Fiesta en casa de los Williams

Iñaki y Nico se desmelenan ante el Rayo Vallecano: por primera vez marcan en un mismo partido. Falcao hizo sufrir al Athletic en el tramo final.

Alfonso Herrán
As
Se montó una buena fiesta en casa de los Williams. San Mamés fue la discoteca en la que bailaron Iñaki y Nico, con un coro de 43.484 gargantas, la mejor entrada del año en Bilbao, y la música de un balón tras otro silbando a su alrededor como si fueran balas. Los hermanos se van inmediatamente con dos selecciones distintas, Ghana el mayor y España el pequeño, aspiran a jugar el Mundial bajo diferente bandera. El que quiera ver a estos dos ‘guepardos’ juntos, que se haga del Athletic. El Rayo fueron ellos, aunque el equipo que estaba delante puso en aprietos la victoria vizcaína en el tramo final con Falcao, quién si no.

Las aficiones de Athletic y Rayo se entienden bien. La Grada de Animación de San Mamés gritó en varias ocasiones ‘Presa vete ya’. Emotivo homenaje de la grada al socio Joseba Larrondo, fallecido tras ser atropellado en Deusto. La amistad de Valverde e Iraola, cultivada durante intensos años en San Mamés, quedó en el baúl del olvido durante dos horas, las que suceden al protocolario abrazo de ambos antes del saque de medio campo. Después fueron a hacerse el mayor daño futbolístico posible. El enfrentamiento entre el maestro y su discípulo aventajado acabó siendo un divertimento pleno. Se escribió un precioso relato de fútbol trepidante, especialmente en la primera mitad, sin una pausa para pestañear, con ambos exprimiendo cada segundo del juego, porque en un suspiro podía pasar de todo.

No hubo ni la clásica tregua de los diez minutos iniciales para estudiarse mutuamente. No tuvo su mejor día Iñigo Martínez, apartado por ahora de la Selección y alejado de su habitual figura inabordable en el campo. En el despertar del partido se registró el inesperado despiste del central ondarrutarra, demasiado confiado ante Camello. Intentó bracear ante éste, pero se le metió por delante y le robó la cartera. Cedió a Trejo, que marcó ante Simón. Otro error de bulto de Iñigo, como pasó entre Vivian y Yeray ante el Espanyol y con el primero de ellos ante el Elche.

Lo que vino después fue un cóctel explosivo de fútbol, intensidad y verticalidad incesante. Fiel al libreto de los entrenadores, el partido se convirtió en una ida y vuelta permanente. Puro rock and roll. Los leones sacaron el rodillo ofensivo con la velocidad de los Williams, que conectaron de forma magistral y galoparon de forma salvaje. Cada pase al espacio, a la espalda de la adelantada defensa franjirroja, era una puñalada. Dani García, por ejemplo, lanzó a Iñaki, que controló de forma magistral y marcó en el mano a mano con el portero, eso que tanto se le atraganta, un tanto de cierta dificultad. El bilbaíno de Ghana, o el ghanés de Bilbao estaba disfrutando como un loco con su juego eléctrico.

El partido no permitía un instante para respirar. Acto seguido, Isi envió un balón al larguero. El choque era ya un tren desbocado de portería a portería, un prodigioso descontrol de dos equipos con arte y salero. Pasaban muchas cosas y todas tenían que ver con la pelota. Camello marcó tras fuera de juego, en una de esas jugadas que hay que dejar acabar durante medio minuto, aunque todos, hasta el protagonista, saben que no vale para nada. Fue el único momento inservible de la provechosa noche bilbaína.

El caudal ofensivo local amenazaba con desbordar la red de Dimitrievski con una goleada. Berenguer apuró una jugada por la izquierda, metió un pase al corazón del área y por allí apareció Sancet, que orientó el pie muy bien para culminar la remontada. Los Williams seguían destrozando a la zaga local, torturando al espacio, se gustaban y rizaban el rizo con taconcitos y otros detalles de calidad. Yeray tomó las riendas como ‘quaterback’, el lanzador del fútbol americano. Patentó un envío profundo a Nico Williams y éste no quiso ser menos que su hermano. Celebró por todo lo alto la llamada de Luis Enrique, con el primer gol en San Mamés, ese tesoro que llevaba buscando largo tiempo. Si a alguien se le pasó por la cabeza que esta convocatoria le despistaría, pasó lo contrario.

Era un día para el lucimiento de la gente ofensiva, esa parte de vanguardia que tanto admira el espectador. Disfrutaron los delanteros con transiciones vertiginosas. Los Williams no paraban de tirar desmarques a mil por hora. La segunda parte bajó un poco las pulsaciones, porque mantener ese fuego era imposible. Iñaki rozó el doblete y Muniain estuvo cerca de sumarse a la juerga en un contraataque magistral que leyó Berenguer portentosamente y en un tacón de Williams, el quinto de la noche. Los leones iban cuesta abajo, con todo a su favor. El destino les puso en un día redondo. Hasta en un momento tan esperado como el regreso de Herrera, que aparecía tras desertar en el Athletic en 2014 con dudas de qué abrigo recibiría por parte de la grada. Su ingreso en el campo coincidió con la anulación de un gol de Camello por un justísimo fuera de juego, así que la algarabía se multiplicó y confundió por ambos hechos.

El partido pedía control, desligarse de la locura anterior, y el Athletic no dio con esa tecla. Falcao hizo lo mismo que el año pasado: gol nada más salir, en el primer balón que tocó. De nuevo falló Iñigo Martínez. Le tomó la delantera y firmó un tanto de crack mundial tras saque de falta., El Rayo estaba teniendo posesiones largas, aunque sin generar peligro hasta ese mazazo, y enfrió el éxtasis de La Catedral, que respiró aliviada en el 90. Los leones se acuestan terceros.

Entradas populares