Boca, huérfano de clásico
¿Ustedes no exrañan los viejos superclásicos? Pobre River, que en paz descanse. A este pseudo clásico lo sostiene Boca, el único grande y el único argentino reconocido en el mundo.
Casi un año después, tras haber recorrido canchas infames y escuchado de hinchadas como la de Brown de Madryn o Atlanta el hiriente "vos sos de la B", los muchachos se taparon la banda con una camiseta que decía "23-J, La resurrección". Pero como todos sabemos, eso no existe. Aunque aparezca en el best seller más grande de la historia -la Biblia-, de la muerte no se vuelve. Y si de casualidad esta columna está siendo leída por infantes, aléjenlos porque la verdad duele. No existe la resurrección como no existen Los Reyes ni Papá Noel. Ni siquiera el Ratón Pérez. Dejó de existir el superclásico en el mismo instante en que dejó de existir River.
Ese infausto año que nos sorprendió con la tragedia, hasta San Lorenzo se propuso como clásico de Boca. Imagínense: un equipo sin barrio queriendo ser nuestro clásico. Hoy, Boca es un equipo huérfano de clásico. Lo que más se le parece es el enfrentamiento con el Real Madrid. Un rival al que, dicho sea de paso, y como a River mientras vivió, también tiene de hijo. Ése sí es un clásico con cierta paridad, entre dos grandes sin la mancha. Lo que se juega este domingo es un avatar del superclásico original. Una copia pirata donde sólo uno de los equipos permanece. Lo único clásico es Boca. Hay que aclarárselo a Haaland, un pibito noruego que tenemos de hincha como millones alrededor del mundo y que al único equipo argentino que conocen es a Boca. Obvio.
El otro equipo es una creación posterior, un reemplazo, un mutante, aunque haya adoptado los colores y la denominación. Boca le presta la cancha al espectáculo para que tipos como Pep Guardiola -que sueñan con ver "un clásico en la Bombonera", como dijo el otro día- se maravillen con la hinchada más maravillosa, gocen de ese ambiente irrepetible, adivinen los latidos del cemento mítico. Del otro lado, agrandan la cancha sin entender que la grandeza no tiene que ver con el tamaño (si fuera por eso América, que juega en el Azteca, sería grande, pero es mexicano), y hace unos días empezó Jorge Britcoin a reponer las butacas del brutal incendio de aquel día de invierno que no queremos ni recordar.
Tan poco importa este partido, tan cierto es que dejó de ser un clásico que el Negro Ibarra volvió a jugar en el senior esta semana. ¿Alguien imagina una cosa por el estilo si fuera la previa del Superclásico? Por supuesto que no. Entiendo la nostalgia, muchachos. Ustedes quieren el viejo clásico como los católicos esperan al Mesías. Tranquilos. Algo vamos a inventar. Yo también contribuiré a la farsa escribiendo alguna columna post partido con sentimientos exagerados. Pero sepan que ya nada es igual. Si Boca gana, no le ganó a nadie. Y si pierde es una vergüenza. Yo también extraño a River, pobre, que en paz descanse. Pero la vida sigue. La vida es Boca.