Durant, Kyrie y los Nets, año IV: redención o desastre

El proyecto de Durant y Kyrie en los Nets afronta su cuarta temporada tras el terremoto veraniego en el que quisieron y no pudieron abandonar Brooklyn.

Alberto Clemente
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Los desastres marcan, muchas veces más que los grandes éxitos, las conclusiones sobre una historia que siempre tiene un inicio y un final. Son las manchas en un currículum lo más destacado, el lugar al que todo el mundo mira. Por mucho que la vista pueda abarcar un plano más general (y generoso) de cualquier cosa, lo habitual es centrarse en ese punto que hace daño, en la peor parte de lo que nos define, en lo más punible, enjuiciable o bochornoso que pueda ser parte de alguien. Es ahí, lo dice la condición humana, donde empezamos a construir nuestra idea y es eso lo que va a preponderar sobre todo lo demás, siempre de menor importancia en la comparativa con lo nocivo. Lo malo, claro, está siempre por encima de lo bueno. Y por mucho que nuestros pasos sean certeros y recorran con precisión una senda determinada, un solo tropiezo nos puede llevar de un plumazo al principio del camino. Dicho de otro modo: un acto noble no redime a un hombre de toda una vida de fechorías. Sin embargo, uno malo puede bastar para condenarle.

Si le damos la vuelta a la idea, nos encontramos a Kevin Durant y Kyrie Irving y sus intentos constantes de destrozar la hipótesis. Quizá, solo quizá, en algún recóndito agujero de este mundo haya alguien que priorice las cosas positivas y no preste, con ello, tanta atención a las negativas. Pero, en el caso de las dos estrellas de los Nets, eso daría igual. La sensación, desde hace ya algún tiempo, es que ambos están empeñados en que nos olvidemos del extraordinario talento, históricamente bueno, que les acompaña, y nos quedemos tan solo con las idas y venidas de dos cabezas imposibles de entender y dos formas de ser que empañan absolutamente todas las buenas acciones realizadas. Ha llegado un punto en el que da igual todo lo que han demostrado en pista. Sus cuestionables decisiones, el modo de ejecutarlas y la deriva que han tomado sus carreras deportivas son casi lo único que importa. Y la duda ya no es saber si podrán voltear la opinión pública y acabar sus trayectorias con valoraciones positivas de una masa social de considerable tamaño. La duda es si tienen alguna intención de luchar por ello.

Los Nets afrontan el año IV del proyecto que crearon sus dos estrellas, uno pensado para ganar anillos, arrasar con todo, convertirse en dinastía. Uno en el que solo vale ganar y que no ha superado, no sabemos si lo harán, las semifinales de Conferencia. Dos jugadores tan absolutamente generacionales como ellos están en el ojo del huracán, en el peor momento de sus carreras desde el punto de vista de la reputación. Llegaron con Kenny Atkinson y una cultura sólida que ha sido destruida: sin jugar (Durant nada, Kyrie apenas 20 partidos) en su primera temporada acabaron con el técnico entre bambalinas. Trajeron a Steve Nash, poco más que un títere que no ha demostrado nada porque, demostrado ha quedado, su trabajo no es ese. Y, entre medias, un sainete en torno a un James Harden que igual que vino se fue (con polémica), la llegada de un Ben Simmons que todavía no ha jugado y la culminación, hace unos meses, de las peleas públicas con el General Manager Sean Marks y la petición de traspaso de ambas estrellas, una con cuatro años de contrato (Durant) y la otra con una player option que ha ejercido y que le mantendrá en la franquicia un año más (Kyrie).

Ni uno ni otro salieron y por fin, parece, los Nets se han hecho fuertes en las negociaciones con sus estrellas y han entonado ese “aquí mando yo” que ha dejado a los jugadores en el mismo sitio en el que estaban. Con Kyrie siempre a la expectativa de lo que hiciera su compañero, ha sido Durant el que más ha tensado la cuerda, aunque sin suerte. El traspaso con los Celltics, que estuvo encima de la mesa, no se dio y en Brooklyn dejaron claro que no iban a regalar nada. La amenaza del alero de retirarse en caso de no ser traspasado fue un farol en el que los Nets no entraron. Y, al final, tras muchas peleas y numerosas filtraciones, Durant y Kyrie siguen en Brooklyn, en la Gran Manzana, en las proximidades de Manhattan, decidiendo si se deciden a explotar su consabido talento, o siguen desatando la tormenta de la polémica. La historia se acerca a su final (Kyrie saldrá seguro en verano de 2023) y solo falta por saber si podrán hacer algo para evitar la catástrofe más absoluta, la de no pasar de semifinales del Este en cuatro años con dos de los mejores jugadores de todos los tiempos, rodeados de tiradores y de veteranos, de contratos mínimos y obreros, viejas glorias y algún jovenzuelo.

