Las tres patas de River: los dirigentes, el cuerpo técnico y los jugadores bajo la lupa en el primer año completo sin festejos ni sonrisas
Las responsabilidades que le atañen a cada uno en este momento negativo
El gerente de River es Gallardo. El que tiene la llave futbolística, la que se ganó con los aciertos a lo largo de los años al punto de diagramar una estructura que involucra la búsqueda de refuerzos, el control de la Reserva y también el ojo en las divisiones inferiores. Claro que el manager Enzo Francescoli y los principales dirigentes, Jorge Brito y Matías Patanian tienen su lugar en la mesa y se abocan a los roles que les corresponden, pero es Gallardo, ante los ojos del hincha, el que acierta o puede equivocarse, al que le confían todo pero porque esa confianza se la ganó. Por algo, en la antesala de cada mercado de pases, en los últimos tiempos se afirmaba (sin chances de error) que “el mejor refuerzo era que siga Gallardo”.
El Muñeco, más allá de algunos baches, siempre encontró puntos de apoyo para reactivar a un equipo, a un semestre. Desde la cuestión actitudinal, pero sobre todo desde la capacidad para volver a construir un equipo competitivo que no sólo ganaba, sino que además gustaba. Pero fue una construcción (ladrillo por ladrillo) que le costó años, más allá de los festejos inmediatos. Porque el River que ganó la Sudamericana 2014 no jugaba igual que el que levantó la Copa Libertadores 2018 en Madrid. Incluso el mejor fútbol de todos se vio en la Copa Libertadores 2019, un rendimiento cercano a la perfección, apenas no alcanzada por haber perdido esa final con Flamengo sobre el final. Pero en el concepto de “qué significa jugar muy bien”, hay que agarrar los videos de River en la Libertadores 2019.
Hoy el problema no es matemático, aunque desde los datos se podrían preguntar. ¿Cuántos de los jugadores de River en la actualidad defienden su titularidad con rendimientos sostenidos? Franco Armani y Emanuel Mammana. De la Cruz, pero estuvo muy condicionado por las lesiones y la inactividad. Pablo Solari había arrancado muy bien pero después de la lesión (antes de jugar con Boca) ya no fue el mismo. Paulo Díaz y Héctor Martínez pasaron de ser la zaga ideal a equivocarse mucho. Agustín Palavecino pudo dar más de lo que ofreció, pero así y todo (de todos los mediocampistas) fue el que más cerca estuvo siempre de aportar algo distinto, desde sus remates, lo cerca que estuvo del gol y cómo pisaba el área rival. Bruno Zuculini casi nunca desentonó, pero no logró jugar dos semestres seguidos como titular.
Los refuerzos tampoco lograron adaptarse rápido, salvo los nombres mencionados. Y, sobre todo en los casos de Esequiel Barco y Miguel Borja, hasta ofreciendo niveles por debajo de los proyectados. Fueron tema de debate los cambios de Gallardo, de un partido a otro o incluso en un mismo partido. Pero también vale el recuerdo de cuando en 2015 el DT sacó a Pisculichi: “Todos se quedan con que saqué a Pisculichi. Y si Pisculichi salió, es porque jugaba mal…”, explicaría luego.
Claro que desde el lado de los futbolistas vale la pregunta: ¿Es posible alcanzar un buen nivel sin tanta continuidad? ¿Es posible afianzarse sin equivocarse?. Lo cierto es que en el ámbito profesional –y más en un club como River- los tiempos son más veloces. Y así como en un momento Santiago Simón o Tomás Pochettino habían perdido sus posibilidades, luego las volvieron a tener. Y, hace poco, Gallardo lo remarcó no hablando puntualmente de ellos, sino del contexto global del plantel: “Estamos buscando la dinámica que nos permita controlar el juego en el pase y para eso necesitamos a Santiago Simón. Nos da otra alternativa y no voy a parar hasta encontrar jugadores que nos den un buen funcionamiento. Después, depende de ellos si se sostienen o no. En un año irregular, todos tuvieron su chance de jugar”, aseguró luego del triunfo ante San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro.
Gallardo sorprendió en la Bombonera, pero no tanto por el esquema o salir a jugar con la línea de 3, sino por juntar -desde el arranque- a Juanfer Quintero, Matías Suárez y Pablo Solari. Los tres no estaban en plenitud física y fue demasiada ventaja (incluso desde el modo de pensar del propio DT, que pretende una presión constante y una activación de la marca no bien se pierde la pelota). Dio ventajas, aunque luego el clásico se resolvió por una pelota parada (córner de Ramírez y gol de Benedetto), que pudo haber sido la chance de Mammana en el primer tiempo y que salvó Rossi.
Cuando un equipo no logra regularidad ni jugar bien de manera sostenida la responsabilidad es también compartida entre los futbolistas y el entrenador, aunque desde el plan de juego (por más que River buscó mantener su estilo protagonista y con los laterales lanzados en campo rival) costó divisar algo claro, sino que –como pocas veces- iba mutando partido a partido. En un momento fue Solari desequilibrando (y bien) por el centro; pero luego fueron centros en exceso para Borja o Beltrán. ¿Ataques interiores y directos o centros desde los costados? Costó divisar (como hasta aquí había sucedido siempre) el estilo de juego proyectado en función de las características que se incluían. Y esto mismo pudo se sentido por algunos futbolistas.
El escenario de la nueva conducción (tras la salida de Rodolfo D’Onofrio) de Jorge Brito con Matías Patanian no era sencillo y trataron de cumplirle en todos los pedidos al técnico. Por un lado, desean mantener a su gerente (Gallardo), el que les dio más ganancias que pérdidas en las contrataciones, el que potenció a futbolistas de las inferiores que luego vendieron en varios millones (Julián Álvarez y Enzo Fernández, los últimos casos), pero por otro lado pueden estar en su derecho de no estar de acuerdo en invertir –por ejemplo- tantos millones por Borja. La realidad es que difícilmente sea la conducción quien interrumpa (o tenga ganas de interrumpir) el ciclo del DT más ganador de la historia millonaria por un año sin títulos. Además, si eventualmente así lo creyeran necesario en algún momento, el costo político de tomar de esa decisión podría ser demasiado caro. Hoy, en River, Gallardo es un escudo para todos, incluso para los dirigentes y los jugadores. En algún momento va a pasar, que entre Brito, Patanian y Francescoli deberán resolver al nombre del próximo entrenador, aunque esto no necesariamente sea ahora.
¿Gallardo podría irse? Difícilmente el DT tenga ganas de finalizar el ciclo en un momento de adversidad, aunque para tomar la decisión de cara al 2023 dependerá de las propias respuestas que encuentre ahora con su cuerpo técnico en este momento de reflexión, de la reunión que tenga con los dirigentes (en función de los refuerzos que podrían llegar) y también del futuro mapa interno (en función del recambio que podrían hacer puertas adentro). Habrá que ver si Jonatan Maidana (37) y Javier Pinola (39) renovarán sus vínculos, si Enzo Pérez (36) tiene ganas de sostener el actual nivel de exigencia; si Milton Casco (34) y Matías Suárez (34) lograrían estar a la altura de los nuevos desafíos…
“Ha sido un año difícil y hay que poner el pecho”, fue una de las frases de Gallardo tras la eliminación de la Copa Argentina. La otra: “Vamos a reflexionar y ver cómo seguimos”. Más que nunca, todo está por verse. Gallardo entrará en la etapa de reflexión para ver si, entre todas las patas, se imagina un 2023 para poder competir, reinventar al grupo y seguir en la línea de su exigencia. Ahí anda el DT: buscando respuestas.