sacar a flote el juego con ingenio y carácter, al punto tal que River tuvo solamente dos tiros al arco en todo el superclásico: el cabezazo de Mammana (6′) y el remate de Palavecino (75′).
Armani; Mammana, Díaz, Pinola; Herrera, Enzo Pérez, De La Cruz, Casco; Quintero; Solari y Suárez fueron los once apellidos que utilizó Gallardo. Luego, en el entretiempo, pateó el tablero y mandó a la cancha a Aliendro, Barco y Borja por Herrera, Quintero y Solari. Todo un síntoma de una estrategia que no salió como se pensaba. ¿Qué once había elegido el DT para jugar ante el Boca de Battaglia en marzo en el Monumental? Un 4-1-4-1 con Armani; Rojas, Díaz, González Pirez, Casco; Enzo Pérez; Simón, Enzo Fernández, De La Cruz, Barco; Álvarez.
Aquella vez, más allá de que perdió 1-0 con el gol de Villa, el Millonario mostró otro compromiso con el juego, fue superior, lastimó y remató 16 veces sin convertir. Pero, tal como ocurrió durante todo el año, sintió el impacto y le costó reaccionar. Lo mismo le sucedió ante Tigre en la caída 2-1 en mayo por los cuartos de final de la Copa de la Liga. ¿El equipo? Armani; Herrera, Díaz, Martínez, Casco; Enzo Pérez; Pochettino, Enzo Fernández, De La Cruz, Barco; Álvarez. Mismo esquema, tres intérpretes distintos. Y aunque tuvo el 73% de la posesión, fue maniatado por el plantel del Matador, que golpeó rápido y lo dejó groggy. Aquella noche, River acumuló errores, no tuvo intensidad y estuvo deslucido, desordenado y apagado.
Algo similar pasó contra Vélez en la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores en Liniers. Para ese encuentro, el Muñeco dispuso: Armani; Mammana, Díaz, Martínez, Casco; Enzo Pérez; Paradela, Enzo Fernández, Barco; Álvarez y Romero. Pese al cambio de esquema al viejo 4-1-3-2, el equipo se vio sorprendido e incómodo por la postura de un Vélez sólido y seguro y, salvo destellos en la primera parte, redondeó un encuentro apático en el que Franco Armani terminó siendo figura para evitar una goleada. “Me voy con la sensación de que no recuerdo haber sentido que no estuvimos en un partido de Copa Libertadores. Peor que esto no podemos jugar”, había sentenciado Gallardo.
Luego, para la vuelta, el DT sostuvo el sistema, pero modificó cuatro apellidos: Armani; Casco, Maidana, Díaz, Gómez; Enzo Pérez; Aliendro, Enzo Fernández, De La Cruz; Álvarez y Romero. Una vez más, River no supo cómo construir ocasiones reales de peligro ante una firme defensa visitante, se hundió en el apuro del reloj y fue eliminado de la Copa sin ese fuego sagrado tan característico de este ciclo.
El domingo por la noche, antes de retirarse de la Bombonera, el técnico millonario dijo que al equipo le faltó “rebeldía”. Y es uno de los grandes síntomas negativos del River 2022. Un equipo que no encuentra su sistema, que no logra sostener rendimientos individuales, que se hunde en el apuro y que sufre mucho cada vez que lo golpean. Aún le queda camino en la Copa Argentina y tiene nueve fechas de la Liga Profesional para volver a sus bases, aferrarse a los chispazos positivos del semestre e intentar resurgir para dar pelea. Aún no es tarde.