Solos contra todos
River ganó al final un partido que el árbitro Rapallini decidió complicarle al no darle un penal y expulsión. Una más de tantas vergûenzas de la AFA y la Conmebol contra River.
River tiene que tener un equipo que esté dos goles arriba del resto para poder ser competitivo. A esta altura, luego de toda la campaña mediática y toda la persecución que bosteros y afines hacen, no debería interesarnos absolutamente nada lo que digan los demás. Los de River vemos los partidos y sabemos perfectamente lo que está pasando.
Ni hace falta hacer ningún tipo de explicación de lo que es inexplicable. Por algún motivo, el árbitro decidió no cobrar el penal y de todos modos esa situación no debería condicionar el análisis futbolístico. La realidad es que esa acción era un error del adversario sin que hubiera evitado un gol o una acción de peligro. Fue una agresión y punto. O sea, era un regalo para aprovechar y listo, pero no era la consecuencia de una acción de juego en la que nos íbamos al gol.
River no hizo un gran partido, lejos estuvimos de eso. Fuimos un equipo demasiado estructurado, un 4-3-3 rabioso sin sorpresa, que apostó todo a los desequilibrios individuales de los extremos. Cuando el nivel general de los futbolistas está flecha para abajo, apostar al uno contra uno es raro. Nos costó desarmar el entramado defensivo de Independiente, sin cambio de ritmo, asociaciones ni frescura. Repito el concepto: hay que estar más juntos. Al compañero que queda uno contra uno por banda hay que acompañarlo para hacer el 2-1 o al menos para que tenga una mentira.
Solari parece un poco más fresco y se tiene fe para volver a intentar aunque pierda varias. Eso es importante. En cambio, Barco empieza a bajonearse hasta la intrascendencia. Tendría que ser menos respetuoso y más libre. Que la posición de referencia no signifique un confinamiento a la raya. Puede dañar por el medio, asociarse y encarar. Eso le hace falta. Encarar, ir para adelante, no tanto buscar el pase atrás salvador. Hay jugadores que cuando reciben tienen que ir para adelante, porque si no el equipo se hace plano.
La actitud de ganar el partido mucho tuvo que ver con Zuculini. Su temperamento y voluntad llevaron al equipo adelante. Palavecino hizo un esfuerzo enorme y claramente el ingreso de De la Cruz aportó otro cambio de ritmo de mitad para adelante. Después, quisimos mucho y logramos poco.
El caso de Elías Gómez es llamativo. Era una locomotora como lateral izquierdo de Argentinos y ahora está tímido. Incluso en situaciones ideales para llegar al fondo y tirar el centro, elige volver a empezar, lo que anula el ataque. Es una muestra de falta de confianza que lo perjudica. La cuestión es simple: cuando uno pasa al ataque, hay que jugar con decisión para terminar la jugada y no para volver a empezar. El lateral además tiene el recurso del centro. No un centro cualquiera. Un centro que lastime. No es un pedido excesivo.
Una alegría extra que el gol del triunfo lo haya convertido Matías Suárez, un jugador que viene sufriendo un calvario por las lesiones. Encima así, en el descuento, cuando nuestra búsqueda chocaba contra las limitaciones propias y contra el reloj, en un descuento que otra vez quedó corto.
Ese gol del final es una linda noticia para cerrar el domingo pero será mucho más importante si marca el comienzo de algo. Necesitábamos un golpe de suerte en una campaña con todo en contra y lo tuvimos. Ahora hay que aprovecharlo.