Con la lengua entre los dientes: Boca se llevó puesto a River
Boca ganó una batalla en la Bombonera, y lo hizo como manda la historia: fue al frente, jugó con alma y vida contra un River blandito y quedó ahí nomás de la punta.
Hay particularmente dos escenas del partido que revelan la esencia de Boca. Una, el grito desaforado de Benedetto, desfigurado, zafándose de los abrazos, corriendo a gritar su gol en el alambrado -lo que te perdiste, Cagani-. Podría haber estado del otro lado, en su faceta de hincha, y nadie habría notado la diferencia. Los ojos escapándose de las órbitas, la garganta explotada, los brazos queriendo arrancar el tejido para abrazarse con todos en la tribuna. La otra escena: los tapones de Rojo sobre la calva brillante y sudorosa de De la Cruz. No por el golpe en sí mismo, sino por la presencia impactante de un tipo que se le sube a la cabeza a otro cuando tiene que defender el rancho. Sin medias tintas. Al mismo De la Cruz ya lo había barrido con todo, y a Borja le había aplicado un pisotón criminal que fue bienvenida y despedida para el colombiano, que si estaba desaparecido antes, imagínense después... ¿Fue irresponsable lo de Rojo? Sí, claro. Pero, sin la careta puesta, y sin el deber ser y la corrección política, fue maravilloso: 100% "Esto es Boca", que ya todo el mundo sabe lo que significa. Lo que se espera de un defensor que lleva puesta esta camiseta.
Del otro lado, Gallardo se comió el personaje de Napoleón y/o los intérpretes no estuvieron a la altura. La línea de cinco y jugar de entrada sin 9 son errores tan grandes que él mismo se dio cuenta y metió tres cambios en el entretiempo. Y hubo jugadores que no dieron la talla. De media cancha para adelante, casi todos. Ni Suárez -otro fracaso en un superclásico-, ni Solari -al que apostaban como si de verdad fuera un salvador-, ni Borja cuando entró, ni Barco -penosa incorporación del Muñeco. Pero el responsable principal es Gallardo, al que habrá que contarle no sólo las buenas sino también que perdió contra un interino al que el Consejo le manda mensajes durante el partido. Aunque en realidad todos sabemos que perdió, una vez más, contra Riquelme.
Este cuarto partido ganado al hilo deja a Boca a dos puntos de lo más alto. Quién lo hubiera dicho. Con la cantidad de autoatentados que se cometieron, el campeonato está ahí nomás. Jugando mal -muchas veces- o jugando bien, como contra River, es el equipo que más partidos ganó en esta liga: diez. No le pesa pelear el torneo como a los demás de ahí arriba que están agotando las existencias de pañales. Ojo, el título ni siquiera es un objetivo, pero ya que estamos...
Boca está ahí, agazapado. Este equipo que a veces hace doler los ojos, será el campeón indefectiblemente si repite actuaciones como ésta. No es muy fácil de explicar, pero la realidad nos atropella, nos lleva por delante. Boca le ganó a River como en las mejores épocas. Con huevos, con ferocidad, con un arquero que tiene aura ganadora -hay que renovarle como sea y además llevarlo a Qatar- y con un equipo que jugó con la lengua entre los dientes. Como Benedetto. Apretando las muelas, metiendo al límite, matándose por el otro, dejando la piel, superando todas las adversidades -las salidas, las lesiones. Ganó con su sello de fábrica, eso que durante tantos años se resumió en tres palabras. A lo Boca.