Boca no pasó este examen: un 0-0 con sabor a oportunidad perdida en la Bombonera
Empató con Huracán, que en varios pasajes jugó mejor, y cortó la serie de cinco victorias en fila;
Huracán era una prueba más para el Boca envalentonado. A esta altura del campeonato y de su confusa manera de encarar los partidos (ayer fue el encuentro número 15 del ciclo Ibarra), en el que la actitud es mucho más valiosa que la intención de mostrar una identidad agradable, el enfrentamiento ante el Globo significaba de vital importancia para terminar de entender si el xeneize apretará el acelerador sin mirar lo que esté enfrente, tras cinco triunfos consecutivos, o si en el camino se puede pinchar y quedarse sin fuerza de tanto empujar, producto de la falta de ingenio.
Huracán era un rival directo. Si bien se posiciona dos unidades por detrás del conjunto de Hugo Ibarra, su campaña es realmente buena de la mano de Diego Dabove: entre los cinco primeros de la tabla de posiciones, con únicamente dos derrotas, sus aspiraciones por luchar hasta el final son tan ambiciosas como las que ostentan en la Ribera. Se esperaba un encuentro filoso. Para Boca, la chance de vencer a otro adversario de los de arriba, como ya lo ha logrado en las últimas fechas. También, el riesgo de empezar a perder el terreno que había empezado a ganar con buen ánimo, ganas, optimismo y resultados positivos en fila.
Por lo tanto, se esperaba un encuentro como el que se dio en la Bombonera. Trabado, complicado, de ajedrez, en el que ninguno quería perder nada. Se insiste con un concepto que ya parece habitual en el presente Boca: al no tener claro qué quiere hacer con la pelota, si baja el carácter puede perder mucho más que puntos. Ahora bien, tal como sucedió el lunes, el local luchó el encuentro a su estilo, pero enfrente tuvo un elenco igual o más peleador, que sabe meter el dedo en la llaga más ardiente.
Lo mejor del partido
Eso generó que, al término del primer tiempo, el semblante fuera de preocupación. Porque, se insiste, los de azul y oro no carecieron de actitud, pero los de Parque Patricios se dispusieron a apretar más fuerte los dientes.
Entonces, Boca fue incomodado. Por pequeños momentos, al borde del gol rival (por ejemplo, el tacazo en el área chica de Matías Coccaro). Los movimientos tácticos del entrenador de Huracán fueron clave. El triángulo entre el doble cinco, conformado por Federico Fattori y Santiago Hezze, y el volante suelto, Franco Cristaldo, taparon a la perfección la figura de Alan Varela. Al volante, de lo más destacado siempre, lo dejaban recibir cómodo y enseguida lo atoraban. Así es como el técnico boquense decidió su salida en el complemento.
Es que, tanto por sus pérdidas como las de otros volantes, las dos parejas que la visita tenía por los costados despegaban para explotar las espaldas de los laterales de Boca. Desde ahí, Huracán generó algo de peligro. Y si Boca quería saltear líneas, firmes estaban los gigantes Fernando Tobio y Lucas Merolla. Todo fácil y trabajado para el Globo; todo palidez –una vez más- en el Boca de Ibarra, que también debió sacar al apagado y deglutido Darío Benedetto en el entretiempo.
Y es que el ambiente de las tribunas xeneizes trasladaba que entre la euforia externa y una mayor porción de voluntad interna se podía lograr la victoria. En un segundo tiempo en el que mantuvo la tónica de la confusión, con imprecisiones e inconexiones, y queriendo romper el cero del arco de Lucas Chaves con lo que saliera, Boca terminó estancado en la nada. Casi conformándose con el empate ante un rival que jugó mejor, intentó (un poco) más mediante contraataques, pero tampoco terminó de hacer un profundo daño.
Boca ya sabía lo que era imponerse ante un adversario clave en Brandsen 805: lo había logrado frente a Atlético Tucumán (2-1), por entonces puntero, y ante River, que se mantiene expectante y celebra que los de Ibarra dejaran de sumar de a tres.
La gente mantiene la ilusión: “¡Que vamos a salir campeones no tengo dudas!”, lo despidió. Se verá si solo fue cosa de una muy floja noche o si las expectativas del hincha van a contramano de lo que puede dar Boca en el sprint final.