Un poco de Griezmann es mucho

El francés salió para hacer en dos minutos el gol de la victoria en Mestalla. El Valencia fue mejor hasta que se desfondó. El Atleti pudo golear al final de no ser por Mamardashvili. Cuadra Fernández y el VAR la liaron.

Patricia Cazón
As
Se iban Kondogbia y De Paul para dejar paso a Lemar y Griezmann, ambos como interiores, el segundo en otro de esos medios partidos a los que obliga su cláusula. Ya había pasado el descanso, el reloj en el 62′. Dos minutos más tarde ambos fabricaban el gol que se quedaría en el marcador esta noche en Mestalla. Porque la clase siempre encuentra resquicio. Y la del francés hoy con el pelo azul es mucha, es toda. Un poco suyo siempre será mucho. Y nadie mejor que Simeone lo sabe. El plan le salió perfecto en Mestalla.

Un partido que para el Valencia comenzó con coros a Cavani, en el palco, qué pensaría el Cholo, que tanto lo quiso y alguna vez incluso acarició, y para el Atleti pronto se convirtió en un trago. Cinco minutos le duró la buena cara, sostenida por una presión feroz por todo el campo que pareció atorar a Gattuso. Nada más lejos. Aferrado a su tridente (Castillejo, André y Lino) trinchó el italiano globo rojiblanco la primera vez que traspasó el centro del campo. El Atleti se había quedado atrás, mascando ese gol de Morata que jamás subió al marcador. Se había girado y chutado el delantero, a ver qué salía, y lo que salió fue la pelota volando perfecta a la red. Pero, quizá porque primero controló con la mano, o, quizá, porque el linier creyó que estaba en fuera de juego aunque no y, sin esperar al final, alzó el banderín, ni el VAR intervino.

Comenzó a llenarse la hierba de futbolistas de blanco lanzando dentelladas. Sin ocasiones claras, pero sin irse muy lejos de Oblak. Desperdiciado Llorente por la falta de un suplente para Nahuel en el lateral derecho y Saúl padeciendo igual sino, ese carril zurdo sin dueño del todo mientras Lodi habita ya en Notthingham, Kondogbia no se imponía y De Paul era la nada en el centro del campo, como en un homenaje al De Paul que era en Mestalla. Simeone, con esa defensa entre alfileres, tres de la línea de cinco no lo eran, se perdía en uno de esos partidos que tanto le cuestan: la primera vez contra un entrenador que apenas sabe cómo juega.

Thierry se hacía puñal y Musah un tormento. Fue el último quien llevaría el dominio che a la red mientras Saúl y Reinildo se llenaban de amarillas. Con un disparo de 30 metros tenso y teledirigido que subió al marcador para bajar enseguida. El VAR comenzó a corregir todo lo que pitara Cuadra Fernández: al gol de Musah le había precedido una tarascada de Diakhaby a João que, si el árbitro en directo no castigó, tras pasar por la pantalla se vio obligado. Falta y gol invalidado. Y en la jugada siguiente, más show. Un despeje de Giménez se convirtió en un pase profundo a la carrera de Morata, escapado solo. Thierry lo derribó y Cuadra Fernández alzó la roja. Pero se quedó en amarilla tras el silbido en su oreja y la pantalla. Mientras el mundo se preguntaba donde quedó aquello de la interpretación y los grises del relato del primer VAR, Witsel observaba atónito el espectáculo con gesto de El Pensador de Rodin. Tantas idas, venidas y cosas que pasaban pero al final no.

Pólvora mojada en Mestalla antes de Griezmann

Y aún quedaría la traca. Un disparo que, cuando asomaba el descanso, dejó el aire de Mestalla lleno de pólvora... mojada. Esa que salió de la bota de Morata después de que João le encontrara, solo, tras robar un balón en la frontal. Pero el delantero, incomprensiblemente, fallaba ante Mamardashvili, providencial con el pie, la segunda clave que tenía. De la que le anularon y había convertido, por cierto, siguió sin verse repetición en el descanso. El partido regresó con Saúl en la ducha y más plano, sin vértigo, hasta que Simeone introdujo a Lemar y Griezmann para cambiarlo todo. Primero había sujetado el músculo. Una vez desfondado el Valencia, tocaba el baile.

Lemar encontró a Griezmann y la pelota de Grizi rozó en Soler antes de colarse, rasa y pegada por el palo izquierdo. Su dedo al cielo, su sonrisa plena y esa sensación única: la de reencontrarse con el gol. Acabó el partido con el Atleti volcado y varios postes sobre el portero que ha encontrado el Valencia y que lo detuvo todo. Salvo una vez. Salvo a Griezmann.

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