Otro éxito del ‘Pacificador’
La reinserción de Asensio tras su calentón es otro ejemplo de la proverbial mano izquierda de Ancelotti. La que ya empleó con la insubordinación de Isco, con Di María tras su famoso gesto genital...
Otro éxito de Ancelotti, que sigue sabiendo manejar como nadie los códigos del vestuario y calibrar como si fuera un termómetro qué temperatura es la necesaria para desfacer entuertos. Lo hizo con Asensio como lo había hecho antes con otros dos casos muy sonados de rebeldía ante las cámaras: el de Di María y su famoso ‘acomodamiento genital’ cuando fue pitado por el Bernabéu en enero de 2014 y más recientemente con Isco, al que castigó de manera muy sutil la temporada pasada por una insurrección del malagueño en Granada. Cerró aquello sin que llegase la sangre -metafóricamente, claro- al río como sí pasó con Isco y Solari en una situación análoga en 2018. La experiencia de Carletto, que las ha visto de todos los colores en el mundo del fútbol, es un grado...
Para empezar, la pacificación es con gestos pero también con palabras. Tras el zurdazo de Asensio, Ancelotti vino a decir que pelillos a la mar. “Marco necesitaba ese gol”, dijo el transalpino. “Este verano tuvo dudas, de si ir o quedarse, pero ahora está aquí y estamos todos contentos”. Carpetazo, mensaje captado por Asensio y a pensar en el Derbi.
Con Isco empleó otro recurso. Fue el 22 de noviembre del año pasado, en Los Cármenes, y el 1-4 lo emborronó el centrocampista negándose a seguir calentando. El andaluz estaba ejercitándose en la banda junto a Camavinga y Jovic cuando vio que ellos sí entraban al terreno de juego y él no, se fue al banquillo diciéndole al staff de Ancelotti que no iba a seguir el calentamiento. El técnico lo solucionó de una manera velada, sin aspavientos. Al siguiente partido, en Tiraspol contra el Sheriff, hizo calentar al Isco... para no terminar dándole paso. El Madrid ganó 0-3, Isco asumió ese castigo casi de cariz interno y la actitud del malagueño no volvió a desafinar en público durante el resto de la temporada.
El caso más paradigmático de cómo a Carletto le tocó sortear un buen embolao fue con Di María. En enero de 2014, en un espeso Real Madrid-Celta que iba 0-0 allá por el minuto 64, el italiano decidió sustituir al Fideo. El Bernabéu, que había tomado nota de varios balones perdidos por el argentino y su actitud indolente ese día, emitió sentencia: le dijo adiós con un concierto de silbidos. Di María reaccionó con un gesto que generó un incendio monumental. Se tocó ostensiblemente sus partes a la salida y el madridismo lo interpretó como una provocación del atacante. El club incluso analizó si sancionaba o no al Fideo por aquello. Le abrió un expediente informativo y permitió a Di María que se explicase en la televisión del club. “No fue un gesto para la grada ni tampoco para el entrenador. Fue un gesto natural que hace cualquier hombre y más cuando ha estado corriendo. En la televisión se vio que era una milésima de segundo, pero a la gente que se haya sentido mal por lo que hice, le pido disculpas, no fue nada en contra de nadie”, aseveró el futbolista.
Ancelotti, por si acaso, en aquella ocasión optó por la nevera. Esperó hasta que se serenasen las aguas y permitió que Di María volviera como titular en el Bernabéu diecinueve días después. El Fideo aprendió de aquello y Ancelotti recuperó para su causa a un futbolista que dio seis asistencias de gol en los siguientes nueve partidos y fue una pieza esencial para levantar la Décima en Lisboa. Otra muestra más de eficacia del Pacificador.