No sería raro pensar que solo conseguirán dicha misión con el anillo de campeón, pero sí sería raro, al menos a estas alturas, pensar que el anillo puede ser de los Nets en junio de 2023. Los Nets han logrado 35, 48 (en temporadas de 72 partidos) y 44 (de 82) victorias en los tres últimos años, llenos de problemas, lesiones y movimientos en la intendencia. Las lesiones de Kyrie y Harden privaron al equipo de ser más competitivo en los playoffs de 2021, y Giannis Antetokounmpo y ese pisotón de Durant a la línea de tres impidieron que, en la prórroga, los Nets prevalecieran y superaran esa serie maldita de semifinales de Conferencia... que solo han pisado en esa ocasión. Los Celtics, a la postre finalistas, destruyeron a Durant y a Kyrie hace unos meses: 4-0 y rumbo a la reflexión. Los Nets, hartos de la situación, no renovaron a un Kyrie que disputó solo 29 partidos el año pasado, líos con la vacuna mediante, y apenas 15 puntos y un 18% en triples en los tres últimos partidos de la serie ante los Celtics. Un base del que ya se han hartado y que se queda un año más por opción contractual y no por deseos de afición o directiva. Tras querer escapar de la sombra de LeBron, dejó tiritando a los Celtics y no levanta cabeza en Brooklyn. Con 30 años, su reputación está derruida. Y ni el pasado ni el presente permiten ya relacionarle con ese triple de 2016 por encima de Stephen Curry que dio el anillo prometido por LeBron James a los Cavaliers.

Durant, que camino de los 34 años acabó la temporada pasada mucho peor que la anterior (tras su monstruosa serie ante los Bucks) desde el prisma de la opinión pública, ha sido el enemigo público número 1 y el causante de un terremoto que ha acabado en nada. Y su serie contra los Celtics, también cuestionable (apenas un 38% en tiros), unida a su edad, generan cierta incertidumbre alrededor de su persona, su nivel físico y su salud, muy irregular en los últimos años con lesiones constantes y marcadas ausencias. Otro jugador que, sin estar al mismo nivel que Kyrie, ha causado desmanes extradeportivos que han hecho olvidar lo que fue en pista hasta hace no mucho. Y que es objetivamente uno de los mejores jugadores de todos los tiempos... sin que eso importe mucho a nadie en estos momentos. Al final, es el capitán de un barco casi hundido, que navega a duras penas por las tumultuosas aguas del desastre. Un barco con grietas demasiado grandes para poder avanzar en el vasto mar. La intención y el esfuerzo que ponga en arreglar las averías determinará su futuro, unido a los Nets para los próximos cuatro años si en la franquicia nadie decide lo contrario.

Así están las cosas. En el Media Day de los Nets, Durant ha dicho que es consciente de quién es y que no le extraña que los Nets no quisieran regalarle. Así mismo, ha negado sus exigencias respecto a la no renovación de Kyrie y su enfado cuando los Nets decidieron que no iban a prolongar su contrato, algo que se filtró en dirección opuesta hace solo unos meses. Kyrie, por su parte, ha acusado a los Nets de lanzarle ultimátums sobre las vacunas solo unos días después de asegurar en Twitter que el proceso de vacunación era una violación de los derechos humanos, una barbaridad demasiado grande incluso para él. Más allá de hacer gala de su consabida verborrea, ha asegurado estar comprometido con el equipo y ha dicho que son candidatos al título, dejando frases muy sonadas como “renuncié a cuatro años y más de 100 millones por no va vacunarme” o “en la eliminatoria con os Celtics fue una de las primeras veces que me fui avergonzado de la pista”. En definitiva, egos muy inflados y la promesa de que hay que trabajar y que pueden optar al título. De momento son solo palabras. Y las palabras, ya se sabe, se las lleva el viento. El resto, ya lo veremos. Durant, Kyrie y el año IV (y último, ¿no?) del proyecto de los Nets: redención o confirmación del desastre. No hay puntos intermedios. Cuando se trata de estas dos estrellas, no se pueden tener. Que empiece la fiesta.

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