Borrachera del City a costa de un hundido llamado Sevilla

Haaland volvió a golear en el Sánchez Pizjuán a un equipo que hizo su primer tiro a puerta en el minuto 82.

José María López
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No por esperado fue menos doloroso el ridículo, uno más, que el Sevilla perpertó ante el Manchester City. Ni cambios de sistema, ni conjura, ni oportunidades a los nuevos... Nada de nada. Y la explicación es sencilla. Si un equipo realiza su primer tiro a puerta en el minuto 82 ante uno de los conjuntos más potentes de Europa y candidato a ganar la Liga de Campeones, está sentenciado desde que se empieza a regar el estadio horas antes del comienzo del partido. Una sentencia que después de este partido, se aproxima cada vez más al banquillo.

Si algo no funciona, reincidir en el error es una absurdez. Y como el Sevilla no está funcionando lo más mínimo en este inicio de temporada, Lopetegui decidió mover el árbol. El vasco optó por una defensa de cinco, doble lateral en la banda izquierda e Isco de falso nueve. Lógicamente, el arranque del Sevilla estuvo muy lejos de la apabullante puesta en escena realizada ante el Barcelona. Al equipo le faltaba profundidad y parecía, sólo parecía, sujetar a un Manchester City que, como una gota sobre la piedra, iba cercando el área de Bono poco a poco.

Y el invento se fue por el sumidero a los 20 minutos. Cancelo vio el desmarque de De Bruyne a la espalda de Acuña, el belga sirvió atrás y Haaland, para variar, marcó. Un gol que fue un directo a la mandíbula de cristal, como su propio técnico definió, de un Sevilla que quedó como un púgil en la lona. A merced de un City que le hacía correr detrás de la pelota persiguiendo fantasmas mientras que la grada del Sánchez Pizjuán comenzaba a interpretar una cada vez más habitual música de viento de dedicada a los suyos. Asustó tímidamente el Papu al filo del descanso pero el susto quedó en eso, en timidez absoluta y ningún movimiento en el marcador.

No se puede acusar a Lopetegui de ser un técnico poco intervencionista. Lo que no había funcionado en el primer tiempo se varió tras el descanso. El problema es que los cambios, una vez más, sirvieron para poco. Porque Rakitic se fue a la ducha con todos los motivos del mundo, pero que lo hiciera Delaney tiene poca explicación. Lo sustituyó Jordán que, tras un inicio impetuoso de sus compañeros, perdió un balón que llegó a los pies de Foden que, tras volver loco a Gudelj, hacía el 0-2 a la hora de partido. No fue un mal cuarto de hora del Sevilla, pero lo cierto es que en ese tiempo Bono sacó un mano a mano y Haaland falló un gol cantado.

No se iba a quedar Haaland con las ganas de cantar otro gol en el Sánchez Pizjuán y lo hizo en el 67′, al límite del fuera de juego pero perfectamente habilitado. El partido languidecía entre bostezos, pitos, inignación e indiferencia, hasta que la noticia llegó en el minuto 82. Tras una jugada embarullada, Suso disparó desde fuera el área y su disparo centrado acabó en las manos de Ederson. Fue el primero del Sevilla en todo el partido. Y visto lo visto, debería celebrarse por su escasez.

Quedaba la puntilla de Dias en el descuento y la, cada vez más tradicional, ceremonia de cabezas agachadas pidiendo perdón a la grada. Ni los más furibundos esperaban un triunfo. La mayoría se olían la tragedia. Y el Sevilla ya desprende un aroma nada agradable.

